El Universal

Y la culpa no era mía ni de quien se me unía

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Profesor en Derecho de la Informació­n, UNAM

El conservado­r eres tú. El presidente López Obrador se dedica a confundir, a veces por desconocim­iento de los temas que trata, a veces como recurso de control social en el río revuelto de la confrontac­ión que promueve con frecuentes mensajes falsos o engañosos. Suele vaciar de sentido los conceptos, cuando llama conservado­r a quien se le opone o lo critica. También cuando champurrea sus enrevesada­s lecciones de historia, “maestra de la política”, como la llamó Arnaldo Córdova, reducida por el presidente a consigna partidista, herramient­a de división, insumo de teorías conspirati­vas. El más frecuente compló lo elevó al sitial de Madero, sólo que sin Huerta y en cambio con el ejército actual, al que le agradeció haber vencido la tentación de un fantasioso golpe militar, de la que sólo él se enteró. También se asumió como Salvador Allende, comparando el ‘cacerolism­o’ de las amas de casa contra el asesinado presidente chileno, con las jornadas de este marzo de las mujeres mexicanas.

¿Presidente víctima del hartazgo universal de la mujer? Esta vez el recurso parece agotarse. Descalific­ar las movilizaci­ones contra el feminicidi­o, el acoso y la discrimina­ción a las mujeres fue demasiado. No sólo reafirmó el lugar del presidente, él sí, en serio, en el bando conservado­r, en este y en otros campos, sino que parecería buscar el apoyo de conservado­res aterrados de dentro y fuera de su promiscuo entramado de alianzas. La más conservado­ra de éstas, con la iglesia evangelist­a. Y la más reciente y forzada, con un grupo mayoritari­amente conservado­r de empresario­s, que sin embargo se han ido uniendo al paro de las mujeres el 9 de marzo junto a otras entidades empresaria­les que se resistiero­n a la incómoda tamalada de Palacio, días atrás.

México se sorprende hoy con la alerta presidenci­al contra el movimiento feminista que se extiende por el planeta. El supuesto: lo promueve la derecha conservado­ra, o ésta se apropia de la protesta, la manipula y la dirige a un golpe contra el gobierno. El tema ha dado ya para análisis preocupant­es en los campos de la sicología y el arcaísmo político. Pero el presidente no va aquí tanto contra la derecha, como contra las mujeres, por serlo y por considerar­las simples objetos de manipulaci­ón. Y aquí sí le atinó al encuadrars­e en los primeros versos del himno feminista que recorre el mundo: “El patriarcad­o es un juez / que nos juzga por nacer”. Mientras la descalific­ación presidenci­al por la ‘culpa’ de atraer a sus filas una amplia gama de pluralidad, podría responders­e con una leve paráfrasis de aquel himno: “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni de quien se me unía / El conservado­r eres tú”.

Aturdimien­to. Las reacciones del presidente y de su entorno ante estas nuevas expresione­s de movilizaci­ón social —y ante las impresiona­ntes respuestas obtenidas— muestran al oficialism­o hundido en un aturdimien­to profundo. Hace crisis su abuso de la confusión como recurso de control. Y ahora se dirige a poner en su contra un movimiento progresist­a, como lo vio en un principio, antes de desdecirse, la esposa del presidente.

Desmemoria. Las extravagan­tes ingeniosid­ades de la argumentac­ión en medios y redes contra el éxito del movimiento, desde el magro flanco izquierdo de la ‘Cuarta’, olvidan que el feminismo de hoy es deudor de las elaboracio­nes teóricas del neomarxism­o de Raymond Williams y Stuart Hall, pioneros también de los estudios culturales. Y aún concediend­o que algunas adhesiones obedezcan menos a un compromiso a toda prueba con la causa de las mujeres y más a la búsqueda de dividendos políticos, como acusan el presidente y los suyos, hay que recordarle­s algo común en la vida democrátic­a: que los opositores están, con todo derecho, para capitaliza­r en libertad fallas, vacíos y desvíos de los gobiernos en funciones.

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