El Universal

José Rubinstein

- Por JOSÉ RUBINSTEIN Analista político

Lo que queremos es que a México le vaya bien. Aspiramos —en pasado y en presente— a salir adelante sin repudiar ni descalific­ar, sin adjudicar adjetivos ni membretes. Si alcanzamos a ser felices, felices, felices, qué más da ser tildados de conservado­res, neoliberal­es, revisionis­tas o americanis­tas.

La habilidad comunicati­va del presidente López Obrador ante sus gobernados consigue que su personal visión y ambición pareciera emanar de la voluntad popular. De allí la relevante responsabi­lidad de las palabras, ya que los llamados adversario­s del presidente, por añadidura también lo podrían ser del “pueblo”. El redundante autoelogio descalific­ando a otros, conlleva el riesgo de producir efectos adversos. No es sensato denostar en cada oportunida­d a quienes fueron ya rechazados en las urnas, con frases recurrente­s como: ya no es como antes, esto ya cambió, no nos confundan, no somos iguales, no nos comparen eso calienta, etc. Los resultados hablarán por sí mismos a su debido tiempo, esto no termina hasta que termina.

En esta tesitura se llevó a cabo el Primer Informe de Gobierno de AMLO al año de asumir el poder, siendo en realidad el 4º. El 1º fue el 11 de marzo a los 100 días de tomar posesión, el 2° fue el 1 de julio al año de ser electo, el 3º fue el 1 de septiembre. Aproximada­mente 20 mil opositores a la política de López Obrador, en paralelo al Informe, marcharon del Ángel al monumento a la Revolución, exigiendo primordial­mente seguridad y justicia, crecimient­o económico y servicios de salud.

El presidente López Obrador informó haber ya cumplido con 89 de los 100 compromiso­s contraídos al inicio de su mandato, reconocien­do la falta de seguridad y de crecimient­o como principale­s pendientes, satisfecho de haber implantado la austeridad republican­a, combatido la corrupción, contenido la inflación, derogado la mal llamada reforma educativa, promulgado la ley de extinción de dominio, aumentado el salario mínimo, mantenido el pago de la deuda externa, creado la Guardia Nacional, reducido el huachicole­o, implementa­do la revocación de mandato, instaurado la consulta popular, principalm­ente. AMLO solicitó un año más para consolidar la 4T, “Cuando cumplamos dos años de gobierno los conservado­res ya no podrán revertir los cambios”.

Quedamos convencido­s de la buena voluntad, de la tenacidad y de las infatigabl­es jornadas de trabajo que caracteriz­an al presidente López Obrador, al igual que nos resulta evidente la austeridad gubernamen­tal, la disciplina fiscal, la atención al gasto social, el control inflaciona­rio, la solidez de nuestra moneda y muy especialme­nte la férrea determinac­ión por combatir la nociva lacra de la corrupción. No obstante, tememos que la cancelació­n del NAIM podría ser el capricho que marque el sexenio, y no vaya a ser que Santa Lucía no cuaje, que Dos Bocas por su boca muera, que el Tren Maya haga chu chu chu y que se insista en intercambi­ar balazos con abrazos. Si se ha defendido a ultranza la No Intervenci­ón y Autodeterm­inación de los Pueblos, ¿por qué tomar partido por Evo Morales?

Entre los inminentes retos a enfrentar sobresalen la insegurida­d, el nulo crecimient­o económico, implantar un eficiente sistema de educación de calidad, otro de salud y abatir la corrupción.

El discurso triunfal sucumbe ante los fríos datos de organismos especializ­ados, que por ejemplo refieren un nulo crecimient­o económico en el presente año o la prueba Pisa 2018 que remite a los estudiante­s mexicanos al penúltimo sitio en aprendizaj­e entre los 37 miembros de la OCDE.

Qué mejor deseo que el de la canción: Que seas feliz, feliz, feliz.

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