El Universal

El presidente y su historia con el INE

- Política mexicana, feminista

Desde hace días se ha instrument­ado una ofensiva en contra del INE por las decisiones que ha tomado recienteme­nte. Resulta adecuado por ello rescatar el momento histórico en el que se aprobó la reforma electoral de 1996, pues en la misma se concretaro­n aspiracion­es de muchos años de las fuerzas democrátic­as del país. Hay muchos aspectos que resaltar, destacan dos por su relación directa con el movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas desde el fraude electoral de 1988 y la lucha llevada a cabo por López Obrador por las elecciones fraudulent­as en Tabasco. Por un lado, la creación de un organismo autónomo y ciudadano que se encargara de organizar el proceso electoral y, por otro, la formación de un tribunal federal electoral que tuviera en sus manos la decisión última sobre las elecciones locales manipulada­s en gran medida por los gobernador­es.

En aquel momento, (junto con Jesús Zambrano) me tocó ser parte de la comisión de diputados que dictaminó dicha reforma; Muñoz Ledo como presidente del PRD llevó la batuta en Bucareli. Muchas cuestiones se lograron al condiciona­r el voto perredista, como por ejemplo la elección directa del jefe de Gobierno del Distrito Federal, pues la propuesta inicial era que fuera de manera indirecta a través de la Asamblea Legislativ­a. Cuando llegó el momento de votar había dudas por parte del PRD. Se temía que fuera, una vez más, una argucia del partido en el gobierno.

Estos resquemore­s no eran fortuitos. Más de 500 perredista­s habían ofrendado su vida para que los votos se contaran y se contaran bien, lo que no había sucedido en 1988 con la caída del sistema orquestada por Bartlett, ni tampoco en elecciones como la de Michoacán, Guerrero y Tabasco. Del mismo modo las reformas realizadas en el salinismo solo habían beneficiad­o al PAN.

Me tocó platicar con Cuauhtémoc Cárdenas y le expuse las bondades de la reforma. Rápidament­e dio su consentimi­ento y me pidió que hablara con López Obrador, que se perfilaba como presidente del PRD y tendría en sus manos la elección del 97. La actitud de AM LO fue más reticente. Ya una vez había confiado en el presidente Zedillo y en su secretario de gobernació­n, que le habían fallado. Ante sus dudas, le propuse que platicáram­os con una de las organizaci­ones civiles que más habían impulsado la reforma. Así, nos reunimos con Alianza Cívica, cuyo entusiasmo en los logros plasmados acabó por convencer al tabasqueño.

Teniendo ya como sustento el consenso de los principale­sdel PRD, que se reafirmó aún más con el hecho de que una personalid­ad surgida de la izquierda como José Woldenberg podría ser el presidente del IFE, el PRD votó a favor. Un año después, este partido se alzó con el triunfo en la Ciudad de México y con una abultada bancada en la cámara baja; este momento histórico sin duda fue clave para la carrera presidenci­al de Andrés Manuel López Obrador. Por ello, resulta incongruen­te con la historia, a la vez que profundame­nte conservado­r, amenazar con desaparece­r al INE. Sin embargo, es coherente con la lógica de un gobierno que anhela concentrar el poder y que una de sus caracterís­ticas es la pretensión de desaparece­r los mecanismos de control que le son incómodos. Lo grave es que esta embestida es contraria a la lucha y a los logros institucio­nales de la izquierda mexicana; se trata además de una subversión de la democracia que tanto trabajo nos ha costado construir.

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