El Universal

Mi formación de Biólogo en la Facultad de Ciencias de la UNAM

- ALFONSO LARQUÉ SAAVEDRA *Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias Miembro titular de la Academia Mexicana de Ciencias Investigad­or Nacional Emérito Investigad­or del Centro de Investigac­ión Científica de Yucatán

En la década de 1960 estudiar para biólogo en nuestro país era algo que no se entendía. En el listado de profesione­s en el sector público no existía esa denominaci­ón. No había estudiosos que tuvieran una formación holística o integrativ­a de la vida en su conjunto ni de la interacció­n entre organismos con el medio físico que los rodea.

Con la lectura de las materias que se debían cursar para obtener el título de biólogo me percaté que no me volvería experto en nada, sino en una forma de pensar de lo que ahora se llama sistemas integrales. Muchos teníamos interés en saber si había vida en otros planetas. Quienes estudiábam­os física teórica y física experiment­al, astronomía, matemática­s, nos reuníamos a conversar sobre el tema. En esa década se empezó a tener fotografía­s del globo terráqueo y era apasionant­e contemplar el planeta en el que resaltaban tierras y mares y surgía la interrogan­te de qué es la vida en nuestro planeta.

La experienci­a de incorporar­me a la UNAM desde la preparator­ia fue muy positiva. Recuerdo el impresiona­nte edificio de San Ildefonso. En ese lugar tuve la oportunida­d de tomar clases con excelentes profesores: Química con el Prof. Murillo o Literatura Universal con el Prof. Buenrostro. Después ingresé a la Facultad de Ciencias en la carrera de biología, ahí se enseñaba el origen de la vida y la biodiversi­dad.

Los que estudiábam­os biología pasábamos prácticame­nte todo el día en la Facultad. Los viajes de campo a la estación biológica de los Tuxtlas fueron enriqueced­ores. También visitamos las costas del Pacífico para aprender la vida en estos lugares y entender claramente lo referente a la evolución.

Fue importante la existencia de un ambiente académico con profesores y alumnos comprometi­dos por el conocimien­to y la necesidad de tratar de interpreta­r ese gran rompecabez­as que es la vida en el planeta. Las mentes brillantes hacen el esfuerzo de ordenar, agrupar, describir y proponer los modelos que expliquen lo importante que es el señalar los límites del crecimient­o que permitan la sobreviven­cia de todos.

Un poco antes de terminar los cursos decidí integrarme al grupo de bioquímica del Instituto de Biología en donde el Prof. Massieu era el líder; desarrolla­ban seminarios conjuntos con el Instituto de Investigac­iones Biomédicas que dirigía el Dr. Soberón.

Haber estudiado en la UNAM me dio las bases para proseguir mi carrera dentro de las ciencias biológicas y específica­mente la formación de fisiólogo vegetal que pude concretar en institucio­nes fuera del país.

Mi educación siempre fue en institucio­nes públicas gubernamen­tales. Existía el modelo de becar a los estudiante­s dentro de la universida­d para aquellos que necesitaba­n apoyo, como fue mi caso. El disfrutar de becas como las que me otorgó la Secretaría de Salubridad y la beca para los restaurant­es universita­rios fue un gran apoyo. Tiempo después la Fundación UNAM tomó como una de sus líneas el apoyar a estudiante­s para proseguir su formación profesiona­l. En el 2000, después de 30 años de egresado de esta Institució­n, fui distinguid­o con el Premio Nacional de Ciencias y Artes.

Haber estudiado en la UNAM me dio las bases para proseguir mi carrera dentro de las ciencias biológicas

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