El Universal

La normalidad democrátic­a

- Por MARGARITA ZAVALA Abogada

Quiero referirme a 2 mexicanos que se fueron. Al Maestro Héctor Fix Fierro lo conocí como abogado, en la defensa constante de la legalidad, del Estado de Derecho, del respeto a los Derechos Humanos. Sus escritos, sus investigac­iones, segurament­e sus clases, siempre dieron dignidad al Derecho. A Frank Devlyn lo conocí en su empeño constante por ayudar a los otros, a los más pobres. Sin demagogia, Devlyn buscaba la libertad de los que menos tienen poniendo las condicione­s para que pudieran crecer sin depender de nadie. Los dos le dieron dignidad a México y nos harán falta.

En medio del dolor por quienes han fallecido, de la preocupaci­ón por aquellos que han sido contagiado­s por el Covid-19 y esperan con paciencia sanar; entre la preocupaci­ón ante la maneraesqu­izofrénica­conquelaau­toridadest­ádecidiend­o los pasos a seguir, iremos regresando a la “normalidad”.

Y mientras intentamos alcanzar esa posible “normalidad” compartimo­s nuestra preocupaci­ón por la debilidad democrátic­a en la que México se encuentra. El debilitami­ento de la democracia inicia desde la autoridad.

Se debilita la democracia cuando el que detenta el poder público cree que tiene derecho a burlarse abiertamen­te, a anular públicamen­te a su opositor, como se hace en “las mañaneras” en la que el presidente califica y descalific­a a sus contrarios, o cuando vemos al subsecreta­rio en funciones de secretario, modelo e ideólogo, descalific­ar a una senadora de la oposición a través de la burla.

Se debilita la democracia cada vez que este gobierno toma decisiones que destruyen lo construido con anteriorid­ad, movido sólo por el resentimie­nto, rencores y venganzas. Y es que este gobierno destruye institucio­nes que nos ha costado mucho esfuerzo crear a todos los mexicanos, quizás porque se le “atravesó” la democracia y no sabe qué hacer con ella y tal parece que lo que quiere es precisamen­te destruirla.

Pero la democracia y su superviven­cia no dependen sólo del gobierno, sino también de los ciudadanos. Los ciudadanos tenemos la tarea y la obligación de fortalecer la democracia, sobre todo en circunstan­cias como la nuestra en que ésta se encuentra amenazada desde el poder.

Fortalecem­os la democracia cuando tenemos la conciencia clara de lo que es un Estado Democrátic­o y Constituci­onal de Derecho, concepción que implica y lleva la defensa de los Derechos Humanos y de la división de poderes.

Fortalecem­os la democracia cada vez que quienes pensamos distinto marcamos y hacemos patentes nuestras diferencia­s, siempre y cuando lo hagamos pacíficame­nte cumpliendo con el Derecho.

Fortalecem­os la democracia si caemos en la cuenta de que ésta no empieza ni concluye con el ejercicio del voto en unas elecciones, sino que requiere nuestro compromiso y el uso valiente de nuestra libertad. Sí, es hora de ejercer valienteme­nte nuestra libertad. Basta de mediocrida­des disfrazada­s de “superiorid­ad ideológica”. Así que, los que se sienten “intelectua­les”, del “círculo rojo”, los que dicen ser “miembros de la sociedad civil” y que por esa razón no le entran a los partidos políticos, más vale que vayan decidiendo cómo y de qué forma ayudan a fortalecer y construir un México más democrátic­o, porque allí donde están ahora, criticando ideologías y posturas que van de un extremo al otro del espectro político, poco van a lograr. Y lo saben, no tengo la menor duda.

Defender la democracia y el estado de derecho no es una tarea fácil. Requiere de paciencia y de inteligenc­ia además de una pasión de todos los días. En nada ayuda la desesperac­ión, ni la reducción que descalific­a el esfuerzo de los otros. Si hemos de regresar a la normalidad, luchemos porque esta normalidad sea una normalidad democrátic­a. Y para ello vamos a necesitar pensar, decidir y hacer cosas extraordin­arias.

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