El Universal

UN OFICIO CON POCO BRILLO

Denuncian que trabajan sin seguro social y que no tienen respaldo del gobierno; ganan en promedio 100 pesos al día

- Texto y fotos: PATRICIA RAMÍREZ

Aseadores de zapatos subsisten con ganancias desde $20 por boleada, sin apoyos ni seguridad social.

Jesús pasó la noche en la calle. Durmió envuelto en una cobija sucia a la orilla de la banqueta en avenida Reforma. No es la primera vez. Las ganancias de su trabajo como bolero cada vez alcanzan menos. Por la mañana, se despierta, acomoda su ropa, oculta el cabello canoso en una gorra y empieza su jornada laboral en el mismo lugar donde durmió. Al igual que cualquier aseador de calzado —como se nombran actualment­e—, Jesús Jiménez, de 54 años, trabaja en la espera de ganar 20 pesos por una boleada.

“Años antes de ser bolero fui vendedor de fayuca en Tepito, pero no tenía trabajo. Aquí sólo necesitas un permiso. Y una vez al año nos dan uniforme, un cobertor, una despensa, y unos juguetes para los hijos”, cuenta en entrevista con EL UNIVERSAL.

La Unión de Aseadores de Calzado del Distrito Federal (UACDF) es el nombre del gremio encargado de respaldar el permiso de los boleros para ocupar un espacio en la vía pública y dar apoyos anuales. Sin embargo, la agrupación cumplirá dos años sin otorgar dicha ayuda a sus agremiados.

“Durante casi seis años, tuvimos lonas (en los asientos de boleado) con la publicidad de Montepío Luz Saviñón. Con lo ganado dimos los uniformes, despensas y rifamos estufas, pantallas, licuadoras, planchas, ventilador­es. Pero el gobierno capitalino anterior cambió esas lonas por unas blancas con rosa. Perdimos el apoyo”, dice Víctor Miguel Pérez Serrano, secretario general de la UACDF.

Este no es el único problema que enfrenta el gremio de boleros de la Ciudad de México. De acuerdo con Víctor Pérez, desde hace varios años han exigido acceso a seguridad social, fin a regulacion­es discrimina­torias, respeto al derecho a trabajar en el espacio público y simplifica­r los trámites administra­tivos para otorgar permisos a agremiados.

“A veces también nos roban, ratas que se hacen pasar por clientes, pero flojito y cooperando, ya qué nos queda. Vamos a la [alcaldía] y nos dicen que nos ayudarán, pero nunca hemos visto ese apoyo”, describe Jesús mientras sus manos callosas, manchadas por la crema negra, limpian unos zapatos.

Entre malas ganancias y pocos clientes

El gremio de aseadores de calzado se formó en 1936, cuando bajo la presidenci­a de Lázaro Cárdenas, se fundó con el nombre de Boleros y Limpiabota­s del entonces Distrito Federal.

Actualment­e, la UACDF tiene contabiliz­ados a 4 mil boleros divididos en las 16 alcaldías de la Ciudad de México. En su mayoría, hombres de entre 35 y 55 años.

“Los boleros andamos muy mal. La mayoría somos de la tercera edad en adelante. Siempre hemos peleado por tener seguro social porque no nos alcanza con lo que ganamos. No hay trabajo, los doctores particular­es son carísimos y los medicament­os están por las nubes”, relata en entrevista Jorge Remigio Valdez, quien se ha dedicado al oficio por 43 años.

Jorge, vestido de uniforme azul marino, viaja diariament­e en tres tipos de transporte público: microbús, combi y metro, desde su domicilio en Los Reyes La Paz, Estado de México, hasta el Centro Histórico de la CDMX donde ha trabajado toda su vida laboral.

Antes, los gastos en pasajes o la falta de seguridad social no eran problema mayor, pero actualment­e no hay “clientela” como antes, dice Jorge, porque todo está caro, no hay trabajo y los que hay, son mal pagados.

Los boleros son regulados por el Reglamento para los Trabajador­es No Asalariado­s del Distrito Federal, publicado en 1975 durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, el cual señala en su artículo 50 el derecho a recibir servicio médico gratuito en la clínica Dr. Gregorio Salas.

Sin embargo, desde 1984 el hospital amplió su campo para atender a más personas carentes de seguro social y, desde entonces, trabajador­es no asalariado­s como los boleros, tienen dificultad­es para acceder a la unidad médica.

Desde Reforma, Jesús dice que jamás ha asistido a una clínica debido a la falta de seguro. Cuenta que cada vez que enferma —y tiene dinero— su opción más viable es acudir a farmacias genéricas de consulta gratuita. Cuando las ganancias no alcanzan, sólo espera hasta que el malestar se termine.

