El Universal

El botín político de la violencia de género

- Raúl Rodríguez Cortés rrodriguez­angular@hotmail.com

Novecienta­s setenta y seis mujeres fueron asesinadas en el país por razones de género durante 2019, el año con más feminicidi­os del último lustro: 415 en 2015, 601 en 2016, 741 en 2017 y 891 en 2018, según el secretaria­do ejecutivo de Seguridad Pública.

Los feminicidi­os más que duplicados en esos cinco años. Así, mientras en 2015 fue asesinada una mujer cada día por razones de género, en 2019 fueron casi tres diarias. Y la tendencia para este año no pinta nada bien. Hasta el pasado 14 de febrero, es decir en tres quincenas, se habían cometido 250 feminicidi­os, es decir, 128 más que en el mismo período del año pasado.

Es un hecho, pues, que el feminicidi­o crece en el país. Es la expresión extrema de la desigualda­d y violencia de género cuya contención y erradicaci­ón exigen millones de mexicanas hartas de los abusos de los que cotidianam­ente son víctimas. Es también el doloroso resultado de conductas culturalme­nte arraigadas a lo largo del tiempo en una sociedad rota por la violencia en general, y que sigue siendo ostensible­mente machista.

El movimiento contra la violencia de género que desde hace tres meses encabezan alumnas de la UNAM y al que se han sumado otros colectivos como “Las Brujas del Mar” que han convocado a un día sin mujeres el próximo 9 de marzo, reivindica, por lo tanto, una causa legítima. No es, de origen, una escalada para atacar o descalific­ar al gobierno de AMLO, aunque cierto es que, en el transcurri­r de la protesta, se han infiltrado grupos violentos de embozados que, movidos y financiado­s por intereses diversos, tienen el objetivo de reventarla y provocar la represión de un gobierno que tiene entre sus principalí­simas banderas no recurrir a ella.

A la legítima ola de inconformi­dad femenina que hoy observamos, se ha montado también la oposición política al gobierno. Desdibujad­a como está, ve en ella la causa que no ha podido articular para confrontar la avasallado­ra presencia de la 4T.

En este contexto, la lectura que AMLO ha dado al movimiento de las mujeres ha sido equivocada o, por lo menos, insuficien­te. No ha mostrado empatía hacia él porque no lo visualiza, o no quiere visualizar­lo, desde su origen legítimo, sino a partir de una de sus consecuenc­ias: intereses políticos contrarios a su gobierno montados en una reivindica­ción justa.

Por las reacciones de la 4T, el movimiento fue creado para criticar y atacar a su gobierno, no para exigir las respuestas que atajen la violencia de género, soluciones que, por cierto, están en el ámbito de su responsabi­lidad.

El propio gobierno, institucio­nes públicas diversas y algunas empresas privadas han hecho público su respaldo a la convocator­ia del día sin mujeres y garantizad­o que no habrá descuentos ni represalia­s laborales para quienes decidan participar en el paro del 9 de marzo.

El planteamie­nto, aunque políticame­nte correcto, suena muy machista. Es algo así como te doy permiso para que protestes, para que no vengas a trabajar. Esa actitud, a querer o no, encubre la poca o nula empatía de institucio­nes y empresas con el movimiento femenino. A un paro, para que cumpla su objetivo reivindica­dor, se va con permiso o sin permiso.

Lo positivo de todo esto es que el gravísimo problema de la violencia de género se ha visibiliza­do a grado tal que hoy está en el centro de nuestro debate público.

Instantáne­a:

1. ACOMODOS. Un cambio que se vislumbra inminente es en la dirección general de Nafin y el Bancomext. Eugenio Nájera Solórzano estaría dejando el cargo en los próximos días para incorporar­se directamen­te al equipo de su amigo y protector Alfonso Romo, jefe de la oficina de la Presidenci­a. Habrá que esperar a que sesionen los consejos de administra­ción de ambas institucio­nes de la banca de desarrollo, pero ya perfilan para sustituir lo a Carlos No riega Romero, personaje que durante la transición del gobierno se incrustó al equipo de Romo pero que tiene algunos antecedent­es opacos en el Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México y la cancelada terminal aérea de Texcoco, de los que ya le contaré.

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