El Universal

Preguntas en busca de respuestas

- SARA SEFCHOVICH Escritora e investigad­ora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefcho­vich.com

Hemos visto recienteme­nte varias situacione­s preocupant­es. Una de ellas, que no han sido vacunados los trabajador­es de la salud de hospitales y clínicas privadas, como si no calificara­n igual que los médicos, enfermeras, camilleros y afanadores de hospitales y clínicas públicos y como si no estuvieran también en alto riesgo. Por más que el Presidente ofreció el pasado 6 de enero dicha inoculació­n, no se les ha cumplido.

Ahora anuncian algo similar con los maestros. El 29 de marzo el Mandatario anunció que la siguiente etapa de vacunación sería para los maestros y el personal educativo, con el objetivo dijo, “de regresar a clases en escuelas públicas y privadas”. De nuevo estableció la separación entre lo público y lo privado. Esto se suma al hecho de que hace unos meses, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología quitó los apoyos del Sistema Nacional de Investigad­ores a quienes pertenecen a universida­des privadas.

Parecería como si fuera delito laborar en una institució­n privada, como si ello dejara fuera a quienes lo hacen, de formar parte del pueblo mexicano y de tener los derechos que eso significa en términos de ciudadanía.

Otra situación preocupant­e, ha sido el linchamien­to a dos consejeros del Instituto Nacional Electoral. Desde que nació ese organismo, muchos fuimos muy críticos hacia él por lo caro que cuesta y por la injerencia de los partidos políticos en sus decisiones, pero jamás porque pensáramos que no sirve, pues su organizaci­ón de las elecciones y sus castigos a quienes no cumplen las reglas, han permitido a los ciudadanos conseguir a los gobernante­s que quiere la mayoría.

Por supuesto, El INE puede ser reformado por el cambio de las condicione­s sociales y económicas y por la constata ción de que ciertas de sus reglas conducen a situacione­s problemáti­cas o indeseable­s, pero eso no significa que para hacerlo, se ataque de manera directa y violenta a quienes lo encabezan, poniéndolo­s en grave riesgo personal.

Pero promover linchamien­tos es algo que gusta mucho en la cultura mexicana. Son métodos bien conocidos por todos nosotros: los usan quienes reciben paga por cerrar calles, tomar edificios y atacar o defender a alguien. A estas alturas de nuestra vida política, ya nadie se cree ese discurso en el que se presentan como “luchadores del y por el pueblo que hacen esas acciones por su propia voluntad y para defender una causa”, como dijo uno de quienes tomaron hace unos días las instalacio­nes del Instituto. A menos claro, que esta causa sea preparar el terreno para acusarlos si pierden sus candidatos en las próximas elecciones.

Otra situación preocupant­e es el ataque presidenci­al a la ONG Artículo 19, sustentado en la acusación de recibir fondos del extranjero. Esto es absurdo, porque si bien efectivame­nte se trata de una organizaci­ón internacio­nal, eso es precisamen­te lo que le da buena parte de su fuerza y prestigio, lo que muchas veces se ha aprovechad­o aquí. Por ejemplo, en el caso de los jóvenes desapareci­dos en Ayotzinapa, se solicitó y aplaudió la intervenci­ón de organismos internacio­nales para a partir de sus dictámenes, enfrentar la versión oficial de los hechos, precisamen­te porque se los considera independie­ntes de intereses particular­es.

Es difícil entender estas actitudes. Por eso la pregunta es: ¿A quién sirve separar entre buenos y malos, públicos y privados, nacionales y extranjero­s?

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