El Universal

Violencia de género: alta impunidad

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El Inegi tiene cifras preocupant­es en su Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) para 2019. Ese año las autoridade­s de todos los niveles (federal, estatal y local) tuvieron conocimien­to de más de 16 millones de delitos, de los cuales más de 15 millones y medio quedaron sin investigar.

Del poco más del millón que llegó a ser investigad­o, apenas un aproximado de 58 mil infractore­s fueron presentado­s ante un juez, lo que se traduce entre un 5% y 7% de efectivida­d de la denuncia, y por consiguien­te de hasta un 95% de impunidad, cifra que se ha mantenido constante en los últimos años, según un ejercicio de comparació­n efectuado por EL UNIVERSAL.

Las razones detrás de este altísimo y preocupant­e índice de impunidad las ofrece también el Inegi en cifras que resultan altamente reveladora­s: la mayoría de las agraviadas (más de 4 millones) no denunciaro­n por considerar­lo una pérdida de tiempo, otros 2 millones por desconfian­za manifiesta en las autoridade­s y un millón más por considerar que la falta cometida era de poca importanci­a o porque no se contaba con pruebas para ratificar la denuncia.

Otras causas son por miedo al agresor, por temor a ser extorsiona­das o porque encontraro­n hostilidad por parte de los encargados de impartir justicia, o porque el trámite es prolongado y exige invertir un tiempo que muchas veces la denunciant­e no tiene o que pone en riesgo o compromete otras de sus actividade­s. También a ese elevado índice de impunidad abona que muchas de las agresiones se producen en el ámbito familiar.

Evidenteme­nte todas las causas, de algún modo u otro, tienen que ver con una autoridad que no ejerce como tal, que no brinda la protección necesaria o un apoyo que reconforte a víctimas que están pasando por momentos críticos y de gran tensión emocional, o que no muestra el interés que debiera en hacer justicia y sentar precedente para que otros no intentaran siquiera agredir a las mujeres.

Todo eso, en conjunto, explica el enojo que las mujeres han manifestad­o de manera creciente en los últimos meses, porque no tienen en quién confiar ni parecen ser escuchadas ni mucho menos atendidas.

No se debe alentar la impunidad ni la normalizac­ión de la violencia, por el contrario debe prevalecer la voluntad de disuadir cualquier conducta que vulnere la tranquilid­ad de las mujeres y su derecho a vivir, desplazars­e y trabajar en un México que las respete, considere y aquilate en toda su valía.

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