MÉXICO, EN BIBLIOTECA DEL CINE
El UNIVERSAL recorrió el recinto que tiene más de 100 mil guiones, 32 mil libros, 300 mil carteles y 10 millones de fotografías
EL UNIVERSAL visitó el recinto en Hollywood, que resguarda material de cintas como Macario.
Hollywood. —Es difícil de imaginar. Aquí, donde meticulosos gabinetes resguardan más de 100 mil guiones, 32 mil libros, 300 mil carteles, 10 millones de fotografías y hasta una estatuilla del Oscar —que brilla el doble porque es la única que enviaron al espacio exterior—, hubo ovejas alguna vez.
Hay algo en la antigua Planta de bombeo de Beverly Hills que se precipita y no deja escapar el tiempo. Hoy es la Biblioteca de la Academia de Ciencias y Artes de Hollywood, llamada Margaret Herrick, pero hace 200 años era un terreno pantanoso de dos mexicanos: María Rita Valdez y su esposo, Vicente Villa, quienes nunca cedieron el espacio.
Hoy, EL UNIVERSAL es invitado a recorrer las instalaciones de forma exclusiva. Mientras en el Teatro Dolby se piensa en glamour unas semanas al año por la entrega del Oscar, acá se trabaja por igual cada día: “Esta es, quizás, la biblioteca de investigación cinematográfica más grande del mundo”, dice su director, Matt Severson. “Nuestro alcance es global, no se trata sólo de los Premios de la Academia o de Hollywood, sino que buscamos capturar todos los días la historia de toda la cinematografía del mundo”.
El equipo de la Biblioteca ha dispuesto un cuarto especial para que un reducido grupo de personas vea un poco de su vasta colección. Han pensado, desde luego, en México. Está ahí la imagen de Pedro Infante en un libro que data de 1954, el Directorio artístico mexicano, que es más bien un catálogo que servía para promover a figuras en la época dorada del Cine Mexicano; en él también están Jorge Negrete, Miroslava y Dolores del Río, entre otras.
Pero tampoco hace falta esa referencia para ver a México. Luego de que “El rancho de las aguas pantanosas” o “Ciénegas” dejara de ser de la familia Villa Valdez, y aún más, de México, las autoridades locales, ya estadounidenses y a principios del siglo XX, decidieron crear ahí un edificio que ayudara con el desabasto de agua en la naciente Beverly Hills. Había que construir algo funcional: una gran planta de agua que también fuera agradable a la vista.
La decisión de los creadores del concepto (Alfred J. Salisbury, Charles B. Bradshaw y Arthur Taylor) fue inspirarse en haciendas mexicanas (en especial en la de Luis Terrazas en Chihuahua), y retomaron el colonial español e italiano. Por eso hay una gran torre de 30 metros que nunca ha tenido campana: su función era camuflar una chimenea que dejaba escapar el azufre del agua tratada a una altura suficiente para que no se percibiera su olor desagradable.
Esa iglesia, que nunca lo fue, se construyó en 1927 y quedó inservible en 1971 a causa de un sismo. Luego de casi dos décadas en abandono —se pensó en demolerlo y construir un parque, pero fue preservado por las autoridades al ser un edificio histórico—, la Academia hizo una oferta para rehabilitarlo. En 1991 albergó la ahora Biblioteca Margaret Herrick, nombre en honor a la fundadora de esta institución de casi 90 años de historia.
El lugar posee cientos de colecciones que van desde los archivos de los principales estudios (incluidos MGM y Paramount) y de otras organizaciones de la industria, además de documentos personales que han sido donados por herederos de figuras como Alfred Hitchcock, Arthur Hiller, Hedda Hopper, Ian McLellan Hunter y John Huston.
“La verdad es que mucha gente pasa por aquí y piensa que somos una iglesia vieja, no una biblioteca”, reconoce su director en tono de broma. Durante casi dos décadas, Severson tuvo la misión imposible de dar cauce a las 10 millones de imágenes que posee el departamento fotográfico hasta que, en diciembre de 2018, le pidieron liderar el recinto. Su trabajo será clave para el Museo de la Academia que se inaugurará el 14 de diciembre de este año, pues proveerá continuamente parte de su material para la curaduría de las exposiciones que ahí se presentarán.
El área en que trabajó, la de fotografía, contiene grandes escáneres e imágenes de igual tamaño de películas emblemáticas, como El Padrino; Severson presume la fotografía de Elizabeth Taylor que realizó con sólo 16 años para la revista Time; también la de un concurso del doble de Charles Chaplin en el que reconoce el rumor de que fue el propio actor quien participó y perdió. En especial, un álbum personal de la actriz Shirley Temple, que contiene imágenes de ella en películas.
Memoria nacional. La memoria visual es tan imponente como la de la palabra. Hay libros de todo el mundo, además de cerca de 20 mil guiones y textos, recortes de periódicos, revistas y notas de distintos filmes. Mucho material es de México. Uno es especialmente relevante: el de la cinta Macario, de 1960, protagonizada por Ignacio López Tarso, dirigida Roberto Gavaldón y fotografiada por Gabriel Figueroa.
La biblioteca de la Academia contiene fotografías del rodaje, stills de la película y un testimonial oral de López Tarso; la sección de carteles posee tres de ellos (dos de los cuales fueron exclusivos para el público anglosajón), además del guión de la cinta, la primera mexicana de ficción nominada al Oscar. El texto, que se ve en la etapa de tratamiento, muestra que el proyecto escrito por B. Traven llevaba por título, “El huésped no invitado a la cena”, nombre que fue borrado con lápiz para añadir, “Macario”. “Lo más importante es que muchos guiones contienen su tratamiento a detalle; hay desde anotaciones, hasta piezas curiosas como flores y otros objetos, incluso versiones del guión que nunca salieron”, detalla el director.
La biblioteca está abierta a cualquier visitante (sin costo) y tiene un apartado digital. Usualmente es recorrida por investigadores y estudiantes, aunque Bill Kramer, director del próximo Museo de la Academia, cree que cuando su recinto abra, el interés por reinterpretar a Los Ángeles como una ciudad que resguardará la historia del siglo XX tomará importancia para la posteridad; la Biblioteca del cine entonces se hará más esencial.
Anne Coco, jefa del departamento de Artes gráficas, no puede apostar tanto al futuro, pero muestra un bosquejo del diseño de vestuario de la película Frida, que puede dar perspectiva. Contiene la imagen trazada por Julie Weiss, adornada con recortes de telas inspiradas en los atuendos de la pintora mexicana. Junto a él hay una impresión digital de la cinta Pantera negra, realizada en una tableta electrónica.
Coco cree que es un ejemplo de los cambios de los que nadie puede sustraerse; le gusta, eso sí, que además de la memoria digital, haya posibilidad de un respaldo físico: “Hay una fascinación con lo material, es sexy ponerlo en un iPad y no sabemos qué pase, pero esta colección hace que la gente hable, que se sorprenda por poder casi tocar la historia”.