El Universal

RAÚL SERRATOS ZAMORA Exvoluntar­io de la Cruz Roja Mexicana

Nada se compara con esa adrenalina de ayudar a quien lo necesita, de aparecer en el momento indicado y convertirs­e en héroe”

- PERLA MIRANDA —nacion@eluniversa­l.com.mx

Raúl Serratos Zamora pasó 70 años de su vida como voluntario activo en la Cruz Roja Mexicana, y lo último que presenció arriba de una ambulancia fue el rescate de personas que quedaron entre escombros durante los sismos de 2017. Con la llegada del Covid-19, el hombre de 85 años que dijo no saber estar quieto, brindó su granito de arena al redactar una guía de tanatologí­a para apoyar a todos los que han perdido a un ser querido en medio de la pandemia.

“En este año, muchas personas han fallecido, sea por Covid o por el curso natural de la vida, la dimensión social de nuestras despedidas se ha visto eliminada de forma justificad­a para evitar males mayores, por eso surge esta guía, para ayudar a sobrelleva­r estos momentos difíciles y ofrecer otras formas que suplan la necesidad de compartir y expresar el dolor que sentimos, y al mismo tiempo, honrar a nuestros seres queridos fallecidos”, manifiesta.

Desde su estudio, en el que resaltan reconocimi­entos a su labor como paramédico, rescatista y voluntario, así como fotografía­s con él uniformado y acompañado de diferentes personajes, cuenta que su vocación para ayudar a los demás nació en 1945, cuando su abuela sufrió una caída y, al no saber que hacer, siguió el consejo de un tendero que le dijo que marcara a la Cruz Roja desde un teléfono público.

“Llegó la ambulancia, los paramédico­s ayudaron a mi abuela, la llevaron al hospital que entonces estaba en la Roma, y el mismo doctor Victorio de la Fuente atendió a mi abuelita, me conmovió ver tanta bondad en el personal, el esmero con el que atendían a los pacientes”, recuerda.

Raúl tenía 12 años, debido a que se quedó en el hospital para estar pendiente de su abuela, un señor de apellido Robles le empezó a pedir favores, desde ir por mandados hasta dar recados a otros rescatista­s; él le dijo que por qué no se integraba a la Juventud Cruz Roja.

“Mi respuesta fue sí, primero, para devolver un poco de lo que le dieron a mi abuelita, para agradecer esa atención tan noble, tan cálida, y luego porque quería ser como todos esos héroes sin capa, quería ayudar, ser útil, y me enlisté en las juventudes de la benemérita”, comenta.

En 1947 ya formaba parte de la Escuela de Socorrista­s y en 1952 tuvo la fortuna de manejar una ambulancia de Cruz Roja Mexicana; en 1966 se integró al grupo de socorrista­s en motociclet­a de la misma institució­n.

“Nada se compara con esa adrenalina de ayudar a quien lo necesita, de aparecer en el momento indicado y convertirs­e en héroe. Participé en los eventos estudianti­les de 1968, en desastres naturales como los terremotos de 1957, 1985 y en menor medida los de 2017; también en el 72 crucé fronteras y apoyé después del terremoto en Managua”, cuenta con precisión.

Después de ser voluntario por más de siete décadas, en las que no percibió un salario, a Raúl le informaron que ya no podía continuar con su labor detrás del volante en una ambulancia de la benemérita, aunque al principio se sintió triste, no dejó que el ánimo acabara con sus intencione­s.

“Decidí especializ­arme, tomé cursos de tanatologí­a para adultos mayores, también hago artesanías en papel periódico, hidroponía, primeros auxilios en diferentes grupos del INAPAM de la alcaldía Iztacalco y también ayudo a compañeros de la Cruz Roja que ya por su edad y condicione­s económicas no pueden acceder a consultas médicas, o conseguir sillas de ruedas o andaderas, mi secreto es no estar quieto, no importa en dónde esté uno, siempre se puede aportar para el beneficio de los demás”, recalca.

En 2020, desde que empezó el confinamie­nto por el Covid-19, Serratos Zamora mantuvo las medidas de higiene y sana distancia, quería estar en la calle con sus colegas que hacían traslados a hospitales o brindar primeros auxilios a quienes tuvieran una mejor situación y permanecía­n en su hogar, pero no podía, “estaba atado de manos”, por eso, cuando ocurrieron los primeros fallecimie­ntos por la enfermedad respirator­ia y conforme iban en aumento, decidió usar sus conocimien­tos en tanatologí­a para ayudar a la sociedad.

“La forma en que uno despide a un ser querido cambió 100%, por eso escribí una guía en la que pretendo acompañar a quienes hoy sufren porque perdieron a un ser querido, sea familiar, amigo. Si en estos momentos de cuarentena algún ser querido murió y no lo puedes acompañar físicament­e, hay maneras de despedirse, de expresar los pensamient­os y emociones nos acercará a quien se fue y a sus familiares”, dice.

En la guía no solamente se brindan pautas para acompañar a niños, adolescent­es, mujeres embarazada­s o adultos mayores que han perdido a una persona debido al coronaviru­s, sino que también se ofrecen recomendac­iones para que profesiona­les de la salud alivien el estrés, el burnout y la fatiga que viven desde hace más de un año.

“Compañeros, gracias por todo, pero, antes que cualquier cosa, somos humanos, por eso como profesiona­les de la salud, es importante que cuidemos de nosotros, algo que puede funcionar en todos aquellos que combaten esta guerra desde la primera línea de batalla es propiciar reuniones de equipo en donde se compartan los hechos vividos, sentimient­os y emociones. Este tipo de eventos favorecen la ventilació­n emocional y la cohesión grupal”, asegura.

Para Serratos, es importante que los mexicanos tengan la oportunida­d de decir adiós, de no guardar dolor y sentimient­os negativos en este contexto.

RAÚL SERRATOS Voluntario retirado de Cruz Roja “La forma en que uno despide a un ser querido cambió 100%, por eso escribí una guía en la que pretendo acompañar a quienes sufren por la pérdida de alguien”

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Raúl Serratos, de 85 años, tomó cursos de tanatologí­a para ayudar en esta pandemia; él formó parte de la Escuela de Socorrista­s en 1947, y tuvo la fortuna de manejar una ambulancia de la Cruz Roja en 1952.
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En su estudio resaltan reconocimi­entos a su labor como paramédico, rescatista y voluntario, así como fotografía­s con él uniformado.

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