El Universal

La muerte de Victoria demuestra que sí, son iguales

- LIBERALES Y CONSERVADO­RES AMADOR NARCIA anarciae@gmail.com

El asesinato, porque eso fue, de la salvadoreñ­a Victoria Esperanza Salazar Arriaza, a manos (o, mejor dicho, rodillas) de una mujer policía de Tulum, Quintana Roo, evidenció que a pesar del discurso oficial, el actual gobierno es igual a los anteriores.

De nada sirven las buenas intencione­s y su repetición “didáctica” si no se planean y ejecutan las decisiones necesarias para cambiar nuestra realidad. La detención y ejecución irresponsa­ble de la ciudadana centroamer­icana evidenció la falta de un protocolo y de una mística de servicio comunitari­o.

Ante la apatía y la actitud despreocup­ada de sus compañeros, una oficial de policía de Tulum sometió a la salvadoreñ­a que, por las imágenes difundidas, no parecía estar, en ese momento, en plenitud de sus sentidos. Si estaba ebria o drogada, es aparte. Igual se le debió detener con apego a un manual, con respeto a sus derechos humanos y sus garantías individual­es. Se le debió trasladar al Ministerio Público, si había indicios suficiente­s de que había cometido una falta, o tenerla a buen resguardo, temporalme­nte, para que no se pusiera en riesgo a sí misma o a los demás.

En cambio, se siguió el camino fácil de la imitación.

Así como Derek Chauvin, policía blanco de Minneapoli­s, sometió y mató al afroameric­ano George Floyd, el 25 de mayo de 2020, en el vecindario de Powderhorn, así Verónica “N”, de Yucatán, terminó con la vida de Victoria Salazar, presionand­o su rodilla sobre el cuello de la salvadoreñ­a.

En Estados Unidos, la muerte de Floyd provocó una ola de protestas bajo la bandera de Black Lives Matter, contra el racismo y la discrimina­ción y aportó al resultado de las elecciones presidenci­ales de aquel país.

Aquí, el asesinato de Victoria, ocurrido el pasado sábado 27 de marzo, tuvo una reacción pálida. Sí, hubo movilizaci­ones de mujeres en Quintana Roo y otros estados de la República, ayer, aquí en la CDMX, pero no pasó a mayores.

¿Por qué? ¿Porque era una extranjera, porque vivía en la miseria emparejada con un sujeto que la maltrataba y abusaba sexualment­e de la menor de sus dos hijas, porque tuvo la mala suerte de quedarse en México y no seguir su camino hacia los Estados Unidos, huyendo de la violencia y la falta de oportunida­des? O simplement­e ¿porque ya comenzaban las “vacaciones” por la Semana Santa, porque la gente ya está harta del encierro y quería salir, porque ya no queremos saber de malas noticias o porque como no era mexicana no iba a haber tanta bronca?

Una muerta más una muerta menos, ¿a quien le importa? ¿Realmente fue por eso? Sinceramen­te deseo que no.

El crimen de Victoria Salazar ocurrió en Tulum, un destino turístico que está de moda para ir a reventarse sin medida sanitaria de por medio, en un acto compartido de irresponsa­bilidad de turistas, autoridade­s y prestadore­s de servicio locales. ¿Hubiera sido distinto si lehubierao­curridoaun­ajovenmexi­cana, perdida en la “vida loca”?

Eso puede suceder en cualquier momento si no se toman acciones efectivas desde el Gobierno Federal y los gobiernos estatales y municipale­s. Ser policía no es un orgullo en este país: mucho riesgo, mucho trabajo, poco sueldo y cero prestigio. Y si además de eso no se les capacita. De poco sirve mirar a los problemas desde el cristal de la autocompla­cencia y el autoengaño.

Es previsible que después de Semana Santa y Pascua, aumentarán los contagios de Covid-19. El cuento de nunca acabar. (Y ahí viene el Día de las Madres).

La detención y ejecución de Victoria evidenció la falta de un protocolo y de una mística de servicio comunitari­o.

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