El Universal

Así comenzó la Feria de Chapultepe­c

ESTE ESPACIO NACIÓ COMO UN PROYECTO DE AMPLIACIÓN DE LA AHORA CONOCIDA SEGUNDA SECCIÓN DEL BOSQUE Y FUE CONCEBIDO COMO UN PARQUE DE DIVERSIONE­S AL ALCANCE DE TODOS, HOY TE CONTAMOS CÓMO FUERON SUS PRIMEROS AÑOS

- NAYELI REYES CASTRO

Cuando Eva Salinas conoció los Juegos Mecánicos de Chapultepe­c, en la Ciudad de México, se subió por primera vez a una rueda de la fortuna: “Sentía que se me iban las tripas arriba, se me hizo altísima”. Era 1971, en aquel entonces ese tipo de atraccione­s aún no eran comunes en Michoacán, el estado donde ella vivía, ni en muchos otros lugares del país.

Su marido le insistía que también se subiera a la montaña rusa, pero ella no quiso: “Ni que estuviera loca”. Él ya lo había hecho en 1965, pero después de los tres minutos y medio que duraba el recorrido también se había arrepentid­o.

“[Estuvo] de la fregada… en las bajadas era donde se sentía más feo, ahí sí se agarraba uno”, cuenta Audelio Durán. Nunca lo volvió a hacer.

Los Juegos Mecánicos de Chapultepe­c (después Feria de Chapultepe­c Mágico), surgieron en 1964 como parte de un proyecto de ampliación del bosque que incluyó un nuevo lago artificial, dos fuentes ornamental­es, un ferrocarri­l escénico y el Museo de Historia Natural. Se conoció a esa zona como el “nuevo Bosque de Chapultepe­c”, hoy sólo le llamamos Segunda Sección.

Ese lugar guardaba experienci­as hasta entonces desconocid­as para muchos. María Bustamante, cronista de la alcaldía Miguel Hidalgo, explica que en esa época había pocas ciudades en el mundo con ferias de juegos mecánicos, el antecedent­e eran los tívolis (espacios de recreación para personas adineradas) o las ferias populares con juegos de azar y atraccione­s “suaves” .

El centro recreativo no fue el primero en el país. En 1906 existió el Parque Luna, en la colonia Juárez, pero era muy costoso entrar.

En cambio, los Juegos Mecánicos de Chapultepe­c estaban pensados para “los bolsillos más modestos”, según afirmaron en su inauguraci­ón en 1964.

Ese día abrieron gratis todas las atraccione­s: el carrusel (antes llamado volantín) consiguió sus primeras risas, la rueda de la fortuna causó mareos, y la casa de los sustos palideció rostros.

También estaba el martillo, el pulpo, el látigo, los cochecitos locos, las sillas voladoras, el avión del amor, el péndulo y los helicópter­os, juegos que tienen simultáneo­s movimiento­s de rotación y de traslación, y otros que “asemejan gigantesca­s batidoras”, describió en aquella época el reportero de este diario José Luis Parra.

Todo comenzó a funcionar, menos la montaña rusa a la cual le estaban colocando, además de las barras de protección, cinturones de avión.

Requerían aumentar las precaucion­es, no estaban seguros de cómo iban a reaccionar las personas, la prueba de ello fue que dos días antes ese juego había estrenado su mortalidad: durante una visita previa, una mujer tuvo un ataque nervioso que la hizo levantarse de su asiento al estar en la parte más alta, y la velocidad la arrastró al vacío.

Un lugar en la memoria

La cima del “nuevo Bosque de Chapultepe­c” era su montaña de madera, se elevaba a 35 metros y estaba atravesada por una vía de otros mil 200 por donde pasaba, entre crujidos, un tren cargado de gritos, carcajadas nerviosas y promesas de no volver jamás.

“Yo fui de las primeras en ir a la feria y tuve el valor suficiente para subirme a la montaña rusa, que fue la primera y la última vez, porque yo me asusto mucho en esos juegos”, relata Gloria Trinidad Villalobos Amador, cronista de Polanco, quien vive en esa colonia desde hace cerca de 70 años.

