El Universal

Museos privados, al borde del colapso

El Museo de la Caricatura, el de la Acuarela y el del Juguete son ejemplos de la situación crítica de recintos independie­ntes que sin apoyo y sin público ven caer sus ganancias a 10% o 20%

- SONIA SIERRA — sierra@eluniversa­l.com.mx

Juan Terrazas dirige el Museo de la Caricatura y, con su propio celular, contesta para informar al público acerca del acceso al museo. La pandemia aceleró la compleja situación que vivía este museo porque el sismo del 19 de septiembre 2017 los había obligado a cerrar 70% de sus salas y la restauraci­ón total nunca concluyó. Como a otros museos, el Covid-19 llegó y los encontró en una situación crítica de la que, un año después, no se ve salida.

Es una pésima noticia que, como consecuenc­ia de la pandemia, un museo público, por ejemplo, haya recibido en 2020 apenas 20% de su público habitual, pero que eso le pase a un museo independie­nte —los también llamados autónomos o que tienen financiaci­ón privada o mixta— representa déficit, sobre todo para los que no tienen una empresa, una junta directiva o fideicomis­o que los respalde.

La mayor parte de esos museos independie­ntes vive del público: de entradas o donativos, de lo que compran en sus tiendas, de las visitas escolares, de las clases que ofrecen; todo eso propiciaba una dinámica de estancia y consumo en los recintos que ya no existe, y que los pocos periodos de apertura parcial aún no resuelven. Tampoco hubo recursos para ofertar un museo en línea.

Con la pandemia todos los ingresos, de público y recursos, cayeron a 10% o 20%, de acuerdo con las historias que relatan algunos directores. Aunque hubo quienes acudieron a sus reversas, el de la Caricatura, por ejemplo, no tiene tal cosa. Antes del confinamie­nto, ese céntrico museo vivía del 20% de dinero que sus 10 caricaturi­stas donaban al recibir un pago por dibujar caricatura­s a los visitantes; por el Covid, ya no hubo visitas y, en consecuenc­ia, tampoco venta de dibujos, folletos separadore­s de libros y otros recuerdito­s; la entrada era de 200 a la semana, ahora es 20 o 25. Los propios caricaturi­stas —siete de ellos son mayores de 60— tuvieron que dejar de ir; hoy sólo trabajan tres personas: el director y dos caricaturi­stas, y lo que entra es para pagar la luz que deben hace meses. No hay conmutador.

En el Museo de la Acuarela la historia no es tan crítica pero tampoco halagüeña: no es un museo que viva de las entradas pues éstas no se cobran (mejor dicho, no se cobraban: han tenido que comenzar a pedir donativos para acceder). El Museo de la Acuarela vive principalm­ente de las clases de acuarela; con la pandemia, algunas personas dejaron de tomarlas y no ha sido muy alta la respuesta a la oferta en línea: antes había más de 160 en clases hoy son alrededor de 40.

En el Museo del Juguete Antiguo México, que ha impulsado la familia Shimizu, antes de la pandemia trabajaban 35 personas, pero la crisis sanitaria los llevó a quedarse con 10. Alrededor de 10 mil visitantes dejaron de ir al museo, y eso significó monetariam­ente más de un millón de pesos en pérdidas; otro agravante es que en torno del museo se había integrado una red cultural de más de 400 jóvenes de colectivos de danza, música y pintura, a los que no se pudo apoyar durante 2020.

Aunque el Museo MIDE tiene un fideicomis­o que ante la pandemia les apoyó, ese dinero se tiene que regresar; en este museo hubo reducción de gastos, recorte de personal —20 personas de 110 que había— y se habla de un déficit de 70% en 2020. El número de visitas, de 250 mil al año, cayó en 2020 a 10%.

En México siempre se presume la alta cifra de museos: el estudio publicado en junio de 2020 por el INEGI registró mil 177 museos; el Sistema de Informació­n Cultural —la investigac­ión tiene más de una década, pero se ha actualizad­o en línea— enumera mil 401 museos. El INAH y el INBAL integran la mayor red de museos públicos del país; las cifras el año pasado eran de 162 del INAH y 18 del INBAL. Otros de los museos públicos son universita­rios, pertenecen a municipios, estados, Secretaría­s de estado, dependenci­as judiciales y legislativ­as.

En ningún momento de la pandemia la Secretaría de Cultura federal ha hecho un diagnóstic­o de cuántos son y de la situación que viven los museos públicos o privados. Ni siquiera informa del estado de sus museos; el propio Bellas Artes no entregó —aunque hubo una solicitud de informació­n— los datos de los recursos recibidos por sus museos en 2020 para exhibicion­es —se cortó el recurso de varias exposicion­es y si se abrieron fue a partir de apoyos privados—.

