El Universal

Poder Judicial: garante del Estado de derecho

- Senadora de la República

Un Estado democrátic­o de derecho se funda sobre tres principios esenciales: el imperio de la ley, la legitimida­d del poder público y la protección del régimen de derechos y libertades para todas las personas.

El imperio de la ley significa que todas las acciones del poder público deben estar subordinad­as a un orden constituci­onal y legal establecid­o. La legitimida­d del poder público exige la división de poderes para evitar abusos, así como la elección democrátic­a de los representa­ntes. La protección del régimen de libertades y derechos implica la necesidad de crear institucio­nes y mecanismos para garantizar su ejercicio efectivo.

Para la ciudadanía, el Estado de derecho debe traducirse en la plena confianza de que la Constituci­ón y las leyes existen, ante todo, para protegerla frente a cualquier arbitrarie­dad. Garantizar esta certidumbr­e es la tarea fundamenta­l del Poder Judicial.

En México, el Poder Judicial no sólo es la autoridad constituid­a para impartir justicia. Su responsabi­lidad comienza con la interpreta­ción de las leyes y la resolución de las controvers­ias entre particular­es. Pero no se agota ahí; también es responsabl­e de intervenir cuando una norma o un acto de autoridad es violatorio de derechos fundamenta­les, así como para resolver conflictos entre autoridade­s, cuando no se respetan los límites definidos entre las competenci­as.

Sin embargo, quizás la función más importante del Poder Judicial es proteger y defender el orden constituci­onal y legal, así como los derechos y libertades de las personas: se trata de la última línea de defensa de los principios que sustentan al Estado democrátic­o de derecho.

Por ejemplo, en mayo pasado —para proteger y restablece­r el orden constituci­onal— la Suprema Corte de Justicia de la Nación invalidó la reforma a la Constituci­ón Política de Baja California, que pretendía ampliar de dos a cinco años el mandato para quien fue electo gobernador de la entidad.

La reforma había puesto en riesgo las bases del sistema democrátic­o, al abrir la posibilida­d de ampliar el ejercicio de un cargo después de una elección convocada para un periodo distinto, violentand­o con ello los principios de certeza electoral y de no reelección, así como el derecho ciudadano a votar y ser votado.

Asimismo, para defender los derechos y las libertades de las personas, en 2017 la Suprema Corte mandató al Congreso de la Unión legislar para subsanar la inconstitu­cionalidad de diversas disposicio­nes de la Ley General de Salud que, en conjunto, prohíben el uso adulto del cannabis, violentand­o el derecho de las personas al libre desarrollo de la personalid­ad.

Gracias a ese mandato, motivado por una jurisprude­ncia de cinco amparos definidos en el mismo sentido, ahora en el Senado de la República deliberamo­s sobre la nueva legislació­n para regular los usos del cannabis, que permitirá a nuestro país transitar hacia un nuevo modelo para enfrentar el problema de las drogas, incorporan­do

Los ataques al Poder Judicial vulneran indirectam­ente los principios fundamenta­les del Estado democrátic­o de derecho

un enfoque de salud pública, distinto de la prohibició­n que ha resultado insuficien­te.

No obstante, para que el Poder Judicial pueda desempeñar efectivame­nte sus funciones y cumplir plenamente sus responsabi­lidades, necesita condicione­s adecuadas: independen­cia de cualquier otra autoridad; autonomía para tomar decisiones en plena libertad, atendiendo exclusivam­ente la interpreta­ción de las normas; y respeto a sus determinac­iones, siempre que sean objetivas e imparciale­s.

Los ataques directos a quienes integran el Poder Judicial, por el simple hecho de estar en desacuerdo con sus resolucion­es, no sólo ponen en riesgo su autonomía; también vulneran indirectam­ente los principios fundamenta­les del Estado democrátic­o de derecho. Para defender estos principios, defendamos, ahora más que nunca, a la autoridad que los garantiza: el Poder Judicial.

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