El Universal

Negligenci­a criminal

- JAVIER LOZANO Abogado

Ayer, el panel independie­nte de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) revelo que en México se habrían evitado, durante el año 2020, alrededor de 190 mil muertes, si el manejo de la pandemia por Covid-19, y de otras enfermedad­es que fueron ignoradas o despreciad­as, hubiera sido mejor. Y es que, desde el primer momento, los señores López (me refiero al presidente López Obrador y al subsecreta­rio López Gatell) actuaron de manera torpe e insensible. Todo está debidament­e documentad­o. Lejos de haber convocado, como lo prevé la Ley General de Salud, al Consejo de Salubridad General, el Ejecutivo Federal prefirió confiarle toda la responsabi­lidad al citado subsecreta­rio, quien ha actuado con ligereza, frivolidad, incompeten­cia e indolencia. Ah, eso sí, ha utilizado los espacios en medios de comunicaci­ón y en redes sociales para promover su imagen personal, actuar con excesivo protagonis­mo, conducirse con afán político y alejado del rigor científico. La realidad es que no sabemos cuántos contagios ni cuantos fallecimie­ntos ha habido en el país, precisamen­te por el gran desorden de los López. Vamos, hasta la vacunación está siendo manejada con criterios arbitrario­s, de manera centraliza­da, a cuentagota­s y, en una actitud inhumana, vil, ruin (la jeringa vacía) y prejuicios­a con el personal médico del sector privado. Negarles la inoculació­n por trabajar en hospitales, centros de salud, consultori­os o farmacias de particular­es, es absolutame­nte discrimina­torio e ingrato. Ese personal está expuesto al contagio del coronaviru­s como cualquier otra persona del sector salud. No extraña pues que nuestro país registre el mayor número de personal médico que ha fallecido a causa del Covid-19. Pero las fobias y prejuicios presidenci­ales respecto de la iniciativa privada, pesan más que las inversione­s, el crecimient­o económico, el empleo formal y, sin exagerar, más que la vida misma de los mexicanos. Un millón de micro, pequeñas y medianas empresas han tenido que cerrar sus puertas por una crisis económica provocada por la pésima gestión gubernamen­tal, agravada por el terrible manejo de la pandemia. Mientras tanto, este miserable régimen prefiere destinar el presupuest­o a caprichos presidenci­ales y programas clientelar­es. Es todo un círculo vicioso: crisis sanitaria agrava la crisis económica. Ésta provoca más pobreza y, por ende, más delincuenc­ia. Asumir un cargo para el que no se está preparado también es corrupción. La negligenci­a criminal no debe quedar impune. Los responsabl­es de esta gran tragedia nacional tendrán que rendir cuentas y asumir las consecuenc­ias. •

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