RAÚL RODRÍGUEZ CORTÉS
“Entre recurrir a la organización militar y quedar sometido a ella hay una frontera muy endeble, sobre todo en la polarización que vivimos”
Dijo el Presidente ayer que las acusaciones de que está militarizando al país carecen de toda lógica y, en su mayoría, de la más elemental buena fe. Y lo explicó así en el informe de los primeros cien días del tercer año de gobierno:
“No se ha ordenado a las Fuerzas Armadas que hagan la guerra a nadie, no se les ha pedido que vigilen u opriman a la sociedad y mucho menos que se involucren en acciones represivas o violatorias de los derechos humanos”.
Es cierto: nada de eso han hecho, pero lo argumentado por AMLO solo toca una de las tres acepciones del término militarizar: someter al orden militar. Las otras dos sí pueden atisbarse –sin mala fe, desde luego– en el actual estado de cosas: dar carácter u organización militar a una colectividad e infundir en ella su disciplina. Sin decirlo así, él mismo lo admitió al dedicar una buena parte de su discurso a enumerar las tareas en que están involucradas las Fuerzas Armadas, y reconocer, incluso de manera personalizada, a los titulares de la Defensa y de la Marina, lo que no hizo con ninguno de los otros secretarios del gabinete presentes en el informe.
Vivimos circunstancias excepcionales y acaso AMLO tenga razón al considerar que la creciente participación del Ejército y la Marina no solo refrenda su lealtad, sino que “contribuye a dejar atrás la distancia y hasta la desconfianza entre civiles y militares que se generó con las decisiones erróneas y perversas de los anteriores gobernantes”.
Pero entre recurrir a la organización militar en una colectividad y quedar sometido a ella, hay una frontera muy endeble, sobre todo en una coyuntura como la que vivimos: la fuerte disputa entre dos proyectos de nación y la polarización política a que nos han llevado las partes en pugna, en medio de una pandemia, los daños económicos y sociales que nos ha traído y la implacable violencia criminal.
En ese sentido y no sin sobresaltos, viene a la mente la laureada película “Nuevo orden”, del mexicano Michel Franco. La trama es esta a grandes rasgos: Mientras una familia adinerada celebra la boda civil de su hija en su residencia de la ciudad de México, expresiones de irritación social se salen de control. Un grupo de manifestantes irrumpe en la celebración y abre fuego contra los invitados. La novia, que había salido por un momento, es sorprendida por el toque de queda decretado para contener la anarquía. Queda retenida por soldados que ven la oportunidad de obtener rescates de ella y otros secuestrados. Las influencias políticas del padre de la novia le permiten ubicarla y sacarla, pero al ser trasladada a su casa muere en un enfrentamiento montado por el alto mando militar, ya que la joven podía dar testimonio de lo que realmente estaba ocurriendo al interior de las Fuerzas Armadas, para ese momento ya en control del país.
Es, ciertamente, una distopía, una representación ficticia de una sociedad futura con características negativas, pero estrechamente relacionada con el contexto sociopolítico en que se rodó el filme (2020) y que de pronto te sorprende transmutada en la realidad actual.
¿Qué hay en el ánimo social?
Para perfilar la respuesta recurro a los datos de la reciente Encuesta Nacional de Cultura Cívica elaborada por el Inegi y el INE: casi 40% de los consultados dice estar de acuerdo en tener un gobierno encabezado por militares. El porcentaje es muy alto, pero veámoslo por la otra cara: 60% (la mayoría), no está de acuerdo.
A las críticas a AMLO por la militarización se han sumado las de la proclividad al autoritarismo. En lo personal no lo veo así, solo veo a un jefe de Estado que echa mano de todas las herramientas políticas a su alcance, para conseguir la transformación que se ha propuesto y que hasta ahora parece seguir en la narrativa discursiva que, por lo demás, ha tenido que lidiar con un sistema económico-político escandalosamente corrupto. Pero vea lo que dice la encuesta de marras: 77% de los consultados creen que México necesita un gobierno dirigido por un líder político fuerte.
Sin decirlo, lo admitió al reconocer, de manera personalizada, a los titulares de Defensa y de la Marina, lo que no hizo con ninguno de los otros secretarios