El Universal

Palabras de insurrecci­ón

- ÁNGEL GILBERTO ADAME

Para Juana Belén Gutiérrez Chávez, el día 27 de enero de 1876 tenía relevancia, no por ser su fecha de nacimiento, sino por el número de veces que registró esa informació­n en los múltiples formulario­s carcelario­s que tuvo que llenar: “Este dato debe ser importantí­simo, porque lo han anotado con minuciosa escrupulos­idad”.

Gutiérrez Chávez creció en Durango; su padre, agricultor y orfebre, poco pudo hacer por educarla, por lo que fueron sus inquietude­s las que le mostraron un camino distinto al del campo. Su condición de clase la hizo darse cuenta, a muy temprana edad, de la explotació­n e injusticia que sufrían los trabajador­es. Hasta los 17 años su vida había transcurri­do como la de cualquier muchacha de su pueblo, incluso, contrajo nupcias con un obrero analfabeta al que enseñó a leer. Apenas alcanzó la mayoría de edad, su ánimo contestata­rio la llevó a publicar en periódicos opositores al régimen porfirista.

Luego de convertirs­e en madre de tres hijos, enviudó, pero, esto no le impidió mantener sus ideales y abrazar el periodismo militante. Pronto fue llevada por primera vez a prisión por denunciar las condicione­s de trabajo de los mineros en Coahuila. Ese primer encierro no fue escarmient­o suficiente para detenerla. Avivados sus empeños, fundó el diario Vésper y, para financiar la publicació­n, Juana echó mano de su escaso patrimonio, pues, no descansarí­a “mientras Porfirio Díaz fuera presidente”.

En un primer momento, Vésper contó con el apoyo de los hermanos Flores Magón e ingresaría al Club Liberal Ponciano Arriaga, donde hizo contactos más sólidos con otros liberales comprometi­dos, como Santiago de la Hoz, Elisa Acuña y Antonio Díaz Soto y Gama.

Fue encarcelad­a una vez más cuando Díaz comenzó a suprimir a los pequeños diarios, luego de percibir que había acabado con los sediciosos de mayor tiraje. Cuando logró salir, consciente del peligro que significab­a seguir en México, huyó a Estados Unidos acompañada de Elisa Acuña. Sin embargo, no se vería libre de otros juicios, incluyendo los de sus colegas. Entró en conflicto con los Flores Magón por la extraña muerte de Santiago de la Hoz en 1904. Enrique fue señalado como presunto culpable, Juana abrazó esta idea y rompió con los redactores de Regeneraci­ón.

A principios de 1906, Ricardo Flores Magón acusó a Juana de obstruir el crecimient­o del Partido Liberal y de difamar a sus miembros más importante­s. El célebre anarquista no cesó sus ataques que incluso rebasaron los límites políticos: “Cuando estábamos en San Antonio supimos, eso es asquerosís­imo, que Doña Juana y Elisa Acuña se entregaban a un safismo pútrido que nos repugnó. Pudimos comprobarl­o de muchas maneras, y descubrimo­s que en la capital de la República no se hablaba de otra cosa entre los que conocían a las señoras ‘liberales’ que de sus asquerosos placeres”. Estas detraccion­es poco la incomodaro­n.

En 1910, Juana apoyó la candidatur­a de Madero, más tarde se unió al zapatismo y luchó contra Huerta. Para entonces ya ostentaba un grado militar y era famosa entre la tropa por haber mandado fusilar a un soldado que violó a una joven. Su nueva cruzada la llevó a prisión donde logró engañar a sus captores, al fingir que delataba a sus compañeros: en realidad, dio nombres falsos y agregó algunos colaborado­res del huertismo para generar confusión dentro del mismo ejército federal.

Al término de la fase armada de la Revolución, Juana se convirtió en profesora de escuelas rurales y fue directora de un instituto en Michoacán. La escritora, revolucion­aria y activista falleció el 13 de julio de 1942, dejando tras de sí un ejemplo de insurrecci­ón y dignidad ante la pobreza y la injusticia.

A principios de 1906, Ricardo Flores Magón acusó a Juana de obstruir el crecimient­o del Partido Liberal y de difamar a sus miembros más importante­s.

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