Mi formación de Biólogo en la Facultad de Ciencias de la UNAM
En la década de 1960 estudiar para biólogo en nuestro país era algo que no se entendía. En el listado de profesiones en el sector público no existía esa denominación. No había estudiosos que tuvieran una formación holística o integrativa de la vida en su conjunto ni de la interacción entre organismos con el medio físico que los rodea.
Con la lectura de las materias que se debían cursar para obtener el título de biólogo me percaté que no me volvería experto en nada, sino en una forma de pensar de lo que ahora se llama sistemas integrales. Muchos teníamos interés en saber si había vida en otros planetas. Quienes estudiábamos física teórica y física experimental, astronomía, matemáticas, nos reuníamos a conversar sobre el tema. En esa década se empezó a tener fotografías del globo terráqueo y era apasionante contemplar el planeta en el que resaltaban tierras y mares y surgía la interrogante de qué es la vida en nuestro planeta.
La experiencia de incorporarme a la UNAM desde la preparatoria fue muy positiva. Recuerdo el impresionante edificio de San Ildefonso. En ese lugar tuve la oportunidad de tomar clases con excelentes profesores: Química con el Prof. Murillo o Literatura Universal con el Prof. Buenrostro. Después ingresé a la Facultad de Ciencias en la carrera de biología, ahí se enseñaba el origen de la vida y la biodiversidad.
Los que estudiábamos biología pasábamos prácticamente todo el día en la Facultad. Los viajes de campo a la estación biológica de los Tuxtlas fueron enriquecedores. También visitamos las costas del Pacífico para aprender la vida en estos lugares y entender claramente lo referente a la evolución.
Fue importante la existencia de un ambiente académico con profesores y alumnos comprometidos por el conocimiento y la necesidad de tratar de interpretar ese gran rompecabezas que es la vida en el planeta. Las mentes brillantes hacen el esfuerzo de ordenar, agrupar, describir y proponer los modelos que expliquen lo importante que es el señalar los límites del crecimiento que permitan la sobrevivencia de todos.
Un poco antes de terminar los cursos decidí integrarme al grupo de bioquímica del Instituto de Biología en donde el Prof. Massieu era el líder; desarrollaban seminarios conjuntos con el Instituto de Investigaciones Biomédicas que dirigía el Dr. Soberón.
Haber estudiado en la UNAM me dio las bases para proseguir mi carrera dentro de las ciencias biológicas y específicamente la formación de fisiólogo vegetal que pude concretar en instituciones fuera del país.
Mi educación siempre fue en instituciones públicas gubernamentales. Existía el modelo de becar a los estudiantes dentro de la universidad para aquellos que necesitaban apoyo, como fue mi caso. El disfrutar de becas como las que me otorgó la Secretaría de Salubridad y la beca para los restaurantes universitarios fue un gran apoyo. Tiempo después la Fundación UNAM tomó como una de sus líneas el apoyar a estudiantes para proseguir su formación profesional. En el 2000, después de 30 años de egresado de esta Institución, fui distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
Haber estudiado en la UNAM me dio las bases para proseguir mi carrera dentro de las ciencias biológicas