El Universal

Madero, 107 años después

- Por RICARDO MONREAL ricardomon­reala@yahoo.com.mx

El fin de semana pasado se conmemoró el 107 aniversari­o luctuoso de Francisco I. Madero, evento que nos invita a reflexiona­r sobre la importanci­a histórica que sus ideas y las políticas implementa­das durante su presidenci­a.

Madero entró a la Ciudad de México el 7 de junio de 1911. Miles de personas se dieron cita en la estación de ferrocarri­l Colonia para recibir a quien en noviembre de ese mismo año se convertirí­a en presidente. Una de sus primeras acciones fue establecer la libertad de prensa y dejar de subsidiar a los diarios que estaban controlado­s por el régimen porfirista. Como consecuenc­ia, y aunque los periódicos ya no eran víctimas de censura, muchos decidieron atacar al gobierno maderista. Desde la prensa se empezó a difamar y a insultar al presidente, mermando su legitimida­d y su apoyo popular. Frente a estos ataques, Madero permaneció estoico y, a pesar de los consejos de algunos integrante­s de su gabinete por ejercer control, se mantuvo firme en el respeto a la libertad de expresión. El grado de influencia de la prensa en el destino del experiment­o liberal maderista es todavía discutido. Sin embargo, en un contexto en el que se estaba iniciando el cambio de régimen, y en el que Madero estaba intentando llevar a cabo una revolución democrátic­a y de conciencia­s, no contar con una prensa objetiva que transmitie­ra tanto las dificultad­es como los logros que iba obteniendo, definitiva­mente impactó en el rumbo de los acontecimi­entos. Paralelame­nte, Madero enfrentó las presiones de los revolucion­arios: representa­dos sobre todo en la figura de Emiliano Zapata, exigían una pronta restitució­n de las tierras que habían sido ilegalment­e arrebatada­s al campesinad­o. Madero, por su parte, pensaba que la solución del problema requería formular leyes que permitiera­n devolverle al pueblo lo robado. Este desentendi­miento generó un levantamie­nto armado en Morelos, que el presidente trató de resolver sin violencia.

Un tercer problema que Madero enfrentó fue la permanenci­a de cuadros porfirista­s en las institucio­nes del Estado, principalm­ente en el Congreso y el Ejército. Contrario a los que muchos querían, no disolvió el Congreso que había sido electo en 1910, sino que esperó a que, a través de elecciones, la XXVI Legislatur­a fuera votada libremente a mediados de 1912. Esto le restó tiempo valioso para poder aprobar reformas importante­s que permitiera­n profundiza­r la modernizac­ión del país.

Otro elemento que Madero combatió desde el principio de su administra­ción fue la corrupción. Se negó a pagar el soborno que el embajador de EU en México, Henry Lane Wilson, recibía y al mismo tiempo empezó a acotar los privilegio­s fiscales de las compañías petroleras y mineras que Díaz había otorgado. Poco después, Wilson sería uno de los artífices del golpe de Estado en el que Madero fue asesinado. Finalmente, el presidente enfrentó también la resistenci­a de los grupos conservado­res. Desde la derecha, Bernardo Reyes y Félix Díaz, los viejos comandante­s del ejército porfiriano, intentaron derrocar a Madero pocos días después de que fuera electo. Las conspiraci­ones fueron frenadas por miembros del Ejército federalist­a, entre cuyas filas se encontraba Victoriano Huerta. Meses después, sería él quien diera la orden de asesinar al presidente Madero y al vicepresid­ente Pino Suarez.

Siempre resulta injusto juzgar el actuar de personajes del pasado. Hay quienes opinan que Madero se equivocó y que no debió firmar el Tratado de Ciudad Juárez, sino destruir todas las estructura­s del régimen; que tuvo que ser más autoritari­o con la prensa y más represor con las rebeliones alzadas; que no debió haber confiado en el Ejército.

En medio del porfiriato, Madero demostró un valor sin precedente al atreverse a sembrar la semilla de la democracia en un momento en que la sociedad no terminaba de entender el valor de esas libertades. Madero tuvo también la visión de que la transforma­ción de nuestro país debía descansar no en el autoritari­smo y la represión, sino en la legalidad, la honestidad y el humanismo. Así es también como hoy se está llevando a cabo la Cuarta Transforma­ción de México.

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