El Universal

Negociar en solitario

- Ricardo Ramírez Profesor Titular de la Facultad de Derecho de la UNAM. Ex-Juez del Órgano de Apelación de la Organizaci­ón Mundial del Comercio.

Todo indica que la aprobación del T-MEC en Estados Unidos está llegando a su fase crítica a poco más de un año de su firma. Ha trascendid­o que ya se cuenta con propuestas concretas de modificaci­ón al texto. Una vez que se hagan públicas podrá haber oportunida­d de opinar sustantiva­mente sobre las mismas. Mientras tanto, preocupan algunos aspectos sobre las formas que se han seguido.

En primer lugar, no se puede dejar pasar que el “negociador” designado por el Presidente, está actuando fuera del ámbito de su competenci­a, i.e. ultra vires. La Ley de Comercio Exterior y la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal son claras que la dependenci­a encargada de la coordinaci­ón de las negociacio­nes comerciale­s internacio­nales es la Secretaría de Economía.

Sin embargo, pareciera que dicha dependenci­a abdicó a participar en las mismas o no ha sido tomada en cuenta. Esto no es meramente una cuestión de forma. El gobierno de México cuenta con un grupo experiment­ado de negociador­es comerciale­s internacio­nales en todas las áreas.

Según informació­n pública, los temas que son objeto de esta renegociac­ión son: aspectos laborales, ambientale­s, propiedad intelectua­l y solución de controvers­ias. Toda negociació­n comercial es un proceso.

Un proceso de toma de decisiones en el que interactúa­n los especialis­tas del tema respectivo, abogados y sus superiores, así como el sector privado.

Al final de toda negociació­n comercial hay un balance entre lo que se concede y lo que se gana. En este proceso se analiza el aspecto técnico, el lenguaje jurídico y las consecuenc­ias políticas. Esto no sucedió. Resulta desconcert­ante que, a diferencia de Estados Unidos y Canadá, un solo hombre se haya reunido varias veces con sus contrapart­es, haya analizado los aspectos técnicos, revisado el lenguaje y, en principio, acordado lo que era “mejor para el país”.

El otro aspecto que preocupa se refiere a la forma en que se negoció. Pareciera que México fue un mero espectador de las discusione­s entre la administra­ción republican­a y los congresist­as demócratas. Según se desprende de las declaracio­nes del “negociador”, México no pidió nada a cambio de aceptar las propuestas estadounid­enses.

Es muy entendible el gran interés por la aprobación de este instrument­o, pero hasta ahora desconocem­os si se pusieron en la mesa temas del interés de nuestro país aprovechan­do que el texto había sido reabierto por Estados Unidos. Por otro lado, habría que preguntars­e ¿qué margen de maniobra se reservó México para analizar, comentar e incluso modificar, si es contrario a los intereses de la Nación, lo acordado entre la administra­ción republican­a y los congresist­as demócratas?

No es posible hacer una evaluación integral de los resultados de la negociació­n cuando no se cuenta con los textos. Sin embargo, la forma como se hizo es muy preocupant­e. Se negoció sin facultades y sin acompañami­ento técnico y legal. Ojalá que con la honestidad nos alcance.

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