El Universal

La vida y muerte de Victoria estuvieron ligadas a México

Creció en el barrio Veracruz, en su natal El Salvador, y encontró la muerte en Tulum

- ALBERTO MORALES Enviado —nacion@eluniversa­l.com.mx

Sonsonate, El Salvador.— De niña, la vida de Victoria Salazar estuvo ligada a México y como adulta también, hasta el día en que murió a manos de policías mexicanos en Tulum, Quintana Roo.

Creció en un barrio llamado Veracruz, donde se cultiva caña de azúcar, mango y abundan los viveros por lo fértil de su tierra, pero que sobrevive entre la pobreza y la vigilancia policial.

Se fue de aquí cuando tenía 16 años; regresó convertida en madre soltera con sus dos hijas. Nuevamente migró a San Salvador y ahí cultivó la idea de venir a México, donde halló la muerte… la sepultaron el domingo.

SDe niña, la historia de la ciudadana salvadoreñ­a Victoria Salazar estuvo ligada a México y como adulta, también, hasta el día en que murió a manos de policías mexicanos en Tulum, Quintana Roo, cuando tenía 36 años.

Creció en un barrio llamado Veracruz de este departamen­to (estado) donde se cultiva la caña de azúcar y el mango, y abundan los viveros por lo fértil de su tierra, y curiosamen­te por su clima similar al del puerto jarocho.

Como toda menor que nació en la década de los 80, enfrentó los estragos de la guerra civil salvadoreñ­a y sus efectos como la pobreza extrema, la violencia de pandillas como la Mara Salvatruch­a y la migración como la salida más peligrosa en la búsqueda de seguridad y una mejor vida.

A simple vista, Veracruz es un barrio popular, pero de acuerdo con los vecinos, en sus pasajes (andadores) vivieron integrante­s de la Mara Salvatruch­a ente los años 80 y los 90.

El barrio es vecino del Centro Penal de Sonsonate, al suroeste del país y, aunque dicen que es muy tranquilo, llama la atención que en menos de 100 metros cuadrados —a una cuadra de diferencia— hay dos puestos de la Policía Nacional Civil.

Es común ver a policías y elementos del ejército de El Salvador realizar caminatas o labores de vigilancia por los pasajes y calles del barrio: “Hay que estar en las calles”, se le escucha decir a un mando policiaco.

De ahí son unos 50 metros por camino de tierra y piedras rumbo al pasaje Adelina, donde se encuentra la casa marcada con el número 5, ahí Victoria Salazar dio sus primeros pasos.

Son andadores donde hay 16 casas, ocho de cada lado; en medio abundan jardineras donde los vecinos han sembrado plantas y palmeras. Ahí, en tierra salvadoreñ­a, fue donde inició la vida de Victoria que, al final, expiró en tierra mexicana.

La casa de su familia es la segunda entrando por el camino de tierra. Adentro se encuentra Carlos, uno de los hermanos de Victoria y su esposa, pero prefiere no hablar. Es un joven alto con mirada triste, todavía consternad­o por el asesinato de su hermana.

La casa donde Victoria vivió hasta los 16 años tiene una pequeña puerta negra, techo de lámina de asbesto gris, con un enorme muro y ventanas protegidas: “Era un barrio tranquilo, pero ya sabe, siempre hay muchachos que se desvían”, comenta la señora Ana María Méndez, quien conoció a “la niña Victoria”, porque de pequeña jugaba con sus hijos.

Victoria, narra, compraba churritos en una mesita instalada en la puerta de la casa, paralela al pasaje Adelina; hoy esa mesita se ha transforma­do en una tienda del barrio de Veracruz: “La muchacha era bien respetuosa, jugaba con mis hijos”, relata la mujer, instalada una reja de protección en la entrada de la tienda.

Victoria Salazar, quien residía en México con una visa humanitari­a desde 2018, era una muchacha muy educada, señalan los vecinos. Sus padres eran maestros: Rosibel Arriaza y Víctor Manuel Salazar, ya finado.

Salazar se mudó a otra colonia y vivió en San Salvador antes de partir a México, ya como madre soltera en búsqueda de una mejor vida para sus dos hijas: “Ella se fue [a los 16 años] y luego traía ya dos niñas”, comenta la señora Dora Alicia Méndez. “Conmigo nunca se pasó, ahí vivía, muy educada, sus padres eran maestros, ahí está todavía su casita”.

Victoria llegaría a México en 2016. Actualment­e sus hijas tienen 15 y 16 años.

Otra de sus vecinas, la señora Verónica Monzón, asegura que Victoria y su familia eran “bien llevaderas” con todos los vecinos. Ana María Mendez está segura de que su compatriot­a decidió buscar un mejor futuro para su familia y por eso salió de El Salvador, aun con los riesgos latentes.

“Muchos jóvenes se han ido para buscar un mejor futuro, pero es muy costoso, a la pobre [Victoria] le costó la vida (...) Uno es padre, uno siente los sucesos de la vida. ¡Cómo está muchacha tuvo esa historia tan fea!”, expresa.

En tono enérgico, dice: “No se trata de un animalito, ¿por qué la trataron así? ¡Es un ser humano! Ni a los animalitos se les puede tratar tan mal. No tuvieron compasión por ella, si ya la tiraron al suelo y le pusieron las esposas, ahí la hubieran agarrado”. •

ANA MARÍA MENDEZ Vecina del barrio Veracruz “No se trata de un animalito, ¿por qué la trataron así [a Victoria]? ¡Es un ser humano! Ni a los animalitos se les puede tratar tan mal”

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Ana María Méndez, vecina de la familia Salazar, recuerda a Victoria de niña, jugando con sus hijos en lo que aún es un barrio patrullado por el ejército.
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La vecina del barrio Veracruz, Verónica Monzón, cuenta que Victoría Salazar y su familia eran sociales, “muy llevaderas”.
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Por este pequeño andador vivió hasta los 16 años Victoria. Es la casa con el número 5 donde creció; luego se mudó a San Salvador.

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