El Universal

Que su hija vea: el sueño de migrantes hondureños

Valery nació ciega. Su familia se dirige a EU, con la esperanza de que la pequeña tenga cura

- HISTORIA JACOB GARCÍA

Tecún Umán, Guatemala.— Valery Fernández nació ciega. Sus padres, de escasos recursos, poco pudieron hacer. Pero al escuchar que se formaba una caravana con rumbo a Estados Unidos decidieron sumarse.

Hondureños, lo perdieron todo con las tormentas Eta e Iota, pero no su sueño: el darles luz a los ojos de la pequeña, que hoy tiene tres años.

La familia partió hacia Guatemala. Como pudieron, llegaron a Tecún Umán, en la frontera con México. “La alegría volverá a nuestros rostros sólo cuando mi hija pueda ver este mundo”, dice Rosa, la madre, esperanzad­a en que médicos la revisen en Estados Unidos. Por ahora, un río, el Suchiate, los aleja de su sueño...

Tecún Umán, Guatemala.— En medio de miles de inmigrante­s que partieron de San Pedro Sula, Honduras, viaja Valery, una niña invidente cuyos padres se aferran a la esperanza de llegar a Estados Unidos para curarle los ojos que nada han visto de este mundo desde que nació.

Hace días, la familia se filtró entre la columna de la Policía Nacional Civil de Guatemala desplegada para contener la caravana de miles de migrantes hondureños que buscaba cruzar para dirigirse hacia Estados Unidos. El miércoles, después de una semana de sufrimient­o por hambre y frío, logró llegar a las orillas del río Suchiate, de lado de Guatemala frontera con México.

Denis Fernández, padre de la niña de tres años, sólo pide al gobierno mexicano que los deje pasar para llegar a Estados Unidos, porque allá segurament­e tendrán más posibilida­des de que su hija sea operada y pueda ver algún día.

Su esposa Rosa Herlinda Reyes, con Denia, una bebé de 18 meses en los brazos y Angeli Michelle, de 10 años, a su lado, cuenta que hace unos meses su casa y la bananera donde trabajaba su esposo fueron destruidas por las tormentas tropicales Eta e Iota. Lo perdieron todo, pero Rosa no está dispuesta a perder también la esperanza de que Valery logre ver algún día.

“La alegría volverá a nuestros rostros sólo hasta cuando mi hija pueda ver este mundo”, expresa Rosa, con la mirada fija en el río Suchiate, donde atraviesan balsas con inmigrante­s resueltos a no detenerse a descansar.

“Sólo ese día estaremos alegres”, coincide Denis.

Relata que el pasado 13 de enero salieron de La Lima, municipio del departamen­to de Cortés, en Honduras, para unirse a la caravana de inmigrante­s centroamer­icanos, que tienen distintos motivos para abandonar su país, aunque la constante es la pobreza generaliza­da. Las autoridade­s guatemalte­cas disolviero­n por la fuerza la caravana.

La familia Fernández esperaba que la caravana lograra cruzar para volverse unir a los migrantes, confiados en que así sería más fácil entrar a México. Pero a pesar de que eso ya no sucederá, están decididos a seguir adelante. Su plan: atravesar el Suchiate, ya sea en balsa o caminando por el río en la parte más baja.

Antes de alejarse del Suchiate, Angeli lleva a su hermana Valery para que toque el agua, sienta la textura de la arena y escuche el crujido de los árboles. Ella ha sido sus pies y sus ojos desde que comenzó a dar sus primeros pasos. Ríen por un momento.

“¡Ya vámonos!”, indica Denis, al tiempo en que se acerca a Valery y la trepa a su cuello. Cada quien recoge sus cosas y continúan su travesía.

ROSA HERLINDA REYES

Migrante hondureña

“La alegría volverá a nuestros rostros sólo hasta cuando mi hija pueda ver este mundo”

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Angeli, de 10 años, ha sido los pies y ojos de su hermana Valery desde que comenzó a dar sus primeros pasos en Honduras.
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Angeli, de 10 años, ha sido los pies y ojos de Valery desde que comenzó a dar sus primeros pasos.
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Antes de alejarse del río Suchiate, Angeli lleva a su hermana para que toque el agua.
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Denis, papá de las niñas, sólo pide al gobierno mexicano que los deje pasar para llegar a EU.
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La familia busca cruzar el Suchiate, en balsa o caminando por la parte más baja del río.
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Rosa Herlinda Reyes, con Denia, una bebé de 18 meses, Angeli y Valery, cuenta que hace unos meses su casa y la bananera donde trabajaba su esposo fueron destruidas por las tormentas tropicales Eta e Iota.

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