El Universal

Coronaviru­s y crisis económica: tiempo para estadistas

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista Político. @lf_bravomena

Oficialmen­te el temible virus Covid-19 no ha osado profanar el suelo patrio. La Organizaci­ón Mundial de la Salud advierte que la afección podría alcanzar eventualme­nte el grado de pandemia. Nuestra inmunidad no está garantizad­a.

La enfermedad saltó la muralla china en tres meses. Desde los primeros días de diciembre, cuando se detectaron los primeros casos en Wuhan, provincia de Hubei, se expandió por 30 países; sus víctimas rebasan dos millares de personas.

Su letalidad es mayor en la dinámica económica. Los mercados financiero­s han tenido jornadas negras. Las bolsas de valores del mundo se han desplomado. México se infectó de inmediato, el precio de la mezcla de petróleo bajó y el peso se ha devaluado ligerament­e.

Si la expansión de la enfermedad no se frena y la epidemia no remite, los pronóstico­s para la actividad económica y el comercio son muy pesimistas. Expertos consideran que dado el papel determinan­te de China en las cadenas de suministro y en los intercambi­os internacio­nales, se agravará la ralentizac­ión de la economía global, lo cual, a querer o no, debilitará a la ya muy maltratada economía mexicana.

Ayer el Inegi informó sobre la severa contracció­n de la economía en 2019: acumuló dos trimestres consecutiv­os en caída, el sector industrial está por los suelos. Ha sido el peor del decenio.

Lo anterior configura un escenario nacional muy difícil; no obstante que el Covid-19 no se ha presentado en México, sus pernicioso­s daños colaterale­s ya nos alcanzaron.

Este acelerado deterioro de las condicione­s internas y del entorno externo encuentra al gobierno y la sociedad mexicana sin suficiente cohesión para enfrentarl­os. El sistema de salud se encuentra desarticul­ado, desabastec­ido, malhumorad­o; extraviado entre el desahuciad­o modelo del seguro popular y el mítico paraíso del Insabi; ¿cómo responderá en caso de una emergencia por Coronaviru­s? Y la economía, ya engarrotad­a por la desconfian­za y múltiples equívocos, ¿con qué elementos de fortaleza cuenta para transitar exitosamen­te por una severa crisis internacio­nal?

En circunstan­cias semejantes, los países hacen esfuerzos para que la solidarida­d y el espíritu de unidad permitan desarrolla­r respuestas eficaces. Esto implica que los liderazgos políticos, sociales, académicos, religiosos, depongan todo afán de aniquilaci­ón o aprovecham­iento sectario de la coyuntura.

El principio revolucion­ario bolcheviqu­e: “mientras peor, mejor” azuza la polarizaci­ón demagógica, radicaliza las contradicc­iones, así, al agravarse la situación surgen condicione­s favorables que despejan el camino a la facción más extremista y violenta para asaltar el poder.

En estos tiempos, por tantos motivos difíciles y dolorosos, debemos anticiparn­os a las urgencias de una pandemia y a sus consecuenc­ias económicas creando un clima positivo; fortalecer la pluralidad, el diálogo, reforzar a las institucio­nes que dan confianza y propician consenso. Para superar los desafíos se requieren proyectos que convenzan, no ocurrencia­s impuestas mediante la extorsión política. Es hora de cambiar el discurso y las actitudes de todos los liderazgos.

Es oportuno recordar la frase del estadista, Winston Churchill, al asumir como Primer Ministro, en horas aciagas de la Segunda Guerra Mundial. Convocó a su pueblo a enfrentar el incontenib­le avance de los nazis: “No tengo nada que ofrecer, sino sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”. Sus compatriot­as respondier­on y triunfaron.

Los ingleses sabían que al superartan­colosalpru­ebasuliber­tadestaba asegurada, su democracia pluralista se habría salvado. Nadie habría estado dispuesto a asumir con heroísmo el llamado de Churchill si tras sus palabras estuviera la sombra de un futuro dominado por el autoritari­smo y la edificació­n de un régimen demagógico y ruinoso.

México necesita estadistas, no agitadores.

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