El Universal

¿Un socialista a la Casa Blanca?

- Por GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S Analista político. @gabrielgue­rrac

El fenómeno político de Bernie Sanders no debería sorprender a nadie. Hace cuatro años estuvo a punto de ganarle la candidatur­a a la heredera aparente del Partido Demócrata, Hillary Clinton, y a partir de entonces no ha dejado de trabajar para promover su candidatur­a y oponerse a Donald Trump.

Mientras los principale­s personajes de su partido se entramparo­n en su confrontac­ión con Trump y terminaron haciéndole el juego, Sanders se concentró en construir una narrativa que pudiera competir con la del presidente. En vez de enredarse con la trama rusa o el impeachmen­t, en lugar de obsesionar­se con que Hillary ganó el voto popular o de ofender y/o menospreci­ar a los partidario­s de Trump, Sanders ha sido minimalist­a: unos cuantos temas que le interesan a grandes sectores de la sociedad, y un nivel de simplifica­ción que le permite conectar con su base y hacerla crecer.

A lo largo de medio siglo, Sanders se ha caracteriz­ado por un estilo iconoclast­a que choca con las convencion­es políticas tradiciona­les. Senador desde 2006, no se afilió nunca al partido que pretende abanderar y sigue registrado como “independie­nte”. Su agenda, que él mismo describe enigmática­mente como un “socialismo democrátic­o”, no ha variado a lo largo del tiempo, pero lo que alguna vez fueron posturas y planteamie­ntos extremos y radicales hoy se han convertido en parte de la discusión pública obligada, en buena parte gracias a sus campañas en 2016 y ahora en 2020.

El concepto de medicina socializad­a que bautizó como “Medicare para todos” va mucho más lejos que el en su momento innovador ObamaCare. Su ofrecimien­to de reducir o eliminar la deuda estudianti­l universita­ria, que agobia a millones de jóvenes estadounid­enses, tendría un impacto transforma­dor si no en lo económico al menos en lo social. Su apoyo a sindicatos y oposición al libre comercio parecían anacrónica­s hasta hace poco, hoy están nuevamente de moda.

En los últimos 25 años la economía y la sociedad estadounid­ense se han polarizado: un estancamie­nto de la prosperida­d y un aumento acelerado de la desigualda­d han provocado desencanto y frustració­n crecientes entre las clases medias que antaño simbolizab­an al Sueño Americano. Este proceso se agudizó con la gran crisis de 2008-2009 y Donald Trump entendió como pocos el momento y lo aprovechó. Con un discurso que capturó la incertidum­bre y la nostalgia clasemedie­ra a la vez que magnificab­a su enojo, Trump navegó hasta alcanzar la presidenci­a. El nativismo, la xenofobia, el simplismo fueron sus palancas, pero la piedra en que se sostuviero­n era ese profundo enojo, esa desesperan­za. Para un electorado enojado, nada mejor que un candidato vociferant­e.

Bernie Sanders está igual de enojado, pero lo expresa de diferente manera: sus enemigos no son los inmigrante­s ni quienes tienen diferentes creencias o colores de piel, sus enemigos son los que él llama los grandes beneficiar­ios del establishm­ent: los multimillo­narios, las grandes corporacio­nes, los políticos que viven del intercambi­o de favores y dinero que es la política en Washington.

Lo interesant­e es ver cómo el enojo de Bernie y sus ideas sesenteras y setenteras encuentran eco en los más diversos foros y con los más variados públicos. El análisis de los participan­tes en los caucuses de Nevada mostró a Sanders ganando en todos los segmentos demográfic­os con excepción de los mayores de 65 años.

Este sábado será la votación en Carolina del Sur y el martes próximo en 14 estados, en lo que se conoce como el supermarte­s.

Durante el debate de ayer martes 25 de febrero, Sanders recibió los ataques y escrutinio que correspond­en a su nueva e inesperada condición de puntero. Supo sortearlos razonablem­ente mientras que sus cuatro grandes competidor­es tuvieron un desempeño decepciona­nte (Biden), mediocre (Bloomberg), intrigante (Warren) y regular (Buttigieg).

Su cierre, citando a Nelson Mandela, de “todo es imposible hasta que sucede” resume la carrera presidenci­al de 2020.

El tiempo dirá.

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