En mayo se publicará la encuesta que hace la UNAM a museos de México, Centroamér­ica y el Caribe para conocer el impacto que ha tenido la pandemia. Graciela de la Torre, quien coordina la Cátedra Internacio­nal Inés Amor de Gestión Cultural, en Difusión Cultural de la UNAM, una de las instancias que prepara ese estudio, lamenta que en el país no haya diagnóstic­os sobre estas institucio­nes; que las instancias federales no hayan tomado en cuenta a esos otros museos, y que los propios museos institucio­nales carezcan de recursos:

“Ha sido el peor momento de su historia. Los recortes han sido tremendos; el año pasado no tuvieron un centavo los museos del INBAL para su operación. En términos económicos ha sido el peor momento para todos estos museos y los independie­ntes. Ha sido una oportunida­d fantástica para migrar al mundo virtual, pero a los museos se les ha dejado sin herramient­as, acompañami­ento y recursos. Los de la UNAM se cocinan aparte. Para otros, este es el momento más difícil; algunos van a sobrevivir, otros a desaparece­r y otros no sé cómo van a poder continuar”.

“La entrada de la 4T fue ignorar a los museos independie­ntes; que se rasquen solos —dice el arquitecto Roberto Shimizu, del Museo del Juguete—. No ha habido ni un solo apoyo. Y no se dan cuenta de que, entonces, se llevaron de calle a colectivos, un festival de arte urbano y a una cadena, una estructura de gente enorme, que labora para los museos. Es atónito; no ha habido un solo pronunciam­iento de parte de la Secretaría de Cultura”.

Roberto, cuyo padre, Roberto Shimuzo, fundó este Museo en 2008, lamenta que no haya unión entre los museos: “Si estuviéram­os unidos como los restaurant­es, con Abrir o Morir, lo habríamos conseguido. Debimos ser el primer recinto en abrir, antes que restaurant­es y centros comerciale­s; los museos son más seguros, no te quitas el cubrebocas y no hay aglomeraci­ones”.

Aun así, recalca que varios museos independie­ntes pelearon por abrir, y que eso en cambio no hicieron los museos públicos: “Los museos independie­ntes estuvimos trabajando; los públicos no. Los primeros que abrimos fuimos Soumaya y del Juguete. Lo patético en la pandemia fueron los museos federales y otros públicos, cerrados, y sus directores en sus casas de Cuernavaca cobrando de los impuestos. De Cultura no hubo ninguna iniciativa, ha tenido más la secretaría de Turismo de la ciudad o la alcaldía Cuauhtémoc...”

GRACIELA DE LA TORRE

Cátedra Internacio­nal Inés Amor de Gestión Cultural

“Ha sido el peor momento de su historia. En términos económicos ha sido el peor momento para todos estos museos (públicos) y los independie­ntes”

Fuentes de financiami­ento

Algunos museos independie­ntes tienen una empresa que los respalda (como el Jumex o el Soumaya); otros con fideicomis­os (Frida Kahlo y Anahuacall­i, con un fideicomis­o en el Banco de México; o el Mide); otros tienen fondos mixtos, es decir públicos y privados (como el Estanquill­o, que recibe recursos públicos y de un fideicomis­o). Otros tienen autogenera­dos y operan como AC (como Papalote, que lanzó una campaña en busca de recursos, pero su situación dista de la crisis que enfrentan otros).

Aunque en 2019 se creó la Alianza de Museos Autónomos y Mixtos, ésta ha funcionado más como un grupo de trabajo para compartir estrategia­s y sólo agrupa 30 museos de la ciudad. No tiene el panorama de los museos independie­ntes o autónomos o mixtos del país.

Sergio Rivera, director de Comunicaci­ón del MIDE y presidente de la Alianza de Museos, dice que estos museos tienen, entre otros problemas, el que carecen de un reconocimi­ento jurídico como institucio­nes de interés público, que con la modificaci­ón del marco legal de donatarias autorizada­s ha disminuido la posibilida­d de los deducibles, y que si organizan eventos, como conciertos, tienen una carga fiscal o impuesto al espectácul­o público.

Sobre lo que estos museos han vivido por la pandemia, Rivera dice: “Todos los museos tenemos que luchar por subsistir; hemos hecho un esfuerzo en el mundo virtual, tenemos la convicción de que lo que hacemos es importante para la sociedad, y todos estamos preocupado­s por recuperar a los públicos presencial­es porque independie­nte de que la oferta on line que se pulveriza, lo que vendemos es la experienci­a del museo, y eso sólo lo puedes vivir con las coleccione­s o exhibicion­es que tenemos. El gran reto va a ser recomponer nuestras audiencias”.

ROBERTO SHIMIZU

Museo del Juguete

“La entrada de la 4T fue ignorar a los museos independie­ntes; que se rasquen solos. No ha habido ni un solo apoyo. Y no se dan cuenta de que se llevaron de calle a toda una cadena”

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A los daños que dejó el sismo del 19-S en el Museo de la Caricatura se suma la crisis originada por la pandemia, pues por el cierre y baja de visitantes no hay dinero, lo que se refleja en falta de personal, adeudos (como la luz) y hasta en la falta de herramient­as, pues no hay conmutador.
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El Museo de la Acuarela ha tenido que comenzar a pedir donativos a los visitantes para acceder; además, muchos dejaron de tomar las clases que eran fuente de ingresos.
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El l Museo del Juguete Antiguo México pasó de contar con 35 empleados a sólo 10; y alrededor de 10 mil visitantes dejaron de ir al museo.

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