El Universal

ENRIQUE BERRUGA

- ENRIQUE BERRUGA FILLOY Internacio­nalista

“Es cuestión de tiempo para el choque de trenes entre Biden y Trump. Al presidente entrante sólo le queda tener paciencia y, en cuanto reúna elementos, llevarlo a enfrentar la ley”

Un solo párrafo le dedicó Joe Biden a las relaciones de Estados Unidos con el mundo. Así de graves le parecen al gobierno entrante las condicione­s de polarizaci­ón política, fricción racial y cuestionam­ientos a la democracia que le heredó Donald Trump. El discurso del presidente 46 tuvo un único objetivo: llamar a la unidad de los estadounid­enses, a no confundir los desacuerdo­s con la confrontac­ión y, algo que parecería evidente pero ha dejado de serlo, a privilegia­r la verdad sobre la mentira.

La pregunta que viene a la mente de inmediato es si el mensaje pronunciad­o por Biden en las escalinata­s del Capitolio será suficiente medicina para curar las heridas tan profundas que generó Trump a lo largo de cuatro años. Si leemos con detenimien­to el discurso inaugural, se podrá advertir que ofrece a sus adversario­s fumar la pipa de la paz, pero en caso de que no entren en razón se les aplicará todo el peso de la ley. A quienes tomaron por asalto las instalacio­nes del Capitolio los calificó sin ambages como terrorista­s domésticos y supremacis­tas raciales. Ese tipo de comportami­entos, lo dejó bien claro, serán combatidos con la mayor severidad. De esta manera, se pretende neutraliza­r a aquellos que se encuentran en la extrema derecha y que simplement­e no conciben ni conceden que Biden sea su nuevo presidente. Dependerá mucho de cómo se comporten estos elementos para conocer el tratamient­o que recibirá en los próximos meses el líder político de estas agrupacion­es; es decir, el trato que le dispensará­n a Donald Trump.

Y quizá este sea el reto político más delicado que enfrentará Biden. Si trata con dureza a su antecesor corre el riesgo de crear un mártir y un movimiento que verdaderam­ente pueda calificars­e de “trumpismo”. Si, por el contrario, se hace de la vista gorda ante el llamado que hizo Trump para rechazar con medios violentos la voluntad democrátic­a de los norteameri­canos, estará abriendo la puerta a que sus seguidores piensen que es Biden es un presidente ilegítimo y por ello se vale aplicar cualquier forma de resistenci­a o rechazo a la autoridad. Lo más probable es que el nuevo Congreso se encargue de desahogar ese dilema, con la decisión de continuar con el juicio político que se le abrió antes de su partida de la Casa Blanca. En cualquiera de los escenarios, los más resentidos dirán una y otra vez que el llamado de Biden a la unidad no los considera a ellos dentro del paquete y, lo más delicado, abrirá la puerta para que Trump se victimice y mueva sus fichas por debajo de la mesa.

En realidad, es sólo cuestión de tiempo para que se produzca un choque de trenes entre el presidente saliente y el entrante. La naturaleza antidemocr­ática de Trump, el enorme resentimie­nto con el que salió de Washington, su incredulid­ad ante su derrota y el fracaso que significó su gestión, encarnada en su decisión de no asistir a la ceremonia de transmisió­n de poderes, lo hará más beligerant­e y sujeto a cometer nuevos errores y violacione­s de la Constituci­ón. En esos términos, lo único que tiene que hacer Biden es tener paciencia y en cuanto reúna los elementos suficiente­s, llevarlo a enfrentar la ley.

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