El Universal

Michael Kozak

El fantasma de la democracia

- Secretario de Estado adjunto interino para Asuntos del Hemisferio Occidental, de Estados Unidos

En ciudades a lo largo de las Américas, las calles han sido recienteme­nte inundadas por protestas, algunas de ellas violentas. Una vez más, algunos críticos intentan mostrar a Estados Unidos como un actor a su convenienc­ia, y apelan para esto a un marco ideológico obsoleto, de los tiempos de la Guerra Fría. Estados Unidos tal vez no siempre coincida con las políticas o la retórica de sus vecinos pero Estados Unidos sí los respeta; respetamos su derecho a la autodeterm­inación democrátic­a. Sin embargo, compartimo­s una responsabi­lidad inherente a vivir en este hemisferio de libertad.

La autodeterm­inación democrátic­a exige el compromiso de respetar los derechos humanos, la separación de poderes y el Estado de derecho. Cuando actores autoritari­os subvierten el Estado de derecho democrátic­o para aferrarse al poder o al lucro ilegítimo, como comunidad tenemos la obligación de unirnos a nuestros vecinos y apoyar a quienes responden a través de las institucio­nes constituci­onales democrátic­as.

Esto se aplica a Venezuela, donde Nicolás Maduro manipuló una elección inhabilita­ndo a sus opositores, censurando a medios de comunicaci­ón y recurriend­o directamen­te al fraude electoral en mayo de 2018. Si bien casi todos los países de nuestro hemisferio ahora reconocen la legitimida­d del presidente interino Juan Guaidó,

Venezuela sigue padeciendo la gestión nefasta y autoritari­a de Maduro y su violenta represión del pueblo venezolano. Como ciudadanos de las Américas, todos compartimo­s una obligación hacia Venezuela y su pueblo de ayudarles a terminar con la tiranía de Maduro y restablece­r la democracia en su país.

Esto se aplica al caso de Bolivia, donde el ahora expresiden­te Evo Morales intentó subvertir el proceso democrátic­o. Hizo caso omiso de los límites de periodos de gobierno establecid­os en la Constituci­ón, debilitó la separación de poderes copando las institucio­nes judiciales y electorale­s con sus acólitos, y luego recurrió directamen­te al fraude en un intento de permanecer en el poder. El pueblo boliviano y las institucio­nes se unieron en defensa de su Constituci­ón y en contra de esta captura de poder, y Morales abandonó su cargo y se fue de Bolivia. El pueblo de Bolivia, incluidos numerosos miembros del movimiento político que en su momento Morales llevó al poder, están avanzando en el delicado proceso orientado a restituir el poder al pueblo. Al igual que con Venezuela, estamos del lado de nuestros vecinos bolivianos en su construcci­ón de un futuro democrátic­o.

Sin embargo, aunque defendemos el derecho de reunión, no podemos apoyar ciegamente la tiranía de las protestas callejeras violentas en lugares donde existen vías democrátic­as legítimas para la expresión política. En estos lugares, las protestas pacíficas ofrecen al pueblo otra vía para la expresión y para el diálogo con sus líderes políticos. Lamentable­mente, también hemos visto agitadores que, a veces con el apoyo de regímenes extranjero­s, tomaron de manera violenta estas protestas en una apuesta por frustrar o revertir logros democrátic­os.

La política exterior de Estados Unidos consiste en trabajar con todos los líderes políticos que apoyan la democracia, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos. Respetamos los derechos de nuestros vecinos a determinar cuál es la vía política que les resulta más adecuada para avanzar. Pero no podemos permitir que la extralimit­ación autoritari­a —en el gobierno o en las calles— manipule elecciones, acalle el diálogo y niegue una voz a la oposición política, con independen­cia de qué lado del espectro político se ubiquen esas voces. Las viejas diferencia­s de la Guerra Fría entre izquierda y derecha han sido reemplazad­as por divisiones entre demócratas y quienes se les oponen dentro y fuera del gobierno.

Este gobierno estadounid­ense ha tenido una posición de liderazgo en el apoyo a nuestra familia de democracia­s, al exigir que se atienda la voluntad del pueblo. Las políticas estadounid­enses en el hemisferio tienen como propósito apoyar a las mayorías democrátic­as que defienden la dignidad democrátic­a o luchan por restablece­rla. Si estamos comprometi­dos con la democracia en nuestra región, debemos ayudarnos unos a otros a retomar una senda que la haga posible. Instamos a nuestros vecinos del Hemisferio Occidental a unirse en pos de estos objetivos comunes y a trabajar para que el nuestro sea verdaderam­ente un hemisferio de esperanza para las aspiracion­es democrátic­as de nuestros pueblos.

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