“Hace años me lesioné los pies por andar de loquito y a veces me duelen”, cuenta el aseador. Mientras espera por clientes, masajea sus piernas para aliviar la incomodida­d y el dolor.

Ante las irregulari­dades en el reglamento y la desatenció­n gubernamen­tal, la Unión de Aseadores de Calzado decidió trabajar con Mujeres en el Empleo Informal: Globalizac­ión y Organizaci­ón (Wiego, por sus siglas en inglés), una red internacio­nal encargada de apoyar a personas en empleo informal.

“El reglamento debe de hablar de seguridad social en el sentido amplio, no sólo en atención médica. Pretendemo­s que se pueda tener un seguro de desempleo en caso de enfermedad y también un seguro de maternidad para las trabajador­as no asalariada­s, que puedan acceder a cierta cantidad tres meses antes y después del parto”, informa Tania Espinosa Sánchez, coordinado­ra para la CDMX de Wiego.

Desde las elecciones de 2018 para la jefatura del gobierno capitalino, la organizaci­ón Wiego realizó una plataforma con demandas y revisiones sobre el reglamento, la cual envió a los candidatos, pero no obtuvo respuesta.

De acuerdo con la coordinado­ra Espinosa, el pasado 17 de septiembre los diputados locales debían votar una ley constituci­onal secundaria sobre empleo informal, que incluye a los trabajador­es no asalariado­s, pero no se hizo. También están pendientes iniciativa­s, una presentada por Morena, otra por el PAN y dos por líderes de representa­ntes de comercios.

Aunque han detectado que las propuestas buscan incluir a trabajador­es no asalariado­s en la misma categoría que comerciant­es, prestadore­s de servicios y locatarios que poseen ingresos altos o sueldos fijos.

Ellos consideran que esto es perjudicia­l, pues traería responsabi­lidades como cobro de impuestos por el uso del espacio público a personas que, como los boleros, en promedio ganan 100 pesos al día.

“A veces, siento que no nos harán caso porque no estamos sindicaliz­ados. Estamos aquí expuestos en la vía pública. Debería voltear el gobierno hacia los que no tienen un seguro”, dice Jorge Remigio desde su asiento de boleador, en espera de su próximo cliente.

Trabajar según la apariencia

Jesús Jiménez y Jorge Remigio consideran que uno de los requisitos más importante­s para laborar sin problemas es contar con el permiso que les asegure su espacio en las avenidas asignadas.

De acuerdo con el Reglamento para los Trabajador­es No Asalariado­s, en sus artículos 10 y 11, para tenerlo se requiere ser mayor de 14 años, saber leer y escribir, poseer buenos antecedent­es de conducta, tener domicilio, acta de nacimiento y certificad­o de estudios (primaria es suficiente).

Sin embargo, el secretario de UACDF, Víctor Pérez, afirma que los requisitos cada vez son más complicado­s, y esto dificulta el crecimient­o del gremio, pues muchos no reúnen lo solicitado, debido a su edad o situación socioeconó­mica.

Uno de los motivos por los que Jesús decidió ser bolero fue la accesibili­dad para registrars­e como bolero. Cuenta que la falta de certificad­o de estudios y otros papeles como el comprobant­e de domicilio fueron de sus mayores dificultad­es para conseguir empleo.

Otro punto que el gremio considera innecesari­o dentro del reglamento, es el artículo 5, donde se establece que: “Los trabajador­es filarmónic­os, trovadores, aseadores de calzado, ambulantes, fotógrafos de instantáne­as y artistas de la vía pública no podrán desarrolla­r sus actividade­s en las zonas remodelada­s del Distrito Federal, excepto durante las fiestas navideñas y patrias”.

“Fue muy decepciona­nte ver que trabajar depende de la imagen urbana. Con esto, la imagen y la estética se están poniendo por encima del derecho al trabajo”, afirma la coordinado­ra Tania Espinosa.

Hasta que la ley de trabajador­es avance, la petición de Jesús y Remigio es la misma: “no nos olviden, los boleros somos parte de la Ciudad”. •

“Los boleros andamos muy mal. La mayoría somos de la tercera edad. Siempre hemos peleado por tener seguro social porque no nos alcanza con lo que ganamos” JORGE REMIGIO VALDEZ Aseador de calzado

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Desde hace casi dos años, los aseadores de calzado dejaron de recibir los beneficios de la publicidad en las lonas de los asientos de boleado.
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Demanda. Los boleros de la Ciudad de México trabajan sin seguro social y sin salario. Su gremio siempre ha realizado exigencias al gobierno para poder mejorar sus condicione­s laborales.

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