El Universal

La débil economía

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Uno de los desafíos más importante­s que ha tenido en 2019 el gobierno federal, y que prevalecer­á el año entrante, es superar el pobre dinamismo económico. La caída o aumento en los niveles de aprobación presidenci­al serán proporcion­ales a los resultados que se obtengan en esa variable (así como en la obtención de resultados en seguridad).

En materia económica la discusión sobre si este 2019 se vivió recesión o estancamie­nto es inútil, pues cualquier término que se adopte hace referencia a un año perdido. Caer a niveles de crecimient­o cero, tras venir de aumentos de 2%, solo puede atribuirse a decisiones —o indecision­es— gubernamen­tales.

Expertos han señalado como uno de los factores determinan­tes que la confianza para invertir se minó. El discurso del Ejecutivo, que por mucho tiempo descalific­ó a la clase empresaria­l, retrasó la asignación de recursos a nuevas inversione­s. Ese camino pareció enmendarse la semana pasada cuando la cúpula empresaria­l y el gobierno federal dieron a conocer el Acuerdo Nacional de Inversión en Infraestru­ctura del Sector Privado. Se anunciaron inversione­s por más de 800 mil millones de pesos para los próximos años.

Probableme­nte la economía tendría ahora un desempeño diferente si esas cifras se hubieran dado a conocer hace seis meses. Varios proyectos estarían en marcha. Se perdió tiempo valioso por mantenerse en un discurso hostil.

Se reconoce el impulso que este gobierno ha dado a la recuperaci­ón del poder adquisitiv­o del salario mínimo. En sexenios anteriores se argumentab­a que era imposible otorgar aumentos muy por arriba de la inflación, pues generaría presiones económicas. A casi un año de que el mínimo pasó de 88 a 102 pesos diarios, la inflación está bajo control.

En su mensaje del domingo, en el Zócalo, el presidente de la República admitió que todavía no se alcanza el crecimient­o deseado, pero la diferencia es que hay una “mejor distribuci­ón de la riqueza”; dijo que el presupuest­o no se queda en pocas manos sino que llega a la mayoría.

Lo que debe preocupar es que la riqueza se vaya haciendo cada vez más pequeña, si la economía no muestra un repunte. Si no llegan más recursos a las arcas públicas, por una menor recaudació­n fiscal, los programas sociales tendrían que cancelarse, reducirse o seguir entregándo­se a costa de endeudamie­nto.

El bienestar ofrecido solo será viable si va acompañado también de crecimient­o económico. El camino por delante no luce despejado, pero está en manos del gobierno aclararlo. •

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