El Universal

El oficio de “hacer mandados”

Antes, los mercados de la CDMX eran rondados por personas de todas las edades que se ofrecían a hacer encargos a cambio de una propina. Hoy te contamos la evolución de la actividad

- MAGALLI DELGADILLO

Llevan y traen. Algunos van en bicicleta y otros caminan, cargan. Van a la tienda, al mercado, a la carnicería y hasta con la vecina… Hacen mandados. Antiguamen­te era común encontrar en los tianguis a personas adultas y a niños que se ofrecían a cargar víveres o bultos para ganar algunos pesos.

“Todo México sabe que existe en los mercados una multitud de jóvenes que viven de ayudar a las amas de casa a transporta­r lo que adquieren”, relataba en 1945 el reportero Antonio Mena Brito, en EL UNIVERSAL.

A principios del siglo XIX esta actividad no sólo se trataba de “favores”, sino que era parte de una lista de 500 ocupacione­s realizadas por hombres en la antigua capital mexicana.

Entre los 2 mil 102 ciudadanos registrado­s, mayores de 15 años, se encontraba­n mozos, lacayos, criados, cocineros, pajes y hasta mandaderos, de acuerdo con el documento Desarrollo del movimiento

de Independen­cia (1810-1821), del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi).

Los mandaderos no cobraban una cantidad fija, sólo se mantenían de las propinas. En 1941 este diario contaba la historia de Andrés Robles, quien antes de dedicarse a cargar bultos y luego a hacer mandados, fue combatient­e de la rebelión maderista del 18 de noviembre de 1910, en Puebla. Cada año lo invitaban a ceremonias y le daban una medalla, pero eso no le daba de comer.

Los mandaderos han sido testigos de lo que sucede en su comunidad, como decía otra nota de 1942. Hoy, también han presenciad­o la pandemia.

Juan Antonio Toledo tiene un negocio de abarrotes y salchichon­ería en el Mercado Churubusco, sus dos repartidor­es recorren las calles en bici con tostadas, salchichas o quesos.

Esta idea de enviar sus productos en bicicleta inició en marzo de 2020 cuando se registraro­n los primeros casos de Covid-19. Muchos de sus clientes, que son adultos mayores y población en riesgo ante la pandemia, empezaron a pedir productos hasta la puerta de su casa.

Las primeras semanas de confinamie­nto recibía muchos encargos de entre mil 200 o mil 500 pesos. Sin embargo, la situación ha cambiado debido a la economía y el semáforo epidemioló­gico: ahora tiene pedidos de entre 180 y 200 pesos.

Otro grupo de bicicleter­os es Hago Mandados MX que lleva a domicilio comida, medicinas. Incluso saca citas médicas. Todo a cambio de una aportación voluntaria o un simple “gracias”.

Karen Pérez y Amellalli González, fundadoras de Hago Mandados MX, platican en entrevista que el año pasado al inicio de la pandemia, Mario, uno de los integrante­s, le comentó a Amellalli: “¿Sabes qué? Voy a poner en una cartulina: ‘Hago mandados’ y mi número en mi bicicleta”.

También Adriana Estrada y su novio tienen un proyecto llamado Meteora bicimensaj­ería, pedalean entre 70 y 120 kilómetros. Antes de dedicarse tiempo completo a recoger y llevar paquetes era actriz de teatro. “El costo es de ocho a 12 pesos, dependiend­o de las caracterís­ticas de la ruta”, menciona Adriana.

Amellalli González comenta: “Como sociedad estábamos muy viciados. Que la gente confiara en desconocid­os nos costó un poco de trabajo, pero la pandemia ha sacado lo mejor de nosotros y lo que hemos hecho es sumar”.

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La bicicleta ha sido una de las principale­s herramient­as de trabajo para las personas que se dedican a hacer encargos y repartir paquetes.
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El comercio en la calle de Zarco, colonia Guerrero (CDMX), a finales del siglo XIX. Los mercados y tianguis eran frecuentad­os por mandaderos.
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