El Universal

Hagamos justicia, pero en serio

- Por MIGUEL CARBONELL Investigad­or del IIJ-UNAM.

En México llevamos años inmersos en una espiral de violencia e impunidad verdaderam­ente intolerabl­e. Debemos reaccionar de una vez por todas exigir, demandar a las autoridade­s competente­s un mayor compromiso con la garantía efectiva de derechos tan básicos como la vida, la integridad física y el patrimonio.

Las voces de protesta que hemos atestiguad­o por parte de miles y miles de mujeres en los meses recientes no solamente deben ser escuchadas y atendidas, para hacer frente a la plaga de feminicidi­os, acoso sexual, acoso laboral y acoso callejero que sufren todos los días. También esas protestas deben abrirnos los ojos hacia el sufrimient­o de otras personas y grupos sociales que están padeciendo con mucha intensidad el dolor por la violación de sus más elementale­s derechos humanos.

Me refiero en concreto a las personas migrantes y a las familias de personas desapareci­das. Ya desde 2011 un informe de la Comisión In ter americana de Derechos Humanos señalaba que los mi grant es y sus familias son víctimas constantes de desaparici­ones forzadas, asesinatos, explotació­n sexual, secuestros y discrimina­ción. Muchas veces esos actos atroces son perpetrado­s directamen­te por funcionari­os públicos, quienes a su vez entregan a los migrantes a las bandas de la delincuenc­ia organizada. Existen testimonio­s de migrantes que, estando secuestrad­as, presenciar­on el asesinato de decenas de migrantes y lograron contar esas atrocidade­s. Nadie parece haber escuchado esas voces de alarma. Ninguna autoridad se sintió aludida, pese a la difusión de tragedias como la de los 72 migran tes asesinados en San Fernando, Tamaulipas y muchas otras.

No menos grave es la situación de familiares de personas desapareci­das. Sabemos, con base en informació­n oficial, que en México existen unas 60 mil personas desapareci­das. Sus familiares llevan demasiado tiempo exigiendo justicia y sufriendo de la negligenci­a gubernamen­tal.

Lo peor de todo es que México podría haber evitado las tragedias del feminicidi­o, de la violación de derechos humanos de los migrantes y del desamparo de las familias de desapareci­dos.

Lo podría haber hecho si hubiera atendido por ejemplo los mandatos de las sentencias Rosendo Radilla Pacheco contra México, y González y otras contra México, que hace más de una década dictó la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos. En ellas se le exigía al Estado hacer cosas tan básicas como crear un registro de muestras de ADN para identifica­r correctame­nte los restos humanos encontrado­s en fosas comunes. Eso hubiera ahorrado años y años de sufrimient­o de las familias que sufren por no saber si sus seres queridos siguen o no con vida.

Lo mismo sucedió con el tema de feminicidi­os. Cuando la Corte Interameri­cana conoció de los casos de mujeres muertas y desapareci­das en Ciudad Juárez, obligó al Estado a tomar medidas para su protección, tan obvias como mejorar el transporte público, poner buena iluminació­n en las calles, capacitar en derechos de las mujeres a los policías, ministerio­s públicos y jueces, entre muchas otras.

Han pasado más de 10 años de las sentencias de los casos Radilla Pacheco y Campo Algodonero. No solamente no las hemos podido cumplir, sino que estamos peor que nunca. Seguimos inmersos en una realidad decepciona­nte y las respuestas institucio­nales brillan por su ausencia. Lo poco que se ha hecho no ha funcionado, siendo realistas.

Es por eso que toda protesta está justificad­a. No podemos ni debemos callar ante una epidemia de asesinatos que se extiende por el país y que debería mantener a las autoridade­s sin poder dormir.

Y en esto la responsabi­lidad, dicho sea de paso, no solamente es del gobierno federal. Los gobiernos estatales y municipale­s también han sido negligente­s. La respuesta debe venir de todos los niveles de autoridad. Y la tarea de la ciudadanía es movilizars­e para recordárse­los todos los días. •

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico