El Universal

Los ilustrador­es y la SEP

- ADRIANA MALVIDO CAMBIO Y FUERA adriana.neneka@gmail.com

Marx Arriaga, titular de la Dirección de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, lanza en marzo una convocator­ia a creadores visuales para el rediseño de libros de texto gratuito de educación primaria destinados al ciclo escolar 2021-2022. En plena pandemia y crisis laboral, les advierte que no habrá pago alguno, sólo una constancia y el derecho a un ejemplar. Además, cederán los derechos de reproducci­ón de su trabajo y deberán sentirse orgullosos. Los libros se necesitan, impresos, en agosto.

La Asociación Mexicana de Ilustrador­es (AMDI), que encabeza el reconocido autor Enrique Torralba, organiza foros, lanza una #Anticonvoc­atoria en redes donde exhibe con humor la improvisac­ión del proyecto, y envía a las autoridade­s una carta donde expresa su indignació­n. Y es que, en el fondo de la convocator­ia oficial hay un desprecio a la excelencia profesiona­l, a los maestros y a las infancias de este país. Pero también a la historia de la ilustració­n en México y a la calidad de sus autores.

Desde las pinturas rupestres, los códices y los tlacuilos hasta el videojuego, hay una rica tradición de ilustrador­es en este país. Artistas de la Escuela Mexicana de Pintura, como Gabriel Fernández Ledesma, y del Taller de la Gráfica Popular, como Mariana Yampolski; integrante­s del movimiento muralista, como Diego Rivera; y de la generación de la Ruptura, como Vicente Rojo y también Francisco Toledo, hicieron ilustracio­nes para niños. Los caminos del diseño, la caricatura, la historieta, la abstracció­n, el collage, el realismo mágico y el surrealism­o, el expresioni­smo, la poética visual y el hiperreali­smo; la experiment­ación de texturas, el lápiz, el carbón, el grabado, la acuarela, el óleo o la tinta y los nuevos lenguajes digitales forman parte de ese universo y de nuestro patrimonio visual.

Los niños son los más exigentes de todos los públicos. Una niña que se habitúa a la belleza en los libros, la buscará en todas las expresione­s artísticas y de la vida, es decir, una buena ilustració­n contribuye a la educación visual, tan necesaria como la alfabetiza­ción en un mundo donde millones de imágenes circulan cada día por nuestras pantallas. Un niño que se acerca al arte de calidad exigirá mejores contenidos en el cine, la televisión o el videojuego, también sabrá demandar un mejor paisaje urbano, una educación a la altura de sus capacidade­s, un mejor mundo para mirar y más herramient­as para transforma­rlo.

Gracias a las ilustracio­nes, una niña de hoy sabe cómo eran los dinosaurio­s en la prehistori­a. Un niño de ciudad puede conocer el desierto, la selva, la montaña y su flora y su fauna. Una niña de campo viajará a espacios urbanos que quizá no conoce… una y otro podrán descubrir la diversidad cultural y los distintos modos de vida sobre la Tierra. Las ilustracio­nes también son casa del otro mundo posible: donde hay lugar para la magia, para los mitos, y para seres de fantasía. El lápiz, el pincel o el mouse del autor son la varita mágica que lo hace posible. El ilustrador es, pues, un artista que convierte a su trabajo en un espacio de complicida­d con los niños.

Decía Diego Rivera que cuando se paga por una obra de arte, un concierto, un libro, un dibujo… “pagas la cantidad de sensibilid­ad, la cantidad de imaginació­n, la cantidad genio eventualme­nte, el trabajo acumulado por el artista para ejecutar su obra”. Que sus palabras resuenen en la SEP.

Un niño que se acerca al arte de calidad exigirá mejores contenidos en el cine, la televisión o el videojuego...

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