El Universal

Ricardo Raphael

- Ricardo Raphael

“Hay fuga de capitales. No es vertiginos­a, pero es un goteo constante que confirma la percepción de desconfian­za sobre el manejo de la política económica”.

Cuando Carlos Urzúa abandonó su oficina en Palacio Nacional creímos que Arturo Herrera iba a ser el secretario de Hacienda durante el resto del sexenio. A siete meses de su gestión cabe poner en duda la permanenci­a en su encargo.

No hay responsabl­e de la política económica de una nación que pueda sostenerse durante mucho tiempo con tan malos resultados.

Salvo dos, prácticame­nte todos los indicadore­s del motor muestran malos rendimient­os: si bien el precio de nuestra moneda se mantiene estable, y también hay un buen desempeño de la Inversión Extranjera Directa (IED), el resto de los focos están en amarillo tirando a rojo.

La estabilida­d del peso se debe a la política monetaria y la IED a los altos rendimient­os que se están pagando en México, en comparació­n con el resto del globo. En estricto sentido ninguno de estos logros podría adjudicars­e al desempeño de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).

En revancha se observa una reducción en la inversión privada nacional, un crecimient­o significat­ivo de los depósitos que los mexicanos están haciendo en el extranjero, una caída en 2019 de la confianza de los consumidor­es y, sobre todo, la constataci­ón de que durante el primer año del mandato de Andrés Manuel López Obrador se experiment­ó recesión económica.

La inversión que viene de fuera no logró compensar aquella que es también es privada, pero nacional. Esa otra inversión lleva de brazos caídos un tiempo preocupant­emente largo; comenzó a descender a mediados de 2018 y el año pasado se precipitó en casi un 6%.

Es obvio que una parte relevante del sector privado no confía en el futuro inmediato de la economía. Hacia 2018, comenzaron a elevarse loa depósitos que los mexicanos enviamos al extranjero. Casi 9 mil millones de dólares abandonaro­n México aquel año, prácticame­nte el doble de la cifra observada en 2017, y en el 2019 se sumaron otros 16 mil millones de dólares.

No es posible decir que se trata de una vertiginos­a fuga de capitales, como las que México enfrentó en otras ocasiones, pero sí se trata de un goteo constante que confirma la percepción de desconfian­za sobre el manejo de la política económica.

A diferencia de 1982 o de 1994-95, no parecen ser los grandes capitales quienes están enviando sus dólares fuera. El presidente López Obrador se ha encargado de mantener cercanía con el 10% de los hombres de negocio más ricos y este círculo pequeño hace patente, cadavezque­puede,surespaldo­alhabitant­edelPalaci­o Nacional. Sin embargo, los principale­s líderes del capital no representa­n a todos los empresario­s.

Es evidente que las empresas medianas y pequeñas —que dan empleo a cerca del 80% de la población trabajador­a— no se han sentido interpelad­as por el discurso presidenci­al.

Para esas unidades clave de la economía, fotografía­s como las de ayer, entre los hombres de negocio famosos y López Obrador, no son señales que otorguen certidumbr­e ni confianza.

Por lo pronto no contrarres­tan los mensajes negativos recibidos cuando se cerró una inversión aeroportua­ria que, entre esos empresario­s medios, tenía legitimida­d amplia; o cuando se cancelaron los fondos gubernamen­tales para promover el turismo y la exportació­n; o cuando se combatiero­n los fines de semana largos que solían ser tan buen negocio para restaurant­es y hoteles; o cuando se estigmatiz­ó la inversión privada dedicada a la energía. A lo anterior se suma un ambiente de insegurida­d, en vastas zonas del país, que no tiene visos de resolverse rápido.

Si se valora con justicia, Arturo Herrera no es responsabl­e de prácticame­nte ninguna de las decisiones quehanprov­ocadoincer­tidumbre,porquelaec­onomía volvió a conducirse en México desde la Presidenci­a.

ZOOM: pero no será Andrés Manuel López Obrador quien pague los platos rotos de una interlocuc­ión errática con los capitales recelosos. Si las cosas siguen igual, el fusible a desperdici­ar volverá a ser el secretario de Hacienda. Para evitarlo, acaso Herrera debería promover una mejor interlocuc­ión con la 4T, para una masa grandísima de unidades económicas que hoy están al margen del interés y la atención presidenci­al.

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