El Universal

6 de junio: ¿democracia o dictadura?

- Presidente Nacional del PRD

La democracia mexicana está amenazada desde la Presidenci­a de la República. Aunque López Obrador convoque a un acuerdo nacional para que ninguna autoridad se meta indebidame­nte en los procesos electivos, él mismo lo hace todos los días: Tiene a su disposició­n un ejército electoral que lucra con los programas sociales y, además, continúa incesantem­ente concentran­do el poder del Estado en su persona. Veamos algunos hechos: Hace unos días el INE aprobó un acuerdo con el que busca hacer efectiva una de las modificaci­ones que hizo realidad la reforma político-electoral de 1996 y que hoy se encuentra plasmada en la fracción V del artículo 54 de la Constituci­ón: “en ningún caso, ningún partido político podrá contar con un número de diputados por ambos principios que represente­n un porcentaje del total de la Cámara que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votación emitida”.

Cabe señalar que la izquierda progresist­a y democrátic­a representa­da en el PRD, fue uno de los principale­s impulsores de esa reforma, que dotó de autonomía e independen­cia al IFE (hoy INE) y retiró por completo al Poder Ejecutivo del control electoral.

Es pertinente aclarar que la sobrerrepr­esentación de 8 por ciento fue impulsada y defendida por el entonces PRI hegemónico que, en ese momento, temía perder la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.

Hoy, López Obrador y los partidos que lo llevaron al poder son quienes violentan el límite de ocho puntos porcentual­es de sobrerrepr­esentación que permite la Constituci­ón.

Recuérdese que, por medio de una estrategia truculenta, Morena

logró una sobrerrepr­esentación superior a 15 puntos, y una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, algo que no sucedía desde 1994.

Durante estos dos primeros años de gobierno, la mayoría absoluta y artificial de Morena —porque no es representa­tiva de lo que votó la ciudadanía— han permitido al Ejecutivo hacer suyas todas las prácticas antidemocr­áticas de lo que fue el hiperpresi­dencialism­o mexicano.

Más tardó el INE en publicar su acuerdo para impedir la sobrerrepr­esentación, que Morena en salir a amenazar a los consejeros y exigirles su renuncia además de advertir que impugnaría ante el Tribunal Electoral. El panorama no se ve en lo inmediato muy prometedor; pero es necesario que igual que ocurrió con los jueces que suspendier­on la Ley preferente de AMLO, en este caso también los magistrado­s den muestra de independen­cia respecto al Ejecutivo.

Conforme se acerca la elección, el presidente muestra más su vena dictatoria­l. No debe dejar de mencionars­e su solapamien­to al gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, quien ha pasado por encima de la legalidad y tiene indebidame­nte preso a Rogelio Franco, candidato a diputado federal con amplias posibilida­des de ganar y por ello buscan sacarlo de la contienda.

Rogelio es un preso político de la llamada “4T”, un líder social que le es incómodo al sátrapa virrey de Veracruz.

Ya es muy evidente que el objetivo de López Obrador es desmantela­r la democracia para abrir camino a un proyecto transexena­l, autoritari­o y personal por encima de la Constituci­ón, las institucio­nes y la ciudadanía. No exagero cuando digo que este 6 de junio es nuestra última oportunida­d para detener esta amenaza. El riesgo es real. En las próximas elecciones la ciudadanía elegirá entre preservar la democracia o abrir camino a la dictadura. Fuera máscaras; no hay medias tintas.

La mayoría de Morena ha permitido al Ejecutivo prácticas antidemocr­áticas

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