UN OFICIO CON POCO BRILLO
Denuncian que trabajan sin seguro social y que no tienen respaldo del gobierno; ganan en promedio 100 pesos al día
Aseadores de zapatos subsisten con ganancias desde $20 por boleada, sin apoyos ni seguridad social.
Jesús pasó la noche en la calle. Durmió envuelto en una cobija sucia a la orilla de la banqueta en avenida Reforma. No es la primera vez. Las ganancias de su trabajo como bolero cada vez alcanzan menos. Por la mañana, se despierta, acomoda su ropa, oculta el cabello canoso en una gorra y empieza su jornada laboral en el mismo lugar donde durmió. Al igual que cualquier aseador de calzado —como se nombran actualmente—, Jesús Jiménez, de 54 años, trabaja en la espera de ganar 20 pesos por una boleada.
“Años antes de ser bolero fui vendedor de fayuca en Tepito, pero no tenía trabajo. Aquí sólo necesitas un permiso. Y una vez al año nos dan uniforme, un cobertor, una despensa, y unos juguetes para los hijos”, cuenta en entrevista con EL UNIVERSAL.
La Unión de Aseadores de Calzado del Distrito Federal (UACDF) es el nombre del gremio encargado de respaldar el permiso de los boleros para ocupar un espacio en la vía pública y dar apoyos anuales. Sin embargo, la agrupación cumplirá dos años sin otorgar dicha ayuda a sus agremiados.
“Durante casi seis años, tuvimos lonas (en los asientos de boleado) con la publicidad de Montepío Luz Saviñón. Con lo ganado dimos los uniformes, despensas y rifamos estufas, pantallas, licuadoras, planchas, ventiladores. Pero el gobierno capitalino anterior cambió esas lonas por unas blancas con rosa. Perdimos el apoyo”, dice Víctor Miguel Pérez Serrano, secretario general de la UACDF.
Este no es el único problema que enfrenta el gremio de boleros de la Ciudad de México. De acuerdo con Víctor Pérez, desde hace varios años han exigido acceso a seguridad social, fin a regulaciones discriminatorias, respeto al derecho a trabajar en el espacio público y simplificar los trámites administrativos para otorgar permisos a agremiados.
“A veces también nos roban, ratas que se hacen pasar por clientes, pero flojito y cooperando, ya qué nos queda. Vamos a la [alcaldía] y nos dicen que nos ayudarán, pero nunca hemos visto ese apoyo”, describe Jesús mientras sus manos callosas, manchadas por la crema negra, limpian unos zapatos.
Entre malas ganancias y pocos clientes
El gremio de aseadores de calzado se formó en 1936, cuando bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, se fundó con el nombre de Boleros y Limpiabotas del entonces Distrito Federal.
Actualmente, la UACDF tiene contabilizados a 4 mil boleros divididos en las 16 alcaldías de la Ciudad de México. En su mayoría, hombres de entre 35 y 55 años.
“Los boleros andamos muy mal. La mayoría somos de la tercera edad en adelante. Siempre hemos peleado por tener seguro social porque no nos alcanza con lo que ganamos. No hay trabajo, los doctores particulares son carísimos y los medicamentos están por las nubes”, relata en entrevista Jorge Remigio Valdez, quien se ha dedicado al oficio por 43 años.
Jorge, vestido de uniforme azul marino, viaja diariamente en tres tipos de transporte público: microbús, combi y metro, desde su domicilio en Los Reyes La Paz, Estado de México, hasta el Centro Histórico de la CDMX donde ha trabajado toda su vida laboral.
Antes, los gastos en pasajes o la falta de seguridad social no eran problema mayor, pero actualmente no hay “clientela” como antes, dice Jorge, porque todo está caro, no hay trabajo y los que hay, son mal pagados.
Los boleros son regulados por el Reglamento para los Trabajadores No Asalariados del Distrito Federal, publicado en 1975 durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, el cual señala en su artículo 50 el derecho a recibir servicio médico gratuito en la clínica Dr. Gregorio Salas.
Sin embargo, desde 1984 el hospital amplió su campo para atender a más personas carentes de seguro social y, desde entonces, trabajadores no asalariados como los boleros, tienen dificultades para acceder a la unidad médica.
