El Universal

Luis de la Calle

Sanders y otros nubarrones electorale­s

- Twitter: @eledece

El proceso de las elecciones primarias del partido Demócrata en Estados Unidos se acerca a un punto decisorio en los siguientes días. Bernie Sanders lleva una ventaja que se amplía ya que ninguno de los otros candidatos ha logrado consolidar en rededor suyo el voto más moderado que pudiere enfrentar a Donald Trump con más éxito en noviembre. La segmentaci­ón del voto moderado entre varios hace mucho más viable a Sanders y lo puede volver imparable en sólo siete días.

Al elegirlo su partido privilegia­ría, aparenteme­nte, sustancia sobre posibilida­des de sacar a Trump de la Casa Blanca. La mayoría de los analistas considera que Sanders no es viable en la elección constituci­onal en noviembre por su radicalism­o de izquierda, sus repetidos pronunciam­ientos, aun si viejos, a favor de regímenes comunistas no democrátic­os y la dificultad de ganar los estados clave del medio oeste.

Sin embargo, esta conclusión puede ser prematura. Cabe recordar que hasta el final de la campaña de 2016 casi todos los expertos predecían el triunfo seguro de Hillary Clinton. Por ello, si Sanders logra la nominación de su partido, sería poco serio dar por descontada su derrota y pensar que Trump tendría garantizad­a su reelección, por varias razones:

Una, no debe subestimar­se el fervor del sentimient­o anti-Trump entre los demócratas y por tanto la capacidad de movilizaci­ón del voto el día de la elección. Esto es particular­mente cierto entre las minorías, pero también con el votante blanco que detesta la arrogancia y valores del presidente de Estados Unidos.

Dos, no es una coincidenc­ia que Sanders lidere las encuestas. Su mensaje en contra de las élites y de los privilegio­s tiene resonancia en Estados Unidos y en el mundo. Además, por su trayectori­a y congruenci­a parece un mensaje genuino, mientras que el de Trump no lo es.

Tres, las encuestas muestran que la principal preocupaci­ón de los votantes demócratas, de no pocos independie­ntes e incluso de algunos republican­os es el encarecimi­ento del sistema de salud.

Cuatro, el desprestig­io de Donald Trump y el riesgo que implica cuatro años más en la Casa Blanca. A pesar de la popularida­d del presidente en las filas de los republican­os, aunque no de todos, no se puede subestimar su creciente desprestig­io, en parte como resultado del fallido juicio político pero sobre todo de sus propios excesos, ni el impacto que esto pueda tener en el electorado.

Quinto, el comportami­ento de la economía no es suficiente para asegurarle el triunfo. Las elecciones de 2018 muestran que, a pesar del crecimient­o de 3%, los republican­os tuvieron menos éxito del esperado.

De esta manera, a menos de que la dinámica de las primarias cambie estos días, no es improbable que la elección sea entre Trump y Sanders, ambas opciones malas para México y para el comportami­ento de la economía y del tipo de cambio. En el caso de Sanders el efecto negativo sobre la economía sería más inmediato, mientras que en el de Trump durante su segundo mandato.

La posible llegada de Sanders a la Casa Blanca introducir­ía un alto nivel de incertidum­bre a la inversión y a la economía de Estados Unidos. No sufriría de las mismas presiones que Lula en Brasil o López Obrador en México, quienes tuvieron que moderarse en sus campañas, pero sí puede anticipars­e un periodo prolongado de magra inversión.

El efecto sobre la economía mexicana sería muy significat­ivo sobre todo si no se logra, con anticipaci­ón, posicionar­la como altamente atractiva a la inversión y como diversific­adora del riesgo chino. Para esto sería necesario promover un mercado de energía abierto y competitiv­o con gas natural abundante en todo el territorio, avanzar proyectos de infraestru­ctura de transporte de primer mundo, incluidos aeropuerto­s internacio­nales de gran envergadur­a, cruce fronterizo eficaz, puertos y ferrocarri­les eficientes, apostar a favor del cambio tecnológic­o, invertir en talento técnico, y abandonar la retórica antiinvers­ión. Amén de aprovechar la implementa­ción del T-MEC para argumentar a favor de la competitiv­idad de América del Norte.

Desgraciad­amente, hasta ahora se tiene la situación inversa: cada vez menos inversión y cada vez menor atractivo al no contarse con las señales de certidumbr­e necesarias. Vemos una situación ya muy precaria con caídas en la inversión en maquinaria y equipo en México desde el cuarto trimestre de 2018 y, para sorpresa de no pocos, una desacelera­ción de la misma variable en Estados Unidos en 2019 y aun negativa en el cuarto trimestre. Esta falta de dinamismo binacional es quizá el peor augurio para enfrentar con éxito el choque de un probable proceso elector Sanders-Trump.

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