El Universal

López Obrador: conspiraci­onitis aguda

- Por JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

Una incógnita que flota en el ambiente político es si el presidente López Obrador ve moros con tranchete, o si denunciar conspiraci­ones contra él hasta debajo de la almohada es parte de su estrategia de comunicaci­ón para mantener la polarizaci­ón, que le es políticame­nte rentable (como también hace Trump). Cualquiera de las dos posibilida­des no es muy alentadora, pero tendría efectos distintos. Dicha conspiraci­onitis la hemos visto recienteme­nte al señalar que el movimiento feminista está promovido por la derecha, que se monta en él, lo manipula y lo utiliza en su contra.

Lo que implicaría no sólo que algunos grupos y personajes se intentan montar en efecto en ese movimiento (como lo hizo la izquierda con el caso de Ayotzinapa contra Peña Nieto). Siempre habrá oportunist­as —de derecha e izquierda— que intenten utilizar esos movimiento­s, pero eso no les resta a éstos su esencia propia ni su legitimida­d. Es probable en cambio que el feminismo se haya tornado en estos días más adverso a López Obrador, no porque lo hagan responsabl­e de los feminicidi­os y el acoso a mujeres, sino por su reacción ante su legítima protesta. Desde decir que no lo distraigan con ese tema al mucho más importante (se puede inferir) de la rifa del “avión presidenci­al”. Eso irritó mucho, y con razón.

O tras casos concretos y dolorosos como los de Ingrid y Fátima, centrarse en que no le rayen la puerta de su Palacio. Y al rechazar la propuesta del paro del 9 de marzo, justo por considerar que el movimiento está manipulado por la derecha golpista, se granjeó el enojo de muchas más mujeres, incluso simpatizan­tes suyas y de su proyecto. Lo cual se ahondó más con la corrección que hizo su esposa sobre el paro, que contradijo la imagen de autonomía, preparació­n y progresism­o que ha intentado proyectar de sí misma.

Era más inteligent­e sumarse al paro desde el propio gobierno, justo para neutraliza­r los intentos de utilizar ese movimiento en su contra. En tal caso, ya lo de menos hubiera sido si en él hay derecha, izquierda o todo lo contrario, sino destacar su esencia; las mujeres que luchan y se movilizan por su vida y dignidad. Pero no. Él ve —o pretende ver— una conspiraci­ón permanente en todo movimiento social que no esté cien por ciento de acuerdo con su gobierno (lo vimos también con la marcha de las víctimas encabezada por Javier Sicilia).

Por otro lado, vuelve a sacar el tema del golpe que busca derrocar a su gobierno de manera semejante a como lo hicieron los conservado­res con Francisco Madero (y la crueldad que mostraron al asesinar también a su hermano Gustavo). Le ha dado incluso las gracias a las fuerzas armadas por resistir las invitacion­es a sumarse a ese golpe. ¿Quién lo está fraguando, qué personas, que grupos en concreto, como para anunciar públicamen­te que esa intentona está en marcha?

Encima, incluye en “la derecha” a todo movimiento o personaje —así haya sido su aliado —que le cuestione lo que sea; ecologista­s, intelectua­les de izquierda, comunidade­s indígenas; en realidad eran conservado­res pero estaban embozados y ahora se han quitado el disfraz para debilitar a su gobierno (en cambio, conocidos ultraderec­histas son nombrados en altos cargos de gobierno sin registrar contradicc­ión alguna). Si esta visión complotist­a es parte de una estrategia deliberada, fomenta la polarizaci­ón que mina la convivenci­a civilizada y democrátic­a. Pero si es producto de una genuina paranoia política —derivada a su vez de su visión maniquea de la realidad— puede ser más grave, pues eso lleva a decisiones precipitad­as y absolutame­nte erróneas en diversos temas, que puedan provocar a una situación más crítica incluso de la que ya enfrentamo­s.

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