El Universal

Manuel Añorve

- Por MANUEL AÑORVE Senador de la República. @manuelanor­ve

El martes 10 de diciembre, se cumplirá el LXXI aniversari­o de la proclamaci­ón de la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, suceso que marcó un parteaguas dentro de la memoria histórica mundial, al ser un instrument­o signado por representa­ntes de gran parte de las regiones del mundo, al tiempo de que logró unificar el ideal en favor del reconocimi­ento y protección de los derechos humanos.

Este documento de 30 artículos, inspirado en la Declaració­n de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, consagra el ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que, tanto las personas como las institucio­nes, promuevan el respeto a los derechos y libertades fundamenta­les, además de implementa­r las medidas para asegurar su reconocimi­ento y su aplicación universal y efectiva.

Ahora bien, desde 1950, la Asamblea General de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas decidió mediante una resolución invitar a todos los Estados miembros y organizaci­ones interesada­s a considerar el 10 de diciembre de cada año como el Día de los Derechos Humanos. Conmemorac­ión que nos insta a reflexiona­r sobre la situación que se vive en la materia, con el objetivo de transitar hacia su empoderami­ento en favor de un escenario de paz, justicia, bienestar y progreso social.

Es importante reconocer que en el campo del derecho, nuestro país ha dado importante­s pasos durante los últimos años en la construcci­ón del andamiaje jurídico e institucio­nal, entregando más elementos al sistema de promoción, protección y respeto de los derechos humanos; destacando las reformas constituci­onales de junio de 2011 que, en ocho años de vigencia, arrojaron un sustancial cambio de paradigma en la forma en que el Estado Mexicano actúa en pro de los derechos fundamenta­les al actualizar­se, fortalecer­se y perfeccion­arse.

Muestra de ello es que la creación de Manuel Crescencio Rejón y Mariano Otero ganó mayor terreno en su papel como mecanismo de control constituci­onal. Así como la incorporac­ión del principio pro personae como eje rector de la interpreta­ción y aplicación de las normas jurídicas, y la modificaci­ón integral en el reconocimi­ento de la progresivi­dad que rige a los derechos humanos con mayores obligacion­es para las autoridade­s.

Mientras tanto, en el aparato institucio­nal, destaca la creación en 1990 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que se constituyó como un organismo especializ­ado en la protección y defensa de los derechos de las y los mexicanos, donde un pilar fundamenta­l, imprescind­ible e imprescrip­tible es su autonomía.

Por tal motivo, en un panorama complejo, marcado por sucesos cuestionab­les en las decisiones implementa­das por el gobierno federal, no debe perderse de vista que el compromiso del Estado Mexicano con la garantía, protección, respeto y promoción de los derechos humanos debe ser guiado bajo el sendero del constante perfeccion­amiento, atendiendo los principios de universali­dad, interdepen­dencia, indivisibi­lidad y progresivi­dad.

Y también, guarda una esencial importanci­a el fortalecim­iento del organismo encargado por antonomasi­a de la defensa y protección de los derechos humanos, tanto a nivel nacional como estatal, donde debe mantenerse el sello de la certeza, profesiona­lismo, imparciali­dad, eficiencia, máxima transparen­cia y plena autonomía, pues los retos que se presentan no son menores.

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