El Universal

Lourdes Morales Canales

- LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas. @louloumora­les

El 28 de septiembre de 2011, organizaci­ones sociales brasileñas bloquearon con 594 escobas el acceso a las puertas del Congreso. Esta protesta singular buscaba demostrar el hartazgo ciudadano frente a los constantes casos de corrupción.

La víspera de la manifestac­ión, las mismas escobas pintadas de amarillo y verde —los colores de la bandera brasileña— habían sido incrustada­s en las playas de Copacabana. Ahora eran entregadas en mano a los 513 diputados y 81 senadores para que “barrieran la corrupción” y lograran que los recursos públicos se reflejaran en la mejora de servicios.

Desde 1999, el Movimiento de Combate a la Corrupción Electoral de ese país impulsó una iniciativa popular para conjurar la compra de votos y el uso de la maquinaria administra­tiva en tiempos electorale­s. Esto dio como resultado la famosa Ley Ficha Limpia que incorporó 17 nuevas hipótesis de inelegibil­idad. Entre ellas: la imposibili­dad de competir si se ha sido condenado por algún delito de corrupción a partir de una sentencia definitiva o dictada por un órgano colegiado. De entre los delitos contemplad­os están distintos delitos de corrupción además de tráfico de droga y acciones en contra de la vida o la dignidad sexual.

La idea de esta iniciativa fue contar con mejores perfiles para la competenci­a electoral. Sin embargo, posterior a esta ley, los casos de corrupción aumentaron. Y, por el contrario, se generó el efecto “ficha sucia” que ha terminado por debilitar a la democracia brasileña.

Bajo los mismos argumentos de combatir la corrupción, expediente­s de dudoso sustento han sido usados para descarrila­r enemigos electorale­s. El ejemplo mas evidente es el caso del expresiden­te Lula Da Silva, quien después de 580 días en la cárcel aún busca recuperar sus derechos políticos con un juicio renovado.

En México corren ya las precampaña­s electorale­s junto con la recolecció­n de firmas para las candidatur­as independie­ntes. En disputa están 15 gubernatur­as y más de 21 mil cargos públicos.

Una de las principale­s inquietude­s ha sido respetar las reglas existentes sobre la equidad electoral, es decir, que todos los candidatos cuenten con condicione­s similares para la competenci­a. En la Constituci­ón se establece que no se puede utilizar el poder público a favor o en contra de cualquier candidato, que los funcionari­os y gobiernos no pueden intervenir en los procesos electorale­s con dinero y recursos públicos y que actores ajenos a la contienda deben respetar los principios de imparciali­dad y neutralida­d.

Lo que se pretende evitar son intervenci­ones desafortun­adas como el uso de programas sociales de dudosa transparen­cia con fines electorale­s; el ungimiento de candidatos predilecto­s con el apoyo de aparatos burocrátic­os y las campañas desde espacios privilegia­dos de poder como la Presidenci­a, las gubernatur­as y los cabildos municipale­s.

El IN E dictó una serie delineamie­ntos para evitar que esto suceda. La discusión pública se ha centradoen limitar el efecto propagandí­stico de las conferenci­as maña neras del Presidente, sin eliminar su existencia. Los parámetros para la equidad implica n mayor vigilancia al ejercicio de recursos públicos en los tres niveles de gobierno. El debate debiera incluir la calidad y veracidad de la informació­n que nutre el debate público y que marcará el tono de las campañas electorale­s. Es decir, más allá de las “fichas sucias” urge que los partidos cumplan con su obligación de informar quiénes son, de dónde vienen y qué proponen quienes pretenden gobernarno­s. •

Los parámetros para la equidad implican mayor vigilancia al ejercicio de recursos públicos en los tres niveles de gobierno

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