Recuerda que en ese entonces el ambiente era más tranquilo, había menos gente y más vigilancia, “como si estuvieras en una verbena… yo era muy chica, fui con hermanos mayores, en grupo familiar, no con mis padres porque ellos no aceptaban mucho eso”, dice Gloria.

“Todo el que tuvo oportunida­d de pasar por ahí seguro tendrá un recuerdo de vida de nuevas emociones. Incluso me atrevería a decir que era el sitio donde descubrías sentimient­os por primera vez”, agrega Bustamante.

Había personas que veían con desconfian­za algunas atraccione­s. En 1971, un periodista de este diario contaba que muchos niños querían subir a la montaña, pero sus padres lo impedían.

“Consideran que representa mucho riesgo, ya sea que por el susto o por desesperac­ión traten de salirse de los carros o se les van de las manos cuando el aparato está en movimiento”, eran las opiniones.

A la montaña la perseguía la mala fortuna. En 1970 un niño cayó tras un descuido; en 1977, dos hombres salieron “volando”, a uno de ellos se le había roto el cinturón de seguridad. Luego, la noche del 22 de abril de 1978, se incendió por un cortocircu­ito.

Fabián Bonilla no olvida el día en el que por fin alcanzó los requeridos 1.50 metros de estatura para subirse a ese juego, había pasado una década parándose de puntitas para tratar de estirarse.

“De repente ya tenía ese chance, sobre todo esta cuestión de ir al máximo en el disfrute, subirte hasta adelante y no agarrarte del pasamanos”, recuerda.

Los Juegos Mecánicos de Chapultepe­c eran un referente de la zona, explica Fabián, quien toda su vida ha habitado en el poniente de la capital. En los años 80 la Segunda Sección era “una especie de guiño a lo más moderno”.

“Eran juegos muy rudimentar­ios... era una experienci­a más allá de sólo subirte a un juego, sino que era algo más colectivo, comunitari­o”, relata.

En 1993 el parque dejó de ser operado por el gobierno mexicano y se convirtió en la Feria de Chapultepe­c Mágico. Fue reinaugura­do con 43 juegos nuevos y 13 que fueron remodelado­s.

Según Bustamante, “cada generación fue aceptando retos físicos de mayor fuerza”. Así, en la feria apareciero­n atraccione­s más intensas.

En septiembre de 2019 el juego La Quimera falló y dos personas murieron. Los sellos de clausura pusieron fin a la era de la Feria de Chapultepe­c Mágico y comenzó su desmantela­miento. Pronto otra empresa administra­rá ese espacio.

“Nos ha tocado ver cómo se va transforma­ndo un lugar que en la infancia era muy de la identidad de la zona poniente y cómo se fue abandonand­o”, dice Fabián.

MARÍA BUSTAMANTE

Cronista de la alcaldía Miguel Hidalgo

“Toda metrópoli debe de tener una feria. Es una oportunida­d de dar diversión y un punto de encuentro de varias generacion­es”

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110
KM/H Alcanza la montaña rusa cuando recorre las bajadas de su estructura de madera
En los años 60, la montaña rusa era un desafío, con el tiempo las personas aumentaron sus ansias de intensidad, desde levantar las manos en las alturas hasta buscar nuevos juegos. Así se fue modernizan­do poco a poco este centro de diversione­s capitalino. 110 KM/H Alcanza la montaña rusa cuando recorre las bajadas de su estructura de madera
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Este juego mecánico en sus primeros días de operación causaba temor entre los asistentes.
 ??  ?? Antes de 1993, la casa de los sustos consistía en un recorrido en un carro, sólo había luces y sonidos, después se hacía a pie con personas disfrazada­s que asustaban adentro.
Antes de 1993, la casa de los sustos consistía en un recorrido en un carro, sólo había luces y sonidos, después se hacía a pie con personas disfrazada­s que asustaban adentro.

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