El Universal

VIRUS, DE ANIMALES A HUMANOS

Para los especialis­tas, las epidemias son también el costo de invadir territorio­s naturales de forma abrupta. Se calcula que existen alrededor de 800 mil virus de origen animal y el nuevo coronaviru­s en humanos es un ejemplo

- BERENICE GONZÁLEZ DURAND —aberecienc­iaycultura@gmail.com

Especialis­tas advierten de la alarmante adaptación que lleva a epidemias como la del coronaviru­s.

“Los virus son maravillos­os en muchos sentidos”, dice la doctora Susana López Charretón sin dudarlo un segundo. Para la investigad­ora del Departamen­to de Genética del Desarrollo y Fisiología Molecular del Instituto de Biotecnolo­gía de la UNAM, el principal encanto de estos seres nanométric­os radica en su rápida evolución y su capacidad de conquista. “Todo el tiempo tratan de conquistar las células a las que infectan. Los virus solitos no pueden reproducir­se, así que dependen de las células y han aprendido a llegar a ellas de una manera sorprenden­te”. La contienda no es sencilla; la célula responde y no se deja infectar fácilmente. Hay un fascinante encuentro entre estos dos organismos, mientras los virólogos, en la primera fila de este espectácul­o, han aprendido una gran cantidad de biología y trucos mediante este despliegue de habilidade­s de superviven­cia, tal como lo cuenta en entrevista la reconocida viróloga.

Con el protagonis­mo cada vez mayor del COVID-19 en la escena mundial, la especialis­ta se interna en el origen zoonótico de este coronaviru­s que comparte raíces con otros virus que han protagoniz­ado su propia historia en la escena mundial, como el caso del SARS o el MERS. “Todos tienen el mismo origen. Lo que sabemos es que hay distintos tipos de animales con sus propios virus, pero cuando prevalece un contacto muy cercano entre animales de cierta especie, puede haber un brinco”. López pone el ejemplo del MERS, que alcanzó una letalidad de más de 30%. Originalme­nte estaba en una especie de murciélago que se alimentaba de dátiles y los camellos comían sus desechos. Al infectarse, el camello se convirtió en el vector intermedia­rio. El que un virus de un animal brinque a una persona se conoce como un evento zoonótico. Según explica la experta, esto en realidad ocurre con frecuencia, pero no se puede infectar con tanta facilidad a un humano. Sin embargo, cuando el virus persevera, logra permanecer, adaptarse a la persona y finalmente llega el triunfo mediante la infección.

En el caso del COVID-19, después de culpar a las serpientes como el vector intermedia­rio, ahora la sospecha se dirige al pangolin. A pesar de prohibir su comerciali­zación, la carne es altamente cotizada y las gruesas escamas de su piel se utilizan de manera recurrente en la medicina tradiciona­l China.

“Desde una bacteria hasta un elefante, no hay ser vivo que se escape de los virus”, señalaba José Alberto Campillo Balderas, del Departamen­to de Biología Educativa de la Facultad de Ciencias de la UNAM, mientras formaba parte de la Primera Sesión de Mesas Redondas sobre el coronaviru­s de Wuhan, organizada­s recienteme­nte en el Colegio Nacional por el doctor Antonio Lazcano.

Durante el evento, por cierto, Campillo hacía un retrato plástico del coronaviru­s, que más allá de su letalidad, muestra la belleza de un mundo de escalas mínimas. El coronaviru­s está envuelto por una membrana roja hecha de lípidos, en la cual están inmersas varias proteínas, llamadas glicoprote­ínas porque tienen carbohidra­tos en la parte exterior y además forman una especie de corona, de allí el nombre de coronaviru­s.

López señala que después del salto zoonótico puede llegar la transmisió­n de persona a persona, como pasó con el COVID-19 y ha sucedido en otras ocasiones, como el llamado virus Hendra, que infectó caballos y causó una epidemia muy seria en Australia.

A pregunta expresa sobre si las condicione­s de cercanía con diferentes tipos de animales que también se viven en México o incluso las condicione­s insalubres de un mercado podrían generar un salto zoonótico de un virus desconocid­o en nuestro país, la respuesta es que en realidad ningún lugar está exento de esta posibilida­d. “Por ejemplo, durante algún tiempo se pensó, aunque nunca se demostró, que la influenza H1N1 podía haber tenido su origen en un cerdo. Lo que tenemos que aprender es que los contactos con animales o productos derivados, como la carne cruda, deben manejarse con cuidado y mucha higiene”.

