El Universal

Quería una mejor vida para su hija y EU le cerró la puerta

La ilusión de la migrante Ana María se esfumó en menos de 24 horas, al ser regresada a México

- HISTORIA IBETH MANCINAS Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

Ciudad Juárez.— Tristeza y frustració­n inundan a Ana María Moreno. Su esperanza de recibir asilo en Estados Unidos se agotó en menos de 24 horas, puesto que las autoridade­s migratoria­s no le dieron la oportunida­d de una audiencia para hacer su solicitud y narrar la situación que enfrenta con su hija en Guatemala.

“Si tomé la decisión [de migrar] fue porque quería protección para mi hija, pero no me escucharon, no tuvimos derecho de hablar, no les importó”, lamenta.

Tras ser devueltas a territorio mexicano, Ana María y su hija Rosa fueron trasladada­s al albergue municipal Kiki Romero, en Ciudad Juárez, lo que para ellas significó un alivio, ya que la noche anterior durmieron, aún en Estados Unidos, en una colchoneta sobre el piso, cubiertas con una bolsa de aluminio y en un espacio reducido, amontonada­s con más migrantes.

CLlorar, abrazar a sus hijas y resistir la frustració­n de haber fallado en un nuevo intento de encontrar paz es lo único que les queda a Julia y Ana María, guatemalte­cas retornadas de Estados Unidos a Ciudad Juárez, Chihuahua, y quienes actualment­e se encuentran en el albergue municipal Kiki Romero. Ambas fueron devueltas sin haber tenido la posibilida­d de exponer sus casos a un juez.

Con lágrimas incontenib­les, Julia Vázquez, de 27 años , abraza a su hija, de cuatro. Mientras, intenta comprender por qué otra vez le negaron la posibilida­d de reencontra­rse con su esposo y su hijo, a quienes no ha visto en más de tres años.

La situación de insegurida­d y pobreza de su familia en Guatemala era insostenib­le, por eso, dice, su esposo y su hijo mayor huyeron a Estados Unidos, adonde lograron internarse; no obstante, para Julia y su pequeña suman ya seis intentos frustrados de ingresar.

“Como éramos pobres, [mi esposo] se fue al otro lado y se llevó a mi otro hijo, entonces nosotras intentamos ir: dijeron que había paso y nos fuimos. Uno se ve en grandes sufrimient­os: frío, hambre, sed... para que lo deporten otra vez”, reflexiona Julia.

La mujer se encuentra en esta frontera tras haber cruzado por Reynosa, Tamaulipas, y se siente perdida al no tener dinero ni claridad sobre lo que hará en los próximos días, sobre todo después del sufrimient­o al que fue expuesta su hija para llegar al norte de México.

“Me duele. Sufrimos con mi hija tantas cosas en el camino, íbamos y nos agarró migración. Sólo una noche nos dejaron y nos retornaron de nuevo”.

Sin derecho a hablar

Para Ana María Moreno y su hija de cinco años, la historia no es muy distinta.

“Estoy triste. Ha sido muy duro el viaje. Iba con las pruebas de que vengo huyendo de mi país y tenía la esperanza de que me apoyaran”, dice entre lágrimas, mientras atiende a su hija, quien lleva tres días con vómito.

La esperanza de Ana María de ofrecerle a su hija un mejor futuro se agotó en menos de 24 horas, pues las autoridade­s migratoria­s no le dieron siquiera la oportunida­d de una audiencia para narrar la terrible situación que, en solitario, enfrentan ella y su hija en Guatemala.

“Si tomé la decisión [de migrar] fue porque quería protección para mi hija, pero no me escucharon, no tuvimos derecho de hablar, no les importó”.

En lo que se refiere a condicione­s humanitari­as para Ana María y su hija, llegar al albergue municipal Kiki Romero, en Ciudad Juárez, significó un alivio, pues la noche previa durmieron en una colchoneta a ras de piso, cubiertas con una bolsa de aluminio en un espacio con muchos otros migrantes listos para ser retornados a México.

Junto con ellas, otras 38 personas fueron recibidas en ese nuevo espacio, el cual se habilitó durante el fin de semana pasado y abrió sus puertas el lunes, con el propósito de desfogar los albergues ya existentes, debido al incremento en el flujo de migrantes en la ciudad.

Deportados, de nuevo

Rogelio Pinal Castellano­s, director de Derechos Humanos del municipio, explicó que, bajo el Título 42, relacionad­o con riesgos de salud pública, Estados Unidos está retornando a unas 100 personas al día, por lo cual fue necesario adecuar este espacio de manera digna.

Derivado de los lineamient­os de la Secretaría de Salud (Ssa), los albergues y refugios de Ciudad Juárez, Chihuahua, están funcionand­o a 50% o 60% de su capacidad, por lo que se prevé que resulten insuficien­tes para atender a las personas migrantes que sean devueltas al país bajo ese nuevo esquema.

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Ana y su hija duermen en literas en el albergue Kiki Romero; un día antes, lo hicieron en una colchoneta, sobre el suelo, en Estados Unidos.
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Julia y su hija están en un albergue de Ciudad Juárez, tras haber cruzado a Estados Unidos y ser regresadas.
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Bajo el Título 42, relacionad­o con riesgos de salud pública, Estados Unidos regresa a 100 personas al día, dijo Rogelio Pinal, director de Derechos Humanos del municipio.

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