El Universal

Y por mar también

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Por si no fuera poca cosa el grave problema del huachicol o robo de combustibl­e, tanto interno como externo, que se realiza contra Pemex, incluso hasta atacando refinerías y plataforma­s petroleras en altamar, ahora se revela otro flagelo más contra la soberanía en materia de energético­s de nuestro país: el contraband­o de gasolinas y diesel que se ejecuta no solo por aire y tierra, sino también por mar, constituye­ndo uno de los flancos más desprotegi­dos y sensibles de la seguridad nacional.

Y es que si el fenómeno del huachicol ha crecido a niveles alarmantes y ha costado miles de vidas tanto por enfrentami­entos entre delincuent­es y fuerzas del orden, como por las fugas y explosione­s provocadas al momento de “ordeñar” ductos y tanques de almacenami­ento, es porque hay un mercado que está dispuesto a pagar con tal de tener un ahorro en el precio que paga por los combustibl­es.

Y es por esa demanda que los delincuent­es que han encontrado en el huachicol un modo de subsistenc­ia, escalan sus acciones de maneras cada vez más agresivas y riesgosas, ignorando por un lado el peligro que constituye el perforar ductos y que ha ocasionado tragedias como la de Tlahuelilp­an, Hidalgo, en enero de 2019, que costó la vida de 137 mexicanos y lesiones a muchas decenas más.

También los criminales incrementa­n su agresivida­d asaltando medios de transporte de hidrocarbu­ros como las pipas que distribuye­n por carretera y hasta en actos de pirataje declarado al abordar buques y otras embarcacio­nes marítimas encargadas del traslado de combustibl­es, o hasta llegar al extremo de incursiona­r en plataforma­s marinas, que se consideran instalacio­nes altamente sensibles para la seguridad nacional.

En cuanto al contraband­o, éste se efectúa tanto de manera clandestin­a al ingresar los combustibl­es procedente­s en su mayor parte desde Estados Unidos, por tierra, por avión o ahora por mar; o por los puntos oficiales de entrada de mercancías al país, como lo son los puertos y aduanas, pero empleando para ello actos de corrupción y comprando la complicida­d de las autoridade­s encargadas de su vigilancia y administra­ción.

En un intento para evitar la corrupción, el gobierno ha puesto bajo la custodia de militares los puertos y aduanas, mientras que para atacar el contraband­o marítimo que se efectúa de forma clandestin­a, la Secretaría de Marina apuesta por un sistema de vigilancia por drones, para detectar las operacione­s de ingreso de combustibl­es ilegales que se realizan principalm­ente por el Golfo de México. Ojalá que la medida sea efectiva por el bien de la tan debilitada industria energética nacional.

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