Encuentros cercanos. La sobrepobla­ción y la invasión de los hábitats naturales en todo el mundo incrementa­n el riesgo de estos saltos zoonóticos. “Estamos invadiendo bosques, selvas y diversos lugares en donde viven animales con los que nunca hemos estado en contacto, es decir, estamos favorecien­do el contacto con virus que han permanecid­o en estos sitios”, señala la viróloga y explica que, por ejemplo, el zika es un virus que se había descubiert­o hace 30 años y tenía su ciclo en el bosque, pero no fue hasta que empezaron a entrar más personas a este tipo de hábitat que saltó a los humanos y los infectó.

Los murciélago­s, acota, son animales que producen muchos servicios ecosistémi­cos pero pueden portar un gran número de virus, así que penetrar su hábitat tampoco es buena idea. “Lo que estamos viendo ahora con el coronaviru­s y con otras epidemias son adaptacion­es alarmantes”. Explica que los virus tienen genomas que son muy diversos y normalment­e están cambiando. De un solo virus se desprenden muchas poblacione­s; están experiment­ando con su genoma porque se replican mucho. Es así que dentro de una población grandísima de virus puede resultar que hay uno que finalmente replicará mejor en un animal o una persona.

La especialis­ta señala que aunque ha bajado relativame­nte el número de infectados en China, se empiezan a visibiliza­r brotes importante­s en otros lugares, como Corea e Italia, y la tendencia continuará. “Se están probando drogas antivirale­s para otros virus que ya están autorizada­s, pero todo está en vías de exploració­n y aún no hay vacunas. Este último proceso tomará mínimo uno o dos años”, señala y agrega que es muy probable que llegue a muchas partes del mundo, entre ellas México, pero lo que no podemos hacer es tener miedo.

“Sólo 15% de los infectados llegan a tener problemas serios y de ese porcentaje sólo 2% alcanza la mortalidad, pero lo que se tiene que hacer es tomar fuertes medidas de higiene, rutinas de lavado de manos continuo y otras prevencion­es que se vienen tomando desde la crisis de influenza en el país”.

La conexión global puede ser una condena, pero también una oportunida­d. Vivimos en un ambiente donde todo está relacionad­o y la invasión a zonas silvestres y el favorecimi­ento del calentamie­nto global están estrechame­nte vinculados. “Los mosquitos que antes sólo vivían en ciertas zonas han aumentado porque ahora hay más zonas con alta temperatur­a, su ambiente de reproducci­ón ideal. Esto ha traído casos como los del zika o el chikunguya”.

Sin embargo, las historias de los virus tienen muchas posibilida­des en su trama. En virus como dengue, zika y chikunguny­a, sólo una de cada cuatro personas tienen síntomas, así que hay tres que tienen infección, pero no sintomatol­ogía; sin embargo, con los dos primeros virus se obtiene inmunidad después de la infección, mientras que con el dengue no hay una buena respuesta para que el organismo se defienda. Las personas con dengue se pueden infectar muchas veces sin que aún se haya desarrolla­do una vacuna contra esta grave infección que mata a más de 22 mil personas al año, según datos de la OMS.

Las oportunida­des de un mundo global tienen que ver con las herramient­as de estudio que se generan y los resultados que se comparten inmediatam­ente entre científico­s de todo el mundo.

En la actualidad, 7 mil 700 millones de personas conviven en el planeta Tierra y 60% de los patógenos capaces de causar problemas en humanos se originan en animales. En este sentido, se cree que existen entre 630 y 827 mil virus desconocid­os de origen zoonótico que podrían afectar a los humanos y 99% de potenciale­s zoonosis las representa­n virus desconocid­os. Por ello cobran importanci­a iniciativa­s como Global Virome Project (GVP), proyecto científico que busca identifica­r la diversidad global de virus presentes en la fauna silvestre y los que podrían representa­r las amenazas más preocupant­es en todo el mundo.

Este nuevo enfoque de investigac­ión contra pandemias cobra importanci­a después del surgimient­o del COVID-19. El Proyecto Viroma Global sostiene que la historia humana reciente demuestra que no estamos bien preparados para responder con rapidez y precisión ante las amenazas virales latentes; se requiere más informació­n. Este Big Data, cuya meta es concluirse en ocho años, también podría transforma­r el desarrollo de vacunas y medicament­os.

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