Vacunas: fin a la mezquindad
Contradiciendo lo argumentado hasta hace poco por su subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien advertía que habría anarquía y desorganización de permitirse que estados y particulares adquirieran por su cuenta algunas de las vacunas existentes contra el Covid-19, el presidente López Obrador finalmente anunció ayer que se permite su compra por los gobiernos estatales y las empresas que estén en capacidad de hacerlo, incluso hasta calificando de “mezquino” el oponerse a ello.
Y aunque celebraron la decisión presidencial, los gobernadores deploran haber perdido tiempo valioso en la espera de recibir visto bueno del gobierno federal para adquirir por su cuenta las vacunas, pues ahora al iniciar el trámite para hacer las compras, se les informa que no hay disponibilidad inmediata y que deberán esperar turno, en algunos casos de alrededor de un año para comenzar a ser surtidos con las dosis.
Algunos de los dirigentes estatales incluso señalan iracundos que por la tardanza, de nada va a servir contar con las vacunas para esas fechas, cuando el avance de los contagios podrá tanto desbordar la capacidad hospitalaria, como incrementar angustiosamente el número de decesos y dejar todavía más afectada la ya de por sí golpeada economía nacional.
La forma en que el gobierno ha enfrentado desde su inicio la crisis sanitaria por el coronavirus ha sido dando bandazos. Primero se dijo que el cubrebocas no tenía ninguna utilidad dado que el virus era mucho más pequeño que el tejido de la tela del que estaban hechas las mascarillas y despúes se admitió que sí podía ser útil. También se opuso inicialmente al confinamiento aduciendo que afectaría la economía y después se volvió férreo promotor del encierro adoptando el lema “Quédate en casa”.
Ahora en el asunto de las vacunas, el gobierno dijo que su adquisición no estaba autorizada a particulares o gobiernos locales, explicando que por protocolos internacionales sólo a los gobiernos centrales de cada país se les permitía tener acceso a las inmunizaciones y sólo ellos podían encargarse de su distribución a la población.
Ahora, tal vez tras redimensionar la magnitud de la tarea de vacunar a casi 130 millones de mexicanos, el gobierno federal ha caído en la cuenta de que es mejor no emprender solo esa misión, y por ello finalmente accede a ser auxiliado por los gobiernos de los estados y las grandes empresas, sólo pidiendo a ambos que se coordinen con la federación para evitar la duplicidad en la aplicación de las dosis. Ha llegado tarde, pero es sin duda una sabia decisión que permite apresurar ya la contención de la pandemia.