Desde Reforma, Jesús dice que jamás ha asistido a una clínica debido a la falta de seguro. Cuenta que cada vez que enferma —y tiene dinero— su opción más viable es acudir a farmacias genéricas de consulta gratuita. Cuando las ganancias no alcanzan, sólo espera hasta que el malestar se termine.
“Hace años me lesioné los pies por andar de loquito y a veces me duelen”, cuenta el aseador. Mientras espera por clientes, masajea sus piernas para aliviar la incomodidad y el dolor.
Ante las irregularidades en el reglamento y la desatención gubernamental, la Unión de Aseadores de Calzado decidió trabajar con Mujeres en el Empleo Informal: Globalización y Organización (Wiego, por sus siglas en inglés), una red internacional encargada de apoyar a personas en empleo informal.
“El reglamento debe de hablar de seguridad social en el sentido amplio, no sólo en atención médica. Pretendemos que se pueda tener un seguro de desempleo en caso de enfermedad y también un seguro de maternidad para las trabajadoras no asalariadas, que puedan acceder a cierta cantidad tres meses antes y después del parto”, informa Tania Espinosa Sánchez, coordinadora para la CDMX de Wiego.
Desde las elecciones de 2018 para la jefatura del gobierno capitalino, la organización Wiego realizó una plataforma con demandas y revisiones sobre el reglamento, la cual envió a los candidatos, pero no obtuvo respuesta.
De acuerdo con la coordinadora Espinosa, el pasado 17 de septiembre los diputados locales debían votar una ley constitucional secundaria sobre empleo informal, que incluye a los trabajadores no asalariados, pero no se hizo. También están pendientes iniciativas, una presentada por Morena, otra por el PAN y dos por líderes de representantes de comercios.
Aunque han detectado que las propuestas buscan incluir a trabajadores no asalariados en la misma categoría que comerciantes, prestadores de servicios y locatarios que poseen ingresos altos o sueldos fijos.
Ellos consideran que esto es perjudicial, pues traería responsabilidades como cobro de impuestos por el uso del espacio público a personas que, como los boleros, en promedio ganan 100 pesos al día.
“A veces, siento que no nos harán caso porque no estamos sindicalizados. Estamos aquí expuestos en la vía pública. Debería voltear el gobierno hacia los que no tienen un seguro”, dice Jorge Remigio desde su asiento de boleador, en espera de su próximo cliente.
Trabajar según la apariencia
Jesús Jiménez y Jorge Remigio consideran que uno de los requisitos más importantes para laborar sin problemas es contar con el permiso que les asegure su espacio en las avenidas asignadas.
De acuerdo con el Reglamento para los Trabajadores No Asalariados, en sus artículos 10 y 11, para tenerlo se requiere ser mayor de 14 años, saber leer y escribir, poseer buenos antecedentes de conducta, tener domicilio, acta de nacimiento y certificado de estudios (primaria es suficiente).
Sin embargo, el secretario de UACDF, Víctor Pérez, afirma que los requisitos cada vez son más complicados, y esto dificulta el crecimiento del gremio, pues muchos no reúnen lo solicitado, debido a su edad o situación socioeconómica.
Uno de los motivos por los que Jesús decidió ser bolero fue la accesibilidad para registrarse como bolero. Cuenta que la falta de certificado de estudios y otros papeles como el comprobante de domicilio fueron de sus mayores dificultades para conseguir empleo.
Otro punto que el gremio considera innecesario dentro del reglamento, es el artículo 5, donde se establece que: “Los trabajadores filarmónicos, trovadores, aseadores de calzado, ambulantes, fotógrafos de instantáneas y artistas de la vía pública no podrán desarrollar sus actividades en las zonas remodeladas del Distrito Federal, excepto durante las fiestas navideñas y patrias”.
“Fue muy decepcionante ver que trabajar depende de la imagen urbana. Con esto, la imagen y la estética se están poniendo por encima del derecho al trabajo”, afirma la coordinadora Tania Espinosa.
Hasta que la ley de trabajadores avance, la petición de Jesús y Remigio es la misma: “no nos olviden, los boleros somos parte de la Ciudad”. •
“Los boleros andamos muy mal. La mayoría somos de la tercera edad. Siempre hemos peleado por tener seguro social porque no nos alcanza con lo que ganamos” JORGE REMIGIO VALDEZ Aseador de calzado