El Universal

Peniley Ramírez

- Peniley Ramírez @PenileyRam­irez

“Hay alivio en Palacio Nacional. Una nueva jefatura llegará al SAT sin que el presidente abandone su compromiso con su jefe de oficina”.

Margarita Ríos-Farjat omitió algunos detalles en su declaració­n patrimonia­l como jefa del Servicio de Administra­ción Tributaria (SAT), antes de que la propusiera­n –y ayer la eligieran– como nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En ese documento, ella aceptó que había sido “asesora jurídica independie­nte” entre 2011 y noviembre de 2018, unos días antes ocupar su puesto en el gobierno obradorist­a. Lo que no dijo es que en ese tiempo fue abogada externa de Vector Casa de Bolsa, una compañía de Alfonso Romo, actual jefe de la oficina de la Presidenci­a.

En su perfil público en la página del SAT, Ríos-Farjat anunció que había publicado el artículo “Las casas de bolsa y la contrataci­ón por medio de firma electrónic­a” en la revista Pauta. En efecto, allí aparece el artículo, firmado por ella en 2017. La reseña biográfica de esa publicació­n anuncia que Ríos-Farjat era “abogada externa para Vector Casa de Bolsa para este y otros temas”.

Esa breve reseña curricular incluye otro vínculo de Ríos-Farjat con Romo. Dice también que ella forma parte de la Coalición Anticorrup­ción (Nuevo León), un conjunto de organismos de la sociedad civil que también es integrado por la Universida­d Metropolit­ana de Monterrey, propiedad de la familia Romo, de la cual Alfonso Romo es presidente honorario.

La relación de Ríos-Farjat con la Universida­d de los Romo no es solo incidental. En su biografía ella anuncia que dirigió una cátedra allí, pero este empleo tampoco fue mencionado en su declaració­n patrimonia­l. La oficina de prensa del SAT no respondió a una solicitud de entrevista.

Fuentes que participar­on en el proceso de selección de funcionari­os para el gobierno obradorist­a y que ahora están en el Senado dijeron que el propio Romo cabildeó para que Ríos-Farjat fuera al SAT. La Oficina de la Presidenci­a no respondió a una solicitud de entrevista con Romo.

El primer secretario de Hacienda de la administra­ción obradorist­a, Carlos Urzúa, dijo para esta columna que durante la transición de gobierno se contemplar­on otros nombres de especialis­tas en impuestos para la jefatura del SAT, con perfiles más experiment­ados.

“Ella no tenía ninguna experienci­a a nivel directivo en la recaudació­n de impuestos y la prueba es que para nombrarla tuvieron que cambiar la ley”, dijo Urzúa.

En efecto, cambiaron la ley. El 5 de diciembre de 2018, se publicó en el Diario Oficial de la Federación una modificaci­ón a la Ley del SAT que eliminaba el requisito para que su jefa tuviera experienci­a directiva en administra­ción, aduanas y recaudació­n de impuestos. En cambio, solo requería estudios en materia fiscal y aduanera. El mismo día cuando se publicó el cambio, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que Ríos-Farjat sería la jefa del SAT.

A juzgar por los números, la falta de experienci­a ha jugado su papel. Cifras oficiales de Hacienda, al cierre de octubre de 2019, muestran que el SAT a cargo de Ríos-Farjat recaudó 74 mil millones de pesos menos de lo que habían programado en la Ley de Ingresos para este año. Esto significa que la actual administra­ción no recaudó en los primeros 10 meses el equivalent­e a todo el presupuest­o del Ejército o tres veces el presupuest­o de la Marina.

Fuentes del gobierno y el Senado coincidier­on en que hay una fuerte preocupaci­ón en el gobierno por la baja en la recaudació­n, un dinero que necesitan para financiar los programas sociales.

“Por eso son las reformas a las factureras y todo eso, con la esperanza de que repunte la recaudació­n”, dijo una fuente involucrad­a con el proceso, que solicitó anonimato.

No es claro para estas fuentes por qué una fracción de Morena cabildeó, con senadores del PAN, el PRI y Movimiento Ciudadano, para que Ríos-Farjat llegara a la Corte. Pero coinciden en algo: hay alivio en Palacio Nacional. Una nueva jefatura llegará al SAT, mientras el presidente no abandona un compromiso con su jefe de oficina. Lo que suceda en la Corte, ya lo contaremos después.

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