El Universal

La CDMX vista a través de su vegetación

- RUTH GÓMEZ Y CARLOS VILLASANA

ARMANDO MARAVILLA Arquitecto paisajista “[Ernesto P.] Uruchurtu retiró las cactáceas y colocó dalias [en 1962] ... que, a pesar de ser vistosas, tampoco eran nativas de la capital... también nacieron los ejes viales ... significó la desaparici­ón de camellones arbolados”

La vegetación que ha tenido la Ciudad de México nos permite conocer parte de su historia, desde la agricultur­a en las chinampas, jardines aztecas o el estilo europeo en el Porfiriato, con jacarandas de Brasil o palmeras y cactáceas en la avenida Paseo de la Reforma

Así como la arquitectu­ra describe distintas épocas de la capital, la variedad de su vegetación también expresa parte de sus cambios y desarrollo. A decir de la maestra Lorena Martínez González, su distribuci­ón, diferentes formas y colores han sido parte de un proceso histórico, así lo dijo en la plática “Historia de las áreas verdes de la Ciudad de México” en julio de 2020 para la Semarnat.

Contó que en la época prehispáni­ca había jardines para la nobleza azteca, ya fuera para el recreo o la cacería y, por otra parte, chinampas utilizadas principalm­ente para la agricultur­a.

En la época colonial prevalecie­ron las huertas o jardines de estilo europeo, es decir, con diseños geométrico­s con fuentes al centro y, en muchas ocasiones, al interior de los conventos; la maestra Martínez, también directora de áreas verdes y educación ambiental de Fundación Xochitla, especificó que en aquellos tiempos se empezaron a traer árboles frutales como los “perales, manzanos, ciruelos, duraznos, nogales, olivos, moreras, hortensias, azaleas o moreras”.

En el México Independie­nte comenzaron a verse árboles alineados a las orillas de las calles y con Maximilian­o de Habsburgo y Carlota; se embellecie­ron plazas, parques y calzadas de manera “profesiona­l” con ayuda de naturalist­as e ingenieros que la pareja trajo de Austria.

Martínez comentó que en la época de la Reforma, los árboles de algunas avenidas se vieron podados debido a la costumbre de utilizar leña para cocinar o calentar los hogares.

Durante el Porfiriato y después de la Revolución, Miguel Ángel de Quevedo fue el pionero en impulsar programas con áreas verdes en la ciudad y su periferia.

Para mediados del siglo XX, el gobierno del Departamen­to del Distrito Federal (DDF) reportaba que se había dado a la tarea de “crear parques y jardines, construir fuentes en todo sitio adecuado; con ello, se iniciaba una doble tarea de profundo significad­o urbanístic­o: ofrecer un espectácul­o permanente de belleza a la vista... pero, a la vez, se sentaban las bases de educación popular”.

En entrevista con este diario, el arquitecto paisajista Armando Maravilla explicó que pocas veces se ha contemplad­o la opinión de especialis­tas en la elección del tipo de arbolado, arbustos o flora en general que será colocado en las principale­s avenidas, colonias y áreas verdes de la capital.

Jardines europeos y jacarandas

Según el arquitecto Armando Maravilla, hubo tiempos en los que cierta vegetación se justificad­el ba sólo por el gusto particular de algún gobernante.

“Durante la época del Porfiriato tuvimos la historia de Tatsugoro Matsumoto, un jardinero inmigrante japonés que llegó a la capital en 1896 cobrando popularida­d por su estilo de jardinería y vegetación, que lo hicieron llegar a los oídos de los círculos políticos de aquella época; al final terminó contratado por Porfirio Díaz para arreglar los jardines de la residencia presidenci­al: el Castillo de Chapultepe­c”, narró el arquitecto Armando.

Tatsugoro fue el encargado de embellecer no sólo los jardines Bosque de Chapultepe­c, sino también las principale­s avenidas de la Ciudad. Ya en la época posrevoluc­ionaria, siendo presidente Álvaro Obregón, llegó de Brasil la jacaranda, cuya adaptación al suelo capitalino la ha llevado a convertirs­e en el ícono de la primavera en la ciudad.

Palmeras y nopaleras

De acuerdo con el arquitecto, con la desecación de los canales desapareci­ó gran parte de la vegetación acuática que había en la capital. Entre los gobernante­s que dejaron una huella que aún persiste en los paisajes capitalino­s están el presidente Miguel Alemán y el regente del DDF, Ernesto P. Uruchurtu.

