Los frentes abiertos con los que México recibe a Biden
El11deeneropasado,tres días antes de que la Fiscalía General de la República (FGR) determinara no ejercer acción penal contra el exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, el canciller Marcelo Ebrard recibió una carta del hasta ayer secretario de Estado norteamericano, Michael Pompeo, copiada para las secretarias mexicanas de Energía, Rocío Nahle, y de Economía, Tatiana Clouthier, y también firmada por sus hasta ayer homólogos estadounidenses Dan Brouillette y Wilbur Ross, respectivamente.
La misiva no trataba del espinoso asunto de quien había sido entre 2012 y 2018 el militar de más alto rango en nuestro país, y cuya exoneración que le fincóunfiscalneoyorquinocon base en una investigación de la DEA, y la posterior difusión del expediente,provocóunaairada reacción del Departamento de Justicia estadounidense.
No, la carta de Pompeo se refería a un asunto tan o más conflictivo que el de la cooperación en seguridad y justicia: el de la política energética mexicana. Su contenido, aunque con un lenguaje diplomático cuidado, no oculta una clara amenaza del hasta ayer tercero en jerarquía del gobierno de Trump: “… recientes acciones regulatorias del gobierno mexicano han creado una significativa incertidumbre en el sector energético y dañado en general el clima de inversión” en nuestro país.
Refiere su preocupación por un memorándum fechado el pasado 22 de julio y una reunión del 22 de septiembre con autoridades regulatorias mexicanas, que les notificaron que tenían “instrucciones de bloquear los permisos para proyectosdeenergíadelsectorprivado, para favorecer a las empresas estatales de energía”.
Pompeo señala que, de ser cierto (no lo da como un hecho consumado), “sería terriblemente preocupante y suscitaría inquietudes respecto a los compromisos asumidos por México en el T-MEC”, pues “además de dañar varios proyectos del sector privado respaldados por Estados Unidos, afectarían cientos de millones de dólares de inversión pública estadounidense en proyectos de energía en México, hechos a través del Banco Norteamericano para el Desarrollo”.
Y remata: “si bien respetamos el derecho soberano de México a determinar sus propias políticas energéticas, estamos obligados a insistir en que cumpla con las obligaciones asumidas en el T-MEC, en defensa de nuestros intereses nacionalesqueincluyeninversiones financiadas por el contribuyente estadounidense”.
¿No será que la celeridad con que la FGR hizo pública la exoneración de Cienfuegos, la descalificación de la investigación de la DEA con que argumentó la decisión y el hacer público su contenido para demostrar su debilidad, son respuestas a la amenaza energética recibida días antes? Algunos pensarán que la interrogante es descabellada, pero en política no hay casualidades.
Llama la atención que la prudenciaconqueAMLOconfrontó las bravuconadas de Trump hacia México, no se replique en los términos con que la 4T inaugura su relación con Biden. ¿Son torpezas, son ocurrencias, son decisiones suicidas? Francamente no lo creo. Los estilos de AMLO y de Trump son diametralmente opuestos, pero el análisis de lo que viene para la relación bilateral va más allá de ambos. En el centro están intereses económicos, comerciales y hegemónicos que siguen siendo los mismos y que para nosotros hoy aparecen como un campo minado. Confluyen asuntos como el de Cienfuegos y el de la andanada de presiones en materia energética, cuando es claro que la política de la 4T en ese sector privilegia a las empresas del Estado.
Hoy, por lo pronto, Joe Biden rendirá juramento como el presidente número 46 de los Estados Unidos, tras un proceso electoral que develó las profundas contradicciones políticas y sociales que vive el vecino país y que, por supuesto, también influirán en los términos de su relación con México. ¡Que la inauguración llegue a buen término!
Miércoles 20 de enero de 2021
La prudencia con que AMLO confrontó las bravuconadas de Trump hacia México, no se replica en su relación con Biden.