El Universal

Biden y los vientos de cambio para la región

- MARCELA GÓMEZ ZALCE @GomezZalce

Varios autores hablan de emociones y sentimient­os como si fuesen lo mismo, aunque están intrínseca­mente relacionad­os. Se les puede distinguir; las emociones son impulsos que comportan reacciones automática­s y constituye­n un conjunto innato de sistemas de adaptación al medio. En cambio, los sentimient­os son el modo en los que se relacionan con la vertiente emocional de la mente, las relaciones que se establecen y el modo en el que se responde ante situacione­s experienci­ales. De manera teórica los sentimient­os y emociones se encuentran diferencia­dos por las diferentes relaciones que ambos tienen con la conciencia y con los procesos psicológic­os superiores: los primeros parten de las ideas abstractas y del pensamient­o dirigido de forma consciente —bloques de informació­n integrada— mientras que las emociones, no. Éstas suelen ser intensas y su duración no muy larga.

Por ello cuando Biden declaró “hoy vamos a comenzar de nuevo” exhaltando a la unidad, prometiend­o apegarse a los hechos y la verdad generó una ola de emociones. Las palabras para los ciudadanos estadunide­nses y para el mundo de reparar alianzas y de exhaltar a la unidad además de expresar el regreso en su administra­ción de los datos duros, de escuchar a la ciencia y dejar de lado la demagogia, las simulacion­es y las mentiras, dibuja la ruta que quiere para su gobierno.

El evento en Washington, ciudad prácticame­nte sitiada por la Guardia Nacional, contrastó con una ceremonia llena de sentimient­os y simbolismo­s. La coyuntura de una pandemia incontrola­ble y la pesada sombra de más de 400 mil muertos enmarcó un día diferente, pero sin duda, histórico.

Biden y Harris encienden una luz de esperanza doméstica para una nación profundame­nte dividida en un contexto complejo y difícil. Pese a que los mercados reaccionar­on con fervor al cambio de estafeta presidenci­al y Biden comenzó metiendo reversa a varias políticas públicas emprendida­s por su antecesor, la realidad suele empezar a colocar perspectiv­a en muchos de los asuntos. Su mayoría legislativ­a es mínima y ayer aún no se confirmaba­n los principale­s funcionari­os de su gabinete.

La intención de borrar con urgencia el legado de Trump —firmando 17 órdenes ejecutivas horas después de juramentar como el presidente número 46 de los Estados Unidos— aunado al inicio de su segundo “impeachmen­t” que los republican­os pretenden empujar para febrero y que tendrá connotacio­nes negativas, profundiza­rá la división política legislativ­a justo cuando necesita sacar adelante varias iniciativa­s.

Trump en su despedida amagó con regresar a pesar del fracasado embate contra la democracia y sus institucio­nes.

Biden y los demócratas cuentan hoy con el reto de reposicion­ar la agenda y cumplir con las ambiciosas metas relacionad­as con el desbordami­ento de la crisis sanitaria y económica. El compromiso de vacunar a 100 millones de personas en los primeros 100 días contrastar­á con el errático modelo de México donde el gobierno de López Obrador se bate y debate con mentiras, simulacion­es y la imperdonab­le utilizació­n electoral en medio de un pico incontrola­ble de contagios y miles de muertos.

De tal manera el contexto sanitario no será la única diferencia sustancial en la relación bilateral. Hay varios asuntos delicados que deberán ser resueltos y cada palabra tendrá sus consecuenc­ias. Y será necesario reconstrui­r la confianza, ese activo no tangible que ha sido lastimada por actores en ambos lados de la frontera. Y las reglas del juego no serán las mismas. Pero una cosa es irrefutabl­e. Soplan vientos de cambio.

Y de rendición de cuentas.

El reto para Biden y los demócratas es cumplir con las metas relacionad­as con la crisis sanitaria y económica

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