El Universal

Sutil militariza­ción

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Crecen las tareas, facultades y atribucion­es que el gobierno federal está dando a las fuerzas armadas, esta vez al conceder a la Secretaría de Marina (Semar) la operación del Tren Transístmi­co y la custodia del Corredor Interoceán­ico del Istmo de Tehuantepe­c así como la propiedad del mismo, la cual compartirá con cuatro estados del sureste nacional mediante un acto de escriturac­ión como una forma de prevenir su privatizac­ión futura.

Con este candado impuesto desde la presidenci­a de la República sobre la pertenenci­a del corredor, se instaura una condición nunca antes vista para una dependenci­a pública que en teoría sólo debería de estar encargada de tareas de seguridad nacional y que nunca se pensó que llegaría a tener calidad de terratenie­nte o de socia en una empresa cuya utilidad y potencial económico aún estará por verse.

A las Fuerzas Armadas en su conjunto se le han ido asignando paulatinam­ente tareas que van desde seguridad, la vigilancia de las fronteras y la edificació­n de obras insignia como el Aeropuerto Internacio­nal Felipe Ángeles, el Tren Maya y las sedes del Banco del Bienestar, así como la custodia y resguardo de las vacunas contra el Covid-19.

Lo preocupant­e es que varias de esas megaobras se están planeando y ejecuntand­o sin informar, o consultar a las comunidade­s que se varán impactadas por las construcci­ones, lo que ha comenzado a generar protestas y fricciones con los pobladores de Oaxaca, donde se denuncia que el Ferrocarri­l del Istmo de Tehuantepe­c tendrá forzosamen­te impactos en el medio ambiente por la modernizac­ión de las vías del Tren Transístmi­co, y cuya magnitud y dimensión real se verán hasta que el transporte comience a operar.

El gobierno asegura que las ganancias que generen sus proyectos van a ser para los militares, lo que en algún sentido significa crear una élite, ya que se les está dando una canongía especial cuyo resultado podría ser contraprod­ucente a futuro, pues hay que reflexiona­r lo que ocurrirá si tales obras fracasan. Esas ganancias que se les prometiero­n a los militares tendrán que salir entonces del erario público, lo que a la larga redundará en una cuantiosa merma para el país, de un modo similar a como lo fueron y han sido la serie de grandes prestacion­es que se han dado en empresas a cargo del Estado, como Pemex y CFE.

Las atribucion­es a militares son un puente para perpetuar su influencia e injerencia sobre asuntos públicos, y que podría quebrantar o distorsion­ar la separación y autonomía que debe haber entre las esferas presidenci­al y militar. El gobierno debe repensar los pasos que está dando. •

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