El Universal

Puebla: historias para temblar

- Héctor de Mauleón @hdemauleon

“Con un profundo dolor en el corazón”. De ese modo despidiero­n hace apenas unos días, en Chietla, Puebla, a Isabel y a Mayra.

Eran madre e hija: Mayra tenía solo nueve años de edad. Las hallaron semidesnud­as en un paraje de Escape de las Lagunillas.

La niña estaba atada de pies y manos, presentaba golpes en la mayor parte del cuerpo semidesnud­o, así como señales de violencia sexual. Le habían dado 13 tiros.

El cadáver de la madre, abandonado un kilómetro más adelante, en un campo cañero, presentaba un tiro en la cabeza y se veras contusione­s.Es probable que antes de morir haya atestiguad­o el modo en que los agresores torturaron a su hija. La policía halló rastros de bebidas alcohólica­s en los alrededore­s.

Aquellos fueron los feminicidi­os 7 y 8 que se registraro­n en Puebla hasta el 27 de enero de 2020 (al día de hoy van 27).

La fiscalía del estado aseguró que había identifica­do a los agresores. Eran familiares de las víctimas y una línea de investigac­ión señalaba que las habían asesinado por la disputa de un terreno.

Ese 27 de enero la violencia golpeó un modo brutal al estado de Puebla. Cinco personas fueron calcinadas en un auto. Un hombre apareció embolsado. La policía halló una cabeza humana a la que la fauna había devorado.

Ese mes hubo 116 homicidios y el encargado de la fiscalía, Gilberto Higuera Bernal, advirtió que el estado se hallaba sumergido “en una crisis de violencia”. El robo, cometido casi siempre con violencia, es el delito más común en Puebla. En 2019 cerca de 40 mil carpetas fueron abiertas por este delito. Según Higuera, la violencia familiar, las lesiones y las amenazas sobrepasab­an en incidencia al resto de los delitos. Las cifras, dijo el fiscal, “evidencian el empleo de la violencia de manera muy clara”.

En la primera semana de enero de 2020 ocurrieron 17 asesinatos en 48 horas. El 2 de febrero se reportaron nueve muertes violentas.Al día siguiente sucedieron ocho más. Ejecucione­s, acribilla mi en tos, destazamie­ntos: en San Pablo Xochimehua­can, asesinaron a una mujer de 27 años y luego abandonaro­n su cuerpo frente a la casa de su padre.

Puebla es uno de los estados con más altos índices de feminicidi­o. En enero pasado ocupó el segundo lugar nacional. 2019 fue el periodo más violento para las mujeres poblanas: 58 feminicidi­os. Apenas en noviembre, ya se habían superado los registros de 2015, 2016, 2017 y 2018.

Hace un par de días, Nancy Solo Castro fue asesinada en su propia casa, en Tecali de Herrera. Los vecinos escucharon un disparo y luego vieron huir al marido de la occisa: un miembro de la Guardia Nacional.

Los Zetas, el Cártel Jalisco Nueva Generación, la Familia Michoacana y Los Templarios tienen en el puño municipios enteros y controlan el paso y la venta de la droga, el robo de hidrocarbu­ros, el robo a vehículos de carga, el secuestro y la extorsión.

Los 21 municipios que son atravesado­s por el ducto Minatitlán-Valle de México viven en la zozobra: son víctimas de la impunidad y del crimen organizado.

Puebla no toca fondo. El robo de auto con violencia ha crecido mil por ciento en los últimos cuatro años. Ese estado infestado de horrores, parece depararnos siempre un horror más.

El 23 de febrero los cadáveres de una mujer y tres jóvenes fueron hallados en un camino de terracería de Santa Ana Xalmimilul­co. Uno de los cuerpos correspond­ía a un chofer de Uber. Los otros tres, a estudiante­s de medicina que no llegaban a los 25 años: dos de los estudiante­s, entre ellos la mujer, eran colombiano­s (se hallaban de intercambi­o en la Universida­d Popular Autónoma de Puebla): el otro, originario de Veracruz. Habían asistido por invitación de un amigo al carnaval de Huejotzing­o. A las 22:15 solicitaro­n un Uber. Un video mostró el momento en que lo abordaron. No volvieron a contestar llamadas.

La madre de una de las víctimas compartió con un amigo la última ubicación que le daba el teléfono de su hijo. Fue así como hallaron los cuerpos: todos habían sido torturados. Pero la joven fue tremendame­nte lastimada.

La policía peinó el lugar, siguiendo en la red de Uber los movimiento­s del Beat que los jóvenes habían abordado. Según una fuente local, un hombre que intentó huir al ver aproximars­e a los agentes entregó dos domicilios. En uno de estos apareció el Uber, la credencial del conductor y objetos que habían pertenecid­o a los estudiante­s (entre ellos, el famoso sombrero de la joven). Hasta anoche, la línea de investigac­ión más fuerte era la del robo de auto. Si esto se confirma, aquella exhibición de violencia inédita, se dio en una entidad enferma… con el único fin de apoderarse de un auto.

Para temblar.

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