Ojo a los monstruos de la transición
Fenómenos morbosos del primer año. O el presidente López Obrador sólo conoce una versión corta de una socorrida cita de Gramsci, que repitió el domingo y usa con frecuencia (sin atribuírsela al esclarecido pensador marxista); o, conociendo la frase completa, la mutila. “Estamos en un proceso de transición. Todavía lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”, repitió el domingo en el Zócalo. Pero si se atiende al inicio de la frase original, la premisa de ese pensamiento gramsciano no es la transición, sino la crisis, como la que ahora asoma y se minimiza en el discurso del primer año de gobierno.
Allí están sus ingredientes: 1) El desbordamiento de la violencia criminal, que acudió a la celebración de AMLO aportándole el día más violento de su vida en palacio, del año más violento desde que hay estadísticas. 2) La incertidumbre generada por el propio presidente, que estanca la economía y mantiene en un hilo el crédito del país. Y 3) Las regresiones consumadas o iniciadas en estos 12 meses contra nuestra incipiente institucionalidad democrática. Y en este sentido, la primera parte de la oración de Gramsci: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”, tendría que ser parafraseada así, en el México de hoy: la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo —el autoritarismo ineficiente y obcecado— renace, mientras lo nuevo —el reciente avance democrático— se resiste a morir. Y es que el también fundador del Partido Comunista Italiano advertía contra la solución de la crisis “a favor de una restauracion de lo viejo”.
Todavía más significativa resulta la mutilación del final de la sentencia gramsciana, la que le da el sentido de advertencia a momentos críticos como los que ahora afrontamos. “En ese claroscuro” (entre lo que muere y lo que nace), concluye la frase mutilada; o “en este interregno”, de acuerdo a una versión más autorizada , “surgen los monstruos”, conforme a la traducción más contundente y popular, o tienen lugar “los fenómenos morbosos más variados”, como lo registra con mayor fidelidad la traducción de Ana María Palos revisada por José Luis González. (Basada en la edición crítica del Instituto Gramsci de los Cuadernos de la cárcel. Tomo 2. ERA 1999).
Efectos impredecibles. Pero “monstruos” o “fenómenos morbosos” lo cierto es que estuvieron presentes en el año cumplido por el gobierno y allí permanecerán al menos un año más, como amenazó el presidente, en el que inhabilitará a los que llama “conservadores”. Y allí está —desde luego, entre otros— el monstruo de la ya profunda e inocultable división entre losmexicanos,azuzada—conefectos impredecibles— por el propio presidente. En esa polarización, críticos y opositores no sólo son sus adversarios, sino los adversarios a reducir por sus legiones de fanáticos en el gobierno y en la calle. Y. acaso lo más grave, en esa operación verbal, esos adversarios del presidente también lo son de los pobres, los ancianos, los jóvenes y los discapacitados “redimidos”, por cierto, con el financiamiento público, el de todos, no del redentor.
Futuro de espanto. Los monstruos de la sentencia de 1930 de Gramsci nacían en el interregno entre lo que moría y lo que no alcanzaba a nacer tras la toma del poder bolchevique en 1917: el monstruo del fascismo en 1922, el fenómeno morboso del desplome capitalista en 1929 y, de acuerdo al profesor Gilbert Achcar, de la Univesidad de Londres, el fenómeno morboso también del dictado de Moscú al comunismo italiano contra una perspectiva democrática a la salida de la crisis. Hoy, los monstruos y los fenómenos morbosos gramscianos se suelen aplicar al ascenso del autoritarismo, como “precursor —advertía el profesor Achcar en 2017 en el Instituto Gramsci— de un posible futuro de espanto”.