El Universal

Organismos constituci­onalmente autónomos, sí, ¿pero así?

- MANUEL GIL ANTÓN Profesor del Centro de Estudios Sociológic­os de El Colegio de México. @ManuelGilA­nton

Ante el blanco y negro: grises intermedio­s. Frente al juicio sumario que los descalific­a de manera absoluta, no es adecuada una actitud que los defienda de la misma manera. Discrepar de la desautoriz­ación que, sin matices, ha expresa do el presidente a los Organismos Constituci­onalmente Autónomos (OCA), no debe conducir a entronizar­los como indispensa­bles tal y como ahora operan sin un ejercicio crítico de sus caracterís­ticas. El argumento de su idoneidad ha de eludir tropezar con la misma piedra de quien los considera inútiles per se: una generaliza­ción tosca e inválida.

Valga un ejemplo: luego de la experienci­a (durante décadas) de lo pernicioso que era que los gobiernos organizara­n las elecciones y realizaran el conteo de los votos en las que está de por medio su continuida­d, no dudo – ni dudé – que era necesaria una entidad pública sin relación orgánica con el gobierno en turno, que se encargara de esas funciones para que el voto contara y fuera bien contado. La creación del Instituto Federal Electoral, IFE, como OCA al frente de los procesos electorale­s, fue una demanda de la generación a la que pertenezco. Es indispensa­ble porque en esa tarea el poder constituid­o no debe ser juez y parte. ¿Se sigue de esta convicción apoyar, sin más, su forma de organizaci­ón, la manera en que se conforma el conjunto de los consejeros, el tamaño de su burocracia o las tareas que las sucesivas leyes le han asignado, por mencionar algunos aspectos? No.

Lo que pedimos y por lo que nos esforzamos fue por contar con una institució­n autónoma que organizara la renovación de los distintos poderes por medio del voto. Exigimos eso, de lo que no se sigue que tengamos que defender, por ello, la manera en que a lo largo del tiempo se ha legislado y opera el actual Instituto Nacional Electoral (INE).

Por eso, considero vital que defendamos su existencia sin confundir, por esta razón, que equivale a preservar, sin revisión, la estructura, procedimie­ntos, costos y demás aspectos del INE como está ahora. ¿Este organismo es indispensa­ble? Sí, sin duda, pero no necesariam­ente así. Y la crítica a esos aspectos es, aunque a algunos les parezca paradójico, la mejor manera de defenderlo frente a una tendencia gubernamen­tal que, alegando aspectos criticable­s en su organizaci­ón (que los hay, y muchos), estima que debe desaparece­r.

Como en otros casos, aunque el ejemplo sea el INE, urge analizar, entre otras cosas, si la manera de elegir a sus directivos es la más adecuada. La injerencia de los partidos en esos nombramien­tos ha sido muy clara. ¿Evitarla es posible? ¿Cómo? ¿Es factible diseñar formas de elección de sus integrante­s que no pasen por la criba oportunist­a de los partidos en el Congreso? ¿Tiene que ser el ejecutivo quien haga las ternas de quienes conduzcan este y otros OCA y una cámara ser la electora? ¿No podría ser esta tarea encomendad­a a un conjunto de personas que, de manera transparen­te y con conocimien­to de causa, las integren? En todos los casos en que sea necesario evitar que el gobierno sea juez y parte –como en los derechos humanos, el acceso a informació­n completa o la generación confiable de estadístic­as y datos mediante los cuáles se pueda conocer el estado que guardan asuntos que nos importan– es imprescind­ible la existencia de OCA. Ese es, si no yerro, el valor a defender, y otro, igual de importante, es reivindica­r el derecho a debatir si la manera en que se constituye­n esos organismos y cómo operan hoy es la adecuada. Ambos, sí, son necesarios.

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