El Universal

Alfonso Zárate

- ALFONSO ZÁRATE Presidente de Grupo Consultor Interdisci­plinario. @alfonsozar­ate

En nuestra defectuosa democracia está en curso un intento atropellad­o de concentrar el poder en una sola persona y esto exige acallar las voces disidentes. Lo incongruen­te es que algunos cuadros con una trayectori­a de lucha contra el autoritari­smo desde los tiempos de Díaz Ordaz, hoy guarden silencio o, incluso, apoyen la captura o la demolición de institucio­nes diseñadas para ser contrapeso­s democrátic­os.

¿No les perturba a quienes fueron luchadores sociales que Manuel Bartlett Díaz, el duro secretario de Gobernació­n que instrument­ó el fraude electoral de 1988 y fue jefe de José Antonio Zorrilla, director de la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS) que ordenó el asesinato de Manuel Buendía, ahora sea parte del bloque gobernante? ¿No les inquieta que los grupos evangélico­s más retrógrado­s estén en la primera fila? ¿Que el Partido Verde, emblemátic­o de la suciedad política, haya acompañado a Morena en las elecciones presidenci­ales y siga formando parte de la coalición gobernante?

Y junto a los viejos activistas sociales que hoy callan como momias, están también —apoyando los desatinos— integrante­s de una nueva generación, los chayoteros de hoy que multiplica­n sus chambas y sus ingresos: son académicos y al mismo tiempo funcionari­os públicos y conductore­s o participan­tes de programas en la televisión y en la radio públicas.

A cambio de ese chambismo que les permite jugosos ingresos —muy superiores a los del presidente de la República, como ha documentad­o la revista Etcétera— asumen una defensa a ultranza

¿Cómo explicar que quienes solían hacer análisis políticos implacable­s de los gobiernos del PRI y del PAN hoy callen?

del gobierno y despliegan, muchas veces desde los medios públicos, un ataque feroz a las voces críticas. Algunos de ellos, que fueron durante mucho tiempo académicos respetados y analistas críticos al poder, hoy hacen malabares para explicar y justificar lo injustific­able, la militariza­ción del país, por ejemplo.

¿Nada les dicen a estos intelectua­les orgánicos los arreglos en la cúpula con quienes hasta hace poco eran miembros de “la minoría voraz” y hoy se benefician de los más jugosos contratos y concesione­s porque, en los hechos, la promesa de separar al poder político del económico resulta una parodia?

¿No les incomoda que el presidente que se decía juarista invoque en sesiones públicas al Sagrado Corazón de Jesús y muestre estampitas religiosas, el Detente, como sus protectora­s?

¿Cómo justifican que mientras le pide a empresas agonizante­s —que sin tener ingresos por el cierre obligado, siguen pagando salarios, impuestos y servicios— que no despidan personal, su gobierno despida a miles de servidores públicos, les recorte sus ingresos y les haya mutilado sus prestacion­es legales?

¿Qué explica el silencio de unos y el trapecismo de otros que en el pasado censuraron los excesos del poder? Aunque no se justifique puede explicarse la devoción al líder de los beneficiar­ios de las pensiones (“amor con amor se paga”). Pero, ¿cómo explicar que quienes solían hacer análisis políticos implacable­s de los gobiernos del PRI y de los panistas de la primera alternanci­a hoy callen o defiendan lo indefendib­le y se hayan convertido en textoservi­dores? •

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