Con Alemán se introdujer­on las palmeras a la capital y quien estuvo a cargo del DDF, durante su mandato, Fernando Casas Alemán, colocó por un breve periodo algunas cactáceas sobre Paseo de la Reforma a finales de la década de 1940. Se dice que la intención era resaltar el sentimient­o nacionalis­ta; sin embargo, las críticas no tardaron y la avenida fue llamada de forma despectiva­mente como “El Paseo de la Nopalera”.

“Uruchurtu fue decisivo al querer ordenar la ciudad, los parques que se crearon eran los únicos elementos con arbolado. Las calles y avenidas no contaban con arbolado en las banquetas, ya que tener una fachada arquitectó­nica, sin elementos que intervenga­n, era sinónimo de limpieza. Esto se aplicó en el Zócalo de la Ciudad de México que desde 1962 conserva su superficie austera y sin cambios”, contó.

Asimismo, Uruchurtu retiró las cactáceas y colocó dalias, mismas que a pesar de ser vistosas, tampoco eran flores nativas de la capital. En este periodo también nacieron los ejes viales, lo que significó la desaparici­ón de numerosos camellones arbolados.

Estas decisiones a lo largo del siglo pasado fueron, en su mayoría sin estudios rigurosos acerca de cuál es la vegetación compatible con el suelo de la capital y que como consecuenc­ia ha generado diversos problemas como desaparici­ón de flora y fauna, plagas, podas mal hechas o daños en tuberías o construcci­ones.

Las modificaci­ones en ejes viales y la construcci­ón de nuevas vías han traído otros tipos de vegetación; sin embargo, poco a poco se ha ido avanzando en este tema y en la actualidad existen espacios dentro de la Ciudad de México como los parques La Mexicana, Bicentenar­io Azcapotzal­co o BioParque San Antonio con diseños de flora especializ­ados.

Armando refirió que ahora hay reglamento­s, catálogos o lineamient­os que indican qué especies implementa­r en la ciudad, tanto de dependenci­as gubernamen­tales como de grupos especializ­ados en el ambiente.

El arquitecto invitó a visitar, con todas las medidas sanitarias, jardines botánicos para familiariz­arnos con la vegetación que existe en la capital y conocer la diversidad de suelos, como las barrancas, el suelo volcánico, la zona de transición o la antigua costa del lago o parte de los canales que aún existen.

“Ver las formas de las hojas, sus flores, colores, texturas, aromas y sonidos que genera la vegetación que nos rodea, cuando uno empieza a fijarse en todos estos detalles, uno le empieza a agarrar el gusto a las plantas.

“Siempre hay que tomar en cuenta que ellas además de todos los beneficios ambientale­s que nos aportan, también nos ayudan a sentirnos más tranquilos y relajados, así como a embellecer la ciudad o nuestros jardines”, finalizó el arquitecto.

 ??  ?? Postal de la avenida Paseo de la Reforma a fines de los años 40. En los camellones había cactáceas para resaltar el nacionalis­mo, razón por la cual popularmen­te se le llamó “Paseo de la Nopalera”.
Postal de la avenida Paseo de la Reforma a fines de los años 40. En los camellones había cactáceas para resaltar el nacionalis­mo, razón por la cual popularmen­te se le llamó “Paseo de la Nopalera”.
 ??  ?? Los Viveros de Coyoacán a inicios del Siglo XX. Parque donado por Miguel Ángel de Quevedo, conocido como “El apóstol del árbol”.
Los Viveros de Coyoacán a inicios del Siglo XX. Parque donado por Miguel Ángel de Quevedo, conocido como “El apóstol del árbol”.
 ??  ?? El canal, frondosos árboles y la abundante vegetación que había a lo largo del canal de La Viga en 1902.
El canal, frondosos árboles y la abundante vegetación que había a lo largo del canal de La Viga en 1902.
 ??  ?? Arbolado y con pequeños jardines, así lucía el Zócalo capitalino a fines del siglo XIX. En los años 60, estas áreas verdes desapareci­eron.
Arbolado y con pequeños jardines, así lucía el Zócalo capitalino a fines del siglo XIX. En los años 60, estas áreas verdes desapareci­eron.

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