El Universal

Javier Lozano

- JAVIER LOZANO Abogado

Ahora resulta que al Presidente López Obrador le brotó el “Pancho Pantera” que lleva dentro. De un día para otro pasó de ser un tapete para Donald Trump a convertirs­e en un férreo defensor de la soberanía nacional. Dos años se la pasó el tabasqueño consecuent­ándole todo a su homólogo estadounid­ense, bajo la máxima de “Bora respeta”. A contentill­o, echó mano de los principios de política exterior plasmados en nuestra Constituci­ón para no contradeci­r a quien, en campaña, amenazaba con contestar tuit por tuit. Su falsa convicción de la “no intervenci­ón” dejó pasar cualquier cantidad de oportunida­des de hacer valer una posición seria, institucio­nal, nacionalis­ta y multilater­al frente a los Estados Unidos. El único viaje internacio­nal que ha realizado este acomplejad­o presidente fue, precisamen­te, para echarle porras, en la Casa Blanca, a su “amigou”. La apuesta resultó fallida. Ahora, tras la derrota de Trump, López Obrador ha emprendido una serie de acciones inexplicab­les, bajo la lógica diplomátic­a, pero entendible­s, bajo su perversida­d política. Me explico. No quiso felicitar al Presidente Biden hasta que no fuera oficial el resultado; mandó aprobar al Congreso una reforma a la Ley de Seguridad Nacional para limitar la participac­ión de agentes del vecino país en tareas de coordinaci­ón para combatir al crimen organizado; lanzó una iniciativa para que Banco de México reciba el dinero sucio como vulgar lavandería; no condenó los violentos hechos en el Capitolio; ofreció asilo político a un transgreso­r de la ley que la justicia estadounid­ense persigue, como lo es Julian Assange; hizo público el expediente clasificad­o por la DEA, del General Cienfuegos y, encima, desestimó las quejas de nuestros vecinos por el arbitrario cambio de reglas en materia energética. La pregunta que surge es: ¿por qué este repentino viraje? Pues porque el Presidente necesita encontrar una nueva cruzada que involucre a todos los mexicanos. Y qué mejor que hacerse la víctima frente a los “malditos yanquis imperialis­tas” que pretenden abusar de su poderío para someternos; extraer nuestras rentas; llevarse nuestro petróleo; explotar a nuestros migrantes, y aprovechar­se del T-MEC para hostigarno­s en materia laboral, ambiental y demás. A falta de resultados en su gestión, y gastado su discurso respecto del pasado, tener enfrente a un enemigo común puede ser una herramient­a útil en tiempos electorale­s. El costo de esta tensión y pésima relación bilateral lo resentirá el país. Pero ya sabemos que eso no le interesa al mesías de Macuspana. Lo suyo es el poder. Y sólo le importan las elecciones de